El futuro está al Oriente

Pablo Mehanna

De los creadores de La Carnicería y Chori, llegó Niño Gordo, una parrilla asiática decorada como una escena de Blade Runner, con grandes carteles luminosos y mucha memorabilia china (fácil imaginar a Harrison Ford sentado en la barra, esperando su plato de fideos negros). No hay ventanales que permitan espiar el salón del restaurante, sólo una fachada empapelada con ideogramas y una puerta roja, el color que tiñe todo el lugar. Novedad muy anunciada y esperada, es preferible hacer una reserva antes de ir pero se puede probar suerte, tocando timbre y cruzando los dedos para encontrar una mesa libre. Hay tres espacios: la barra, frente a los fuegos, donde se desarrolla la acción; el salón principal debajo de un sinfín de lámparas chinas; y otro donde, en honor al espíritu asiático, se puede fumar. La carta es acotada, precisa y bien diseñada, con raciones y platos para compartir. Los dumplings de pato ($200, 5 unidades) son excepcionales, al igual que los de tofu y hongo shitake ($180), con un picor bienvenido. El okonomiyaki chinchu con panceta y katsuobushi ($220) es un plato de chinchulines rico y diferente; lo mismo, el bife de chorizo con arroz, wakame, lechugas, shiso y ssamjang ($370) o la pesca entera frita con arroz picante ($335). En la sección de postres hay sabores orientales con estructuras de occidente como la torta de sésamo negro con lychee y cerezas ($120) o la banana con dulce de leche, miso, mirin y helado ($110). Para acompañar, buena selección de vinos con precios que van desde los $310; cervezas de Corea, China y Tailandia; tragos y algunas espirituosas. Todo está meticulosamente elegido, desde la vajilla hasta los baños con grifería de dragones e ¡inodoros informatizados traídos de Japón!. Debajo de la barra hay enchufes para los que no quieren quedarse sin batería y ganchos para colgar camperas y carteras. 

Niño Gordo reúne la experiencia parrillera de Pedro Peña y Germán Sitz, aplicada a la cocina asiática en un espacio original y amigable al que dan ganas de ir y volver por más.

Niño Gordo queda en Thames 1810.  Teléfono: 2129-5028. Horarios de atención:  martes a domingo de 20 al cierre.


Un auténtico callejero

Pablo Mehanna

Hace un mes, Denise Siciliano tomó el espacio que hasta hace poco ocupó Arevalito y lo transformó en un simpático y pequeño restaurante de “cocina asiática callejera y al paso”, como ella misma describe Koko Bao Bar. En el interior, pocas mesas y una barra; afuera, dos mesadas ideales para compartir mientras el perro se echa una siesta debajo de un frondoso árbol rodeado de una Santa Rita y los chicos corretean por la vereda poco transitada. La especialidad de la casa, como su nombre lo indica, son los baos, esos panes blancos cocinados al vapor, muy blandos y sin costra, que vienen abiertos y rellenos. El clásico es con panceta cocida y laqueada en Hoisin, con pickles y salsa de yogurt ($120), pero la carta tiene otras opciones como el de roast beef con pickles y alioli ($100) o el de pollo marinado estilo taiwanés, frito, con sweet chili sauce ($100). La carta también incluye nems, suerte de arrolladitos primavera a base de papel de arroz, que pueden venir fritos o no (¡estos son más ricos!) y llegan rellenos de carne ($120); un curry de berenjenas con calabaza, espinaca fresca y arroz como opción vegetariana ($140) y calamares apanados en panko con verdeo y cilantro con salsa de miso ($120). Al mediodía se puede optar por pedir a la carta o por el menú que incluye una entrada, un bao o ensalada y una bebida ($150). Para beber, algunso vinos (Padrillos, Animal o Siesta, los primeros también por copa), sake, gin Príncipe de los Apóstoles o una rica cerveza artesanal bautizada como Osa Dorada. En los postres se optó por una línea conservadora, con clásicos occidentales como flan o helado, faltan incursiones en sabores un poco más atrevidos para el paladar local. 

Koko no es el lugar que se elige para una cena con larga sobremesa y charla trasnochada sino más bien para hacer una parada técnica, comer algo rico en un lindo lugar y seguir viaje. Como suele ser la mejor cocina callejera. 

Koko Bao Bar queda en Arévalo 1478. Teléfono: 3105-2635. Horario de atención: martes a sábados de 12.30 a 15.30 y de 19.30 a 23.30.


Chino con sorpresa

Pablo Mehanna

Explicar dónde queda Feng Wei es más complicado que llegar: como todos los lugares sin una dirección precisa, hay que apelar a referencias externas para poder ubicarlo. Y que la mayoría de sus carteles estén en chino, tampoco ayuda demasiado. Ahí, en la frontera del Barrio Chino, frente a la estación del tren Mitre, en un pasaje sin nombre, está ubicado este lugar chiquito y sin grandes atractivos, más allá de un menú con platos chinos que van de los más conocidos a otros de nombre imposible de reproducir. Entre estos últimos, está la sopa de pato, que no aparece en la carta en español sino en la que circula en chino y que solo le dan a miembros de la comunidad. Al ir, hay que pedirla directamente, lo mismo que el plato de tripa gorda salteada con cebolla y puerro en una salsa agridulce, de increíble textura y sabor. 

A Feng Wei vale la pena llegar con hambre, las porciones son abundantes y dan ganas de probar toda la carta, como pasa en la cocina asiática. Lo mejor: ir de a varios, pedir muchos platos y compartir. Los precios, además, ayudan, ya que oscilan entre los $50 y los $250. La porción de Xiao Long Pao (unos dumplings de carne de cerdo) es generosa, salen cocidos al vapor o a la plancha ($80); las sopas son económicas y aunque el calor del verano no invite a tomarlas, el restaurante tiene un aire acondicionado que lo hace posible. Las bebidas son autoservice, hay una gran heladera donde se puede elegir las gaseosas clásicas, muchos jugos enlatados chinos, variedades de té frío y algunas cervezas conocidas. También hay raciones a la vista que pueden pedirse directamente como un mondongo en tiritas con cilantro y picante para amenizar la espera. 

En el Barrio Chino hay numerosas opciones pero Feng Wei tiene un encanto especial, por su comida, por sus dueños (un peluquero apasionado por la cocina que decidió dejar su trabajo para dedicarse a esto y su mujer, que aunque no habla mucho español, se hace entender) y por ricos platos que transportan sin escalas a un continente tan lejano como poco conocido.

Feng Wei queda en el paseo peatonal que bordea la estación Belgrano C, en el local n°10. Mirar con atención para no perderse el cartel en español. Todos los días de 11.30 a 21.30.