Hablar de la situación actual del cine a partir de la experiencia de mi película Alanis puede ser peligroso. ¿Por qué? Porque tiene un diseño de producción en el que muchas películas han caído a la fuerza: un plan apretadísimo de tres semanas de rodaje, filmación en etapas, en la calle sin cortes ni extras, un presupuesto acotado, la productora financiando la película cuando aún no tenía confirmado crédito ni adelanto de subsidios alguno y la voluntad y generosidad de muchas personas. Alanis ganó premios, no generó pérdidas, la vieron unos 30.000 espectadores, se estrenó en España: el resultado es positivo. Ahora, si me preguntan si es un modelo a seguir creo que no.  Considero que transformar en estándar este tipo de diseño debilita la calidad de las producciones independientes argentinas. No se ajusta a todas las películas y nos hace perder competitividad dentro del mercado nacional e internacional. Creo también que no hubiese podido filmarla como mi primera ni mi segunda película con este resultado. Nos costó encontrar “el festival” para la película porque en general a los programadores les parecía pequeña y lo es en términos de producción. Aún más difícil fue conseguir lugar en las salas argentinas. En la Ciudad de Buenos Aires fue programada sólo en tres salas y en ninguna con vuelta completa, es decir no en todos los horarios sino compartiendo sala con otras películas. Supuestamente, los complejos ya cumplían con la cuota de pantalla para el cine nacional y no tenían obligación de estrenar Alanis. Cabe aclarar que la cuenta la realizan no por pantalla, como dicta la ley de cine, sino por “complejo” en su libre interpretación de mercado.  Cuando volvimos con los premios del festival de San Sebastián pedimos ayuda al Incaa para conseguir más salas de exhibición, pero a pesar de las buenas intenciones, no fue posible sumar ni una sola función.  

Pareciera que todas las películas que no tengan una salida comercial superior a las 150 copias y con una fuerte inversión privada de altísimo riesgo para los productores deberán filmarse como Alanis. Hoy el costo medio de una película nacional reconocido por el Incaa (el que regula el tope de subsidios al que un productor puede acceder como forma de recuperación industrial) está muy por debajo del presupuesto real que cuesta filmar en el país, en por lo menos un 40%. Esto es admitido por todos los sectores de la industria y por el Incaa mismo. ¿Por qué no se adecua? La respuesta desde el Incaa es que no alcanzaría el fondo de fomento para soportar todas las películas que tienen preclasificación de interés y que no se filman en este momento porque la plata no les alcanza para producir. Son muchas las dudas de la industria al respecto. ¿Cuántos proyectos son? ¿Para cuántas producciones sí “alcanza” el fondo? 

Sin previsibilidad deberemos ser productores y directores malabaristas que a veces a fuerza de talento y creatividad acertamos o no con nuestras películas.

* Directora de cine. Este año estrenó Alanis, que ganó el premio a la Mejor Dirección y Mejor Actuación Femenina en el Festival de San Sebastián.