Me piden unas líneas para comentar algo sobre esta ausencia que hoy comienza y, a pesar de saber que su estado de salud no mejoraría, no me preparé para ninguna despedida. No la creía necesaria.
¿Qué puedo yo decir de alguien al que considero un verdadero creador y el maestro de tantas generaciones? ¿De alguien que con sabiduría y corazón supo abrir los caminos para que tantos anduviéramos, para llenar de imágenes y de ilusiones nuestro continente latinoamericano? ¿Para contar su sufrimiento y también sus momentos de sabiduría y felicidad?
Mucho más que un cineasta, Fernando ha sido y seguirá siendo un librepensador iconoclasta. Un creador de caos necesario en un mundo siempre convulsionado, para intentar pensar desde allí nuevas reglas y nuevas utopías. Para plantear preguntas que se anticipen al tiempo.
Tuve la suerte y el privilegio de descubrirlo cuando nadie o casi nadie lo nombraba y de tratar, junto a otros, de acercarlo nuevamente hacia nosotros. Y aunque pudimos acompañarlo en una parte pequeña de ese camino, siempre me pareció que la injusticia hacia su obra y hacia sus proyectos, al menos de este lado del mundo, ganaban la partida.
Por suerte otros supieron cobijarlo mejor y anclar sus sueños y sus proyectos en espacios que hoy se mantienen vigentes y llenos de vida y adonde los jóvenes de nuevas generaciones y de todo el mundo continuarán abrevando y fabricando miradas.
La Escuela de Santa Fe (llamada Escuela de cine documental, que fue mucho más que eso porque fue la primera que se creaba en este continente gracias a su impulso visionario) fue la base con la que tres décadas más tarde daba nacimiento a la Escuela de Cine de los Tres Mundos en San Antonio de los Baños, Cuba, que hoy continúa viva para dar testimonio de un sueño colectivo.
Birri ha sido y sigue siendo una figura inclasificable. Su cine que, por momentos, pareciera detener su marcha o retroceder, regresa y estalla de modos impensables. Sorprende tanta osadía que algunos consideran un disvalor. Su libertad expresiva fue y siguió siendo hasta el final provocadora, tal vez su mayor objetivo. Pero Fernando no se agota en el discurso cinematográfico, lo trasciende explorando la poesía en el celuloide primero y el registro digital después, pero también en la escritura, en la pintura y en la vida.
La estrella de cinco puntas que siempre dibujaba como firma por donde su mano y su pensamiento pasaban, puede leerse hoy como ese infinito al que debemos alcanzar sabiendo que no lo haremos. El intento es lo que vale y ese es el camino.
Descubrir a Birri será una tarea para muchos a partir de ahora. Esto sólo confirma la luz que continuará irradiando sobre el cine latinoamericano y el cine mundial.
* Documentalista. Directora de Ata tu arado a una estrella (2017), documental sobre Fernando Birri, que tuvo su première en el último Festival de Mar del Plata.