Tangorra, el nombre de la orquesta, nace de una concatenación familiar–musical que baña a los hermanos Borra, Fran y Mikele. Ambos provienen de un bisabuelo acordeonista, pianista y luthier, y un linaje posterior que inundó de tangos, milongas y tarantelas el pequeño pueblo santafesino de Zenón Pereyra. “Nuestro bisabuelo, nuestro abuelo, y otros familiares armaron una orquesta que tocaba en el único bar hotel del pueblo... era el lugar obligado para escuchar música. En honor a ellos nos llamamos Tangorra”, confirman ambos acerca del neologismo que nombra a la orquesta atípica que acaba de publicar su segundo disco: Tangópolis. Atípica porque, según ellos, juega con instrumentos, métricas y composiciones que se nutren “del alma del tango”, pero que a su vez está atravesada por una musicalidad propia de cada integrante.
También por una formación que no es la típica, claro: cantora, bandoneón, bajo eléctrico, guitarra, piano, batería y un uso indisimulable de electrónica aplicada a la música. “Siempre las voces nuevas hacen ruido”, particulariza Fran. “Pero creo que pueden convivir sin conflictos diferentes miradas del tango. Hemos tocado en todo tipo de milongas y lugares que uno podría asociar con lo mas clásico del género, y hemos sido muy bien recibidos y bailados, cosa fundamental en este mundo”.
–¿De qué proyecto se sienten más cerca, dentro de estas nuevas miradas tangueras?, ¿Bajofondo, Tanghetto, TangoLoco, algún otro?
Mikele Borra: –La identificación con esas miradas tangueras tal vez pueda acercarse por la utilización de recursos de sonido moderno, pero a diferencia de otros artistas que toman piezas o samplers de clásicos y los enchulan, nosotros tratamos de transmitir una mirada propia y actual de Buenos Aires.
Fran Borra: –A lo largo de estos siete años de carrera y dos discos, encontramos algo que distingue o no a un proyecto: identidad. Nosotros hacemos tango nuevo, que se vale de recursos contemporáneos que juegan con lo más tradicional del estilo. Transmitimos una sonoridad que acerca a las nuevas generaciones al género. Respecto de los tres proyectos que nombra, sí, han sido de gran influencia para esta nueva mirada.
Siete años y dos discos, en efecto, es la traducción de la orquesta a números. Tangorra arrancó en 2010 y tres años después publicó su primer trabajo, Ecos del sur, que fue presentado en todos los recovecos del circuito de milongas de Buenos Aires, y en ciertas paradas del litoral. Luego llegó el flamante Tangópolis que recorrerá en vivo la costa atlántica durante febrero, litoral y CABA en marzo, y varios países europeos hacia mayo. “Ambos discos cuentan historias diferentes”, compara Fran. “Ecos del sur es una búsqueda, una exploración. De todas formas, si bien la distancia sonora y musical entre ambos laburos es notable, hay una conexión mística entre ellos. Los dos fueron hechos por Mikele y por mí, Ecos en condiciones de guerrilla y Tangópolis de manera súper profesional”, se ríe el bajista y productor del disco. Lo sigue Mikele. “Ecos del Sur fue experimental dentro del estilo, por estar en el comienzo de nuestro camino. Pero luego de haber estado tocando durante tres años en milongas, festivales y teatros de Buenos Aires y del interior, nos fuimos empapando del estilo y aprendiendo mucho. Esto generó una evolución y la necesidad de seguir componiendo. Todos evolucionamos y Tangópolis representa ese camino mas inserto en el tango, pero sin perder nuestra identidad”.
La identidad de la orquesta se trasluce en un mosaico estético que cumple con el ABC del riesgo musical. “El disco juega con los extremos que se dan en Buenos Aires”, explica Fran. “A lo largo de las diez canciones, en Tangópolis buscamos el equilibrio justo para que bases densas y pastosas se mezclen con bandoneones, pianos, sintes y arreglos de cuerdas, con la voz imponente de Paula Maciel”. Una de esas puntas está dada por el dos por cuatro casi clásico que fluye de “Emoción”, el sexto track del disco. “Es la pieza más tanguera porque tiene una letra espesa, de remordimiento y decepción; y asume en gran medida una verdad de lo que somos: vagabundos por caminos de la vida”, define el bajista. En la misma línea viaja “Esencia”. “Acá, la fragilidad humana es el tema. Fragilidad frente al otro, frente al amor, frente a las adicciones, frente a uno mismo. De hecho, la historia de este tema narra una noche interminable de dolor que todos hemos tenido a lo largo de la vida, pero también guarda una luz de esperanza justamente en su nombre: todo se puede enmascarar, quebrar o negociar menos la esencia de uno mismo”, cuenta uno de los Borra que, antes de fundar la orquesta, andaba en cosas poco relacionadas con el tango (The Bareth Sessions o Psycho Project, por caso) y combinó miradas con el otro, Mikele, que se encontraba experimentando con el jazz y la electrónica. “Todo cambió cuando Mikele recibió el fueye de nuestro abuelo como herencia familiar: la familia tira”.