“Un niño muere al final de La ciénaga (Lucrecia Martel, 2001) cayendo por accidente desde una escalera; un joven adolescente mata a su padre de un tiro al final de La rabia (Albertina Carri, 2008), y cae el suelo. Ambas caídas se ponen en escena en un universo natural casi atemporal, sin referencia histórica o política, pero con elementos culturales o geográficos que remiten a la nación argentina.” Así comienza el libro Infancia y melancolía en el cine argentino. De La ciénaga a La rabia (Ed. Biblos), de la autora belga Sophie Dufays. Y ese comienzo es la punta del ovillo de la hipótesis que guía a su investigación.
Este libro es la segunda parte de otro que publicó previamente, titulado El niño en el cine argentino de la posdictadura. Alegoría y nostalgia (2014). Ambos conformaron una tesis doctoral que Dufays escribió para la Universidad de Louvain-laNeuve, de Bélgica. Como puede notarse, Infancia... analiza minuciosamente al personaje infantil en esas dos grandes películas que son La ciénaga y La rabia. Dufays postula que tanto Martel como Carri ponen en escena un universo natural, en apariencia atemporal, pero que articulan alegóricamente la infancia y el pasado histórico.
En diálogo telefónico con PáginaI12, la investigadora belga señala de dónde surgió su interés por el cine argentino: “Es el resultado de una trayectoria y de una serie de azares”, comenta en un español casi perfecto. Comenzó a estudiar la carrera de Letras y en ese marco se especializó en Literatura Hispánica. El Centro de Estudios Hispánicos de la Universidad de Louvain-la-Neuve tenía una especialización en literatura rioplatense. “Me apasionaba el cine pero no conocía nada del latinoamericano. Para la tesis quería trabajar sobre el cine combinando lo hispánico de manera muy general. Empecé a trabajar con la película El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela. Fue mi puerta de entrada al cine argentino. Desde entonces, cuando tuve la oportunidad de empezar la tesis, tenía claro que quería trabajar sobre la cuestión de la infancia en el cine. Primero pensé en España pero ya estaba muy trabajado, y como conocía un poco de la Argentina pensé que era un buen tema investigar el cine argentino”, recuerda Dufays.
–Si bien hay varias películas argentinas que abordan lo que estudia su libro, ¿por qué eligió La ciénaga y La rabia?
–A La ciénaga la elegí probablemente por su carácter tan emblemático, porque cuando en 2008 empecé el trabajo ya era una película que había tenido muchísimas interpretaciones y todos la consideraban una obra maestra. El final impactante que tiene el film resonaba con cosas del carácter metafórico de la muerte del niño. En esta película era algo enigmático, que no lograba entender. A la vez, quería estudiar el tema de la infancia. Junto a ese tema, se me impuso la noción de alegoría, y me parecía interesante contraponer los relatos alegóricos clásicos –en los que sí es evidente la noción de alegoría– con un relato como éste.
–¿Y en el caso de La rabia?
–Fue un poco al revés de lo que pasó con La ciénaga, que ya era una obra importante en 2008. Ese año vi La rabia en el Bafici y me impactó mucho verla en el cine. Directamente fui a pedirle el DVD a Albertina Carri, que me lo dio. Quise trabajarla por el motivo contrario porque con La rabia podía empezar casi desde cero un análisis, ya que no había cosas escritas sobre la película. Luego, la comparación entre ambos largometrajes me pareció evidente por cómo se muestra la infancia en universos rurales, por ejemplo.
–¿Buscó mostrar cómo estas películas metaforizan a partir de los personajes infantiles?
–Si se leyeran los dos libros, se entendería mejor que partí de relatos históricos en los que hay un claro paralelismo entre la historia personal de un niño y el relato histórico de la nación. Me pareció interesante ver, a partir de ahí, cómo se transforma o de qué manera la infancia sigue siendo sino una metáfora, una alegoría, un reflejo o un discurso sobre la historia en películas que, a priori, no parecen ir por ese lado.
–¿Cuáles son, a su entender, los ejes que distinguen a estas dos películas de tantos films argentinos que trabajaron infancia y pasado?
–Justamente que no trabajan la relación entre infancia y pasado de manera explícita. Es algo que uno tiene que desenterrar, analizar o interpretar a partir de otras películas, otras ideas o de un contexto cultural amplio. Aparentemente, son películas que sólo tratan sobre la infancia en un contexto más o menos presente, deshistorizado o descontextualizado. Pero el por qué elegí La ciénaga y La rabia tuvo que ver con seleccionar dos películas emblemáticas y también dos directoras emblemáticas. En ese momento, Albertina Carri ya era un nombre importante por Los rubios, y Lucrecia Martel ya había hecho su tercera película. Entonces, también estaba la idea de comparar dos directoras que ya tenían trayectorias y para quienes la infancia es un tema nuclear en todas sus obras.
–¿Cómo analiza la relación que establecen ambas historias entre infancia/juventud y el mundo rural?
–El contexto urbano deja más marcas del tiempo presente o pasado, mientras que, a priori, el mundo rural, no sólo en la Argentina, parece aislar la infancia en un mundo que suele dar lugar a narraciones idílicas y nostálgicas, como si fuera un paraíso infantil desinteresado de otras preocupaciones históricas. Justamente, es lo que no pasa en estas dos películas.
–¿Por qué decidió introducir un término psicoanalítico como “melancolía”?
–En realidad, si uno ve el título no necesariamente lo piensa en términos psicoanalíticos, porque es un término que ya se usa en muchos contextos y en el lenguaje común, más allá de esa referencia. Dentro del marco común en el que decidí trabajar, se agregan el duelo y la nostalgia. Es fundamental distinguir las nociones de nostalgia y melancolía, que en el lenguaje común se suelen tomar como sinónimos. Justamente, el psicoanálisis las distingue o, al menos, define a la melancolía en relación al duelo. Entonces, quería tomar esas tres nociones que vienen de mi interés por el niño en el contexto histórico de un trastorno de la filiación y del duelo que había ocurrido con el asunto terrible de los hijos de desaparecidos. Era una hipótesis al principio, sin haber visto las películas. Luego, observé que en el cine se plasmaron relatos diversos que permitían interpretar este pasado traumático. Entonces, encontré muchos relatos nostálgicos que armaban o daban la posibilidad de armar una especie de duelo de esta historia que estudié en el libro anterior. Me pareció que la melancolía, a diferencia de esto, era un paradigma que estas películas, sobre todo La ciénaga, imponían para pensar la infancia.