Saliste de aquel río,
de sus largos e internos litorales.
En donde casi pierde las orillas.
gran Paraná argentino,
de ciudades y selvas,
insomnes yacarés, pájaros arcoiris,
troncos resbaladores por sus aguas,
hombres en soledad o fustigados.
Todo aquello por siempre permaneció en tus ojos
hasta el día en que luego, algo más tarde,
lo volcaste en la luz, en las movidas
susurrantes penumbras de las sales del mundo.
Hoy,
con tus llovidas barbas de monje tibetano.
Tu recogida trenza y altura conseguida,
puedes mirar, mirarte
y ver cómo te miran y sienten al unísono
en tus vivos espacios de imágenes tangibles.

Rafael Alberti, Madrid, 1983