Desde Lima
El gobierno peruano cierra el año débil y aislado tras dos semanas que conmovieron el país. Primero fue el intento del Congreso, controlado por el fujimorismo, de destituir al presidente Pedro Pablo Kuczynski por sus relaciones con la constructora brasileña Odebrecht, envuelta en un escándalo de corrupción. El presidente se salvó porque sorpresivamente diez de los 71 congresistas fujimoristas votaron a favor de PPK, como todos llaman a Kuczynski, salvándole la cabeza. Tres días después vino el golpe mayor. PPK le dio el indulto al ex dictador Alberto Fujimori, condenado en 2009 a 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Para todo el país el indulto fue a cambio de los diez votos que Kenji Fujimori, el hijo menor del ex dictador, enfrentado a su hermana Keiko que controla el partido, consiguió a favor del presidente. El indulto gatilló un amplio sentimiento de indignación.
“Creo que Kuczynski no esperaba el nivel de rechazo que ha generado el indulto. No suele tener un buen cálculo sobre el costo de sus decisiones”, le señaló el politólogo de la Universidad Católica Fernando Tuesta a PáginaI12.
El presidente enfrenta ahora el abierto y activo rechazo de los sectores antifujimoristas -desde la izquierda hasta una derecha liberal- que le hicieron ganar las elecciones para evitar el retorno del fujimorismo al poder, su gobierno se ha fracturado por una sucesión de renuncias –hasta ahora tres de los dieciocho congresistas del oficialismo, dos ministros y más de una veintena de funcionarios han dejado el gobierno–, y la calle está movilizada en su contra. En ese aislamiento, la sensación es la de un presidente que ha quedado en manos del fujimorismo.
“Como están las cosas después del indulto a Fujimori, para Kuczynski el futuro puede ser corto”, advierte Tuesta. “Estamos –precisa– delante de un gobierno sumamente débil, que ha perdido casi todos sus aliados. PPK es un enfermo que está en su lecho, respirando con una bomba de oxígeno de marca Fujimori. Solamente puede vivir con ese oxígeno, ya no puede vivir solo. Kuczynski depende del fujimorismo en general, y en particular de Alberto Fujimori. Irónicamente, si antes Fujimori dependía de PPK, ahora PPK depende de Fujimori”.
Pero el fujimorismo también tiene sus propios problemas con las disputas entre los hermanos Keiko y Kenji. La primera tiene el poder en el partido, pero con la liberación de Alberto Fujimori ese poder absoluto entra en discusión, y Kenji, más cercano al padre, gana terreno.
“Aquí se viene la noche de los cuchillos largos. Kenji ya salió con la espada”, dice Tuesta, analizando la interna fujimorista. “Hay dos escenarios posibles para resolver esta pugna entre la facción de Keiko y la otra que encabezan su padre y su hermano. O hay una recomposición del poder interno con costos para Keiko que hoy maneja el partido y más poder para Kenji, o no se ponen de acuerdo, se dividen y compitan entre ellos por el voto fujimorista”.
La indignación por el indulto a Fujimori tomó las calles. “PPK dijo que no lo indultaría, mentira, mentira, son la misma porquería”, gritó una multitud que recorrió las calles del centro de Lima el jueves a la noche. Son días de fiestas de fin de año, de vacaciones, con la gente poco atenta a los problemas políticos, pero igual miles salieron estos días a las calles de Lima y de las más importantes ciudades del país a protestar contra el indulto a Fujimori.
Mientras la movilización avanzaba por el centro de Lima, se escuchaba fuerte: “Chino, chino, chino, ladrón y asesino”. Parecía un regreso a los años 90 y las protestas contra la dictadura de Fujimori. “Por Justicia y Dignidad, Fujimori Nunca Más”, se lee en una gran banderola. “Fuera, fuera, PPK”, corea la gente, en alusión actualizada al grito de campaña de Kuczynski de “sube, sube PPK”. Jóvenes levantaban carteles con la frase “la memoria no se negocia”, en rechazo al pacto político bajo la mesa que canjeó el indulto por votos.
Familiares de las víctimas de las violaciones a los derechos humanos llevaban carteles con las fotos de los desaparecidos y los asesinados. En primera fila, alzando una foto de su hijo, aparecía Raida Cóndor, bajita, canosa, madre de uno de los nueve estudiantes de la Universidad La Cantuta secuestrados y asesinados en 1992 por el destacamento militar Colina, que operaba como un escuadrón de la muerte bajo las órdenes de Fujimori. Este es uno de los casos por los que el ex dictador fue condenado.
“Cuando me enteré del indulto al asesino de Fujimori, sentí que una vez más habían matado a mi hijo. Me puse a llorar”, dijo Cóndor a PáginaI12. Hace una pasa y continúa: “La justicia que habíamos encontrado, PPK la ha destruido, por eso 25 años después del asesinato de mi hijo sigo aquí caminando buscando justicia. Este indulto ha sido un acuerdo entre ladrones”.
El esposo de Rosa Rojas y su hijo de ocho años fueron asesinados por el grupo Colina en la llamada matanza de Barrios Altos, otro de los casos por los que Fujimori fue condenado. “Destruyeron mi vida. Con este indulto Kuczynski se ha burlado de mi dolor, del dolor de todos nosotros”, dice Rojas.
“Kuczynski ha traicionado a los familiares de las víctimas y a sectores mayoritarios de la ciudadanía. Fujimori está saliendo de la cárcel no como alguien que tiene una condición de salud grave, sino como alguien que está encabezando una estrategia de empoderamiento del fujimorismo. Esta ruptura de la legalidad para sacar a Fujimori de la cárcel es para generar una mejor situación de convivencia entre el gobierno y el fujimorismo para blindarse mutuamente en el tema de corrupción de Lava Jato (el jueves Kuczynski y Keiko Fujimori respondieron ante la fiscalía sobre sus vínculos con la trama de corrupción de Odebrecht)”, le dijo a este diario Indira Huilca, congresista del izquierdista Movimiento Nuevo Perú e hija de un dirigente sindical asesinado por el gobierno de Fujimori.