Ni en una tablet, ni en un monitor touch de última generación, ni en una computadora de alta gama, ni en un el pizarrón transparente de una sala de conferencias, ni en un documento web compartido. No. Se trata apenas de una hoja marrón y rugosa, doblada en cuatro, con alguna oportuna mancha de café, ocho rectángulos desprolijos y dibujados a mano alzada y un par de garabatos dentro de ellos. Allí, en ese desorden ordenado aparece, por fin, el bosquejo del último número de Enganche del 2017, el que usted tiene en sus manos. Más bien, lo de “hoja marrón y rugosa” es apenas una moderada descripción de un pedazo de mantel de papel de un bar, pero no de cualquier bar, sino del que cada semana cobija a las reuniones de redacción, que se camuflan entre las charlas de la mañana para dar vida a un nuevo episodio cada sábado.

Somos del bar porque Enganche todavía no se llamaba Enganche cuando, en una mesa perdida por San Telmo, un par de locos dijeron que había que “hacer algo”. Y que en ese “hacer algo”, todavía no sabíamos, vivían el hartazgo sobre la agenda corriente, el combate a lo estéril de la instantaneidad, el divorcio con la opinión efímera de la red social y una necesidad asfixiante de ejercer al periodismo de una forma distinta a la que propone el orden dominante. Ese café condujo a otro. Y a otro. Y a otro. Y cada vez fuimos más. Y varios se convencieron de que había que “hacer algo”. Y lo hicimos. Y ese algo acaba de llegar a su edición número 26.

Enganche se hizo en los bares y se hace en los bares porque pensamos que allí hay mucho más periodismo que en las oficinas. Porque en el café conviven los relatos, las ideas, los rumores, los argumentos y la paciencia. Porque al periodismo lo salvan las historias y no los adelantos tecnológicos. En suma, porque vamos a esa mesa a jugar a jugar.

De una taza de café viajamos a un suplemento semanal de 16 páginas por el que pasaron, entre otros, Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Ariel Holan, Marcelo Gallardo, Luciana Aymar, Daniel Osvaldo, Matías Lammens, Lisandro López, Sergio Maravilla Martínez, Fernando Gago, Nahuel Guzmán, Pepe Sánchez, Paula Pareto y muchos más.

Aquí, también, leímos que un argentino era el profesor de trote de los jerarcas nazis, que Diego Maradona tiene una forma especial que nadie descubrió en su pie izquierdo, que un hombre misterioso y perdido de una playa costera argentina desató una de los enfrentamientos más feroces de la historia del básquet, que un boxeador daba las bolsas de sus peleas a Juan Domingo Perón como muestra de lealtad, que un atleta olímpico argentino vive en la calle y mil historias más.

En Enganche lloramos al abrazar la ejemplificadora reflexión de Marcos Marini, nos enteramos que Cristian Lucchetti vive su día a día en el fútbol peleando contra la diabetes, nos miramos incrédulos ante aquella sentencia de que el Peque Schwartzman no llegaría a profesional por su altura, vimos pasar al milagro en las mil operaciones de rodilla de Gastón Aguirre y paladeamos la hazaña de prevalecer en la superación del Chipi Barijho. Y en cada contrapa, retratamos al amor, a los amigos, a las ilusiones y a los sueños en las plumas de gala de Ariel Scher, Rafael Bielsa y Kurt Lutman.

En estas páginas, a su vez, se eligió no hablar de muchos, muchísimos, de los temas que van poblando los medios en el día a día. En Enganche no se sabe nada de las chicanas entre D’Onofrio y Angelici, no se miran videos prohibidos ni robados, no se toleran las respuestas de casete de los jugadores al final del partido, no se opera en contra de nadie, no se imposta hinchismo para quedar más cerca del consumidor y no se grita para hacer show. Es que, a veces, no decir nada sobre lo que todos dicen mucho, ya es decir bastante.

Lo mejor que podemos prometer es un 2018 que sostenga lo gestado en estos 26 números y que, a su vez, siga pintando de colores las páginas con más entrevistados, más periodistas, más investigaciones y más historias. Enganche, en tanto, debe ser mucho más que un suplemento semanal de 16 páginas y convertirse en una trinchera en la que cobijar a un modo de entender a esta actividad. Entonces, seguiremos insistiendo con crónicas extensas, entrevistas profundas y relatos curiosos, siempre con la convicción de que quien entre aquí indefectiblemente encontrará algo que leer por un rato largo.

En épocas de periodismo febril de click fácil, Enganche buscará seguir siendo ese lugar en el que parar la pelota para pensar y para pensarse. Por eso, en unas pocas horas y con la evidente resaca del fin de año, la mesa del bar volverá a encenderse. Porque la pasión por hacer un periodismo distinto no conoce de calendarios y porque los sueños se hicieron para soñarse. A nuestros compañeros, periodistas, mentores, diseñadores, amigos, comercializadores, lectores, seguidores y anunciantes, a todos ellos, vaya un enorme abrazo y la certeza de que el 2018 volverá a encontrarnos a todos aquí, en estas páginas, café en mano, ansiando la próxima tapa.