Escritores, guionistas, cineastas: a todos les preguntan en algún momento de dónde sacan sus historias. El dibujante español Max propone primero una respuesta: que las ideas las aporta un diablillo en forma de urraca. Y después dice que es mentira, pero elabora una suerte de ensayo gráfico y divertido sobre el relato, sus mecanismos y –claro– las posibilidades narrativas de una urraca. Todo ello sucede en ¡Oh diabólica ficción!, que originalmente serializó en El País Semanal y que en Argentina recopiló Musaraña Editora.

Max fue una de las figuras renovadoras de la historieta española, allá por los 80, cuando el destape posfranquista. Desde entonces, se constituyó en una de las voces más interesantes de las viñetas ibéricas y aún sigue vigente. En Argentina tiene publicados dos libros: este y la fábula existencialista Vapor, que comparten la estética de línea clara y narrativa sencilla, y el tono de humor inteligente.

“Soy el dios de las ficciones. Aunque algunos, malévolamente, insisten en llamarme Diablo”, se presenta la urraca protagonista en la tercera página. Poco después se hace llamar “el gran guionista” o “Mr. Brown”. Y así comienza toda una recorrida por los distintos modos de entender la inspiración, las musas, la retórica del relato, los discursos políticos, haikus, religiones y hasta Twitter. Max incluso se permite hacer metahistorieta, juguetear con el lenguaje que lo cobija y maneja para explicar sus puntos y atraer al lector.

No por esto hay que esperar una lectura densa. Todo lo contrario, Max consigue un libro muy ágil, con momentos de gracia y que fluye bien. Incluso algún lector más exigente podría reclamarle más profundidad en algunos pasajes. Sucede que, quizás por su origen periódico, Max tiene que resolver cada idea en dos páginas y eso resulta –más allá de algunas repeticiones recurrentes para poner al lector incauto en autos del asunto– en una hechura pensada para plantear una idea y seguir adelante. ¡Oh diabólica ficción! va al corazón de lo que cada pasaje tiene para ofrecer y no se desvía en meandros.

Para construirse de este modo, Max se apoya en su estilo de dibujo impecable, muy expresivo con pocos elementos y su facilidad para recurrir a composiciones de página demencialmente distintas según la necesidad de cada entrega y un manejo astuto de los colores. Un último detalle termina de convertir a ¡Oh diabólica ficción! en un gran libro: es inteligente, pero se ríe de ello. Como Max propone todo el trabajo como una gran mentira, puede ofrecer humor, evitar la pomposidad y el snobismo que a veces acompaña a las historietas de este tipo. Y no, no es un libro snob ni pretencioso. Y aunque el autor es plenamente consciente de haberlo narrado bien, no se lo está recordando al lector página por medio.