Un gobierno que parecía absorber todas las contradicciones sociales que le fueron surgiendo a lo largo de su gestión, que se dirigía raudamente a un fin de año triunfal, cargó con un costo político impensado días atrás, mientras acentuó su deriva autoritaria. Aún cuando logró aprobar la reforma previsional hay un piso social para próximas confrontaciones. Se ha abierto un período en que el macrismo se muestra tal cual es.

El gobierno y el propio presidente Macri se mostraron envalentonados luego de los sucesivos triunfos electorales en las PASO de agosto y las legislativas de octubre. Quedó blanco sobre negro en la reunión del CCK cuando bajo el lema “ahora o nunca” presentó su reformismo permanente. Con la 11° Conferencia Interministerial de la OMC y el anuncio con bombos y platillos del Acuerdo UE-Mercosur, mostraría que Argentina regresaba al mundo y que era “un país normal”, todo culminaría con la aprobación parlamentaria de leyes claves. Ilusionaba así terminar triunfalmente un 2017 que le creara problemas durante todo el año. 

No funcionó

La 11° Conferencia Interministerial de la OMC será recordada solo por el caos de tránsito y las dificultades para el traslado de personas que provocaron las medidas de seguridad de la ministra Bullrich, coronadas con la insólita prohibición de ingreso al país de militantes y activistas de ONG acreditadas. Todo terminó en un verdadero fracaso, muy por debajo de las anteriores (Nairobi 2015, Bali 2013). Ya no se trata de una organización estancada sino que a partir de esta Conferencia (Buenos Aires 2017) la OMC está en retroceso. Esto explica porque Susana Malcorra, presidenta de la cumbre, declarara sin ningún entusiasmo: “Evitar un derrumbamiento del sistema también es importante”.

Fracasó también la intención de anunciar en ese marco el Acuerdo del Mercosur con la UE. Los negociadores argentinos y brasileños cedieron más de lo previsto pero no lograron que los europeos abrieran los mercados agrícola—ganaderos, por el contrario exigieron mayores concesiones en obras públicas y otros rubros. Así el acuerdo fue postergado para el 2018 y las pretensiones de ser reconocidos como “paladines del libre comercio” quedo en la nada. 

Pero el pico de lo impensado llegó con el tratamiento parlamentario de la reforma previsional. Previamente la laboral, con algunas modificaciones, fue acordada con la cúpula de la CGT y la tributaria consensuada con los gobernadores, estaban ya listas para ser sancionadas. Restaba la previsional que era prioritaria y clave ya que financia todos los acuerdos y abriría las posibilidades de triunfo electoral en el 2019, por la fuerte transferencia de recursos a Provincia de Buenos Aires. Fue aprobada por el Senado y se suponía un trámite rápido en Diputados.

Sin embargo en el lapso que va del tratamiento de una cámara a otra se conocieron detalles del proyecto. No solo se trataba de un recorte al reajuste jubilatorio del orden del 8 por ciento, que afectaría derechos adquiridos, sino que también se modificaría la tasa de sustitución, por lo que el haber jubilatorio inicial, hasta ahora del orden del 62 por ciento del salario conformado podría reducirse hasta el 40 por ciento, en tanto que el 82 por ciento móvil era un chiste de mal gusto. Más que una reforma se trataba simplemente de ahorrar gasto previsional afectando no solo a los ya jubilados sino también a los futuros.  

Reservas hay

La reacción social no se hizo esperar, el rechazo a la reforma creció día a día, primero en los medios periodísticos, luego en las fábricas, escuelas y lugares de trabajo, también en los barrios. Esa reacción masiva forjó una alianza tácita de la izquierda, el kirchnerismo combativo, las dos CTA, seccionales gremiales enroladas en la CGT, movimientos sociales y otras fuerzas políticas de oposición. Esto contrastó con la militarización que rodeó al Congreso nacional el jueves 14.

Resultó un despliegue inédito desde el Estado de Sitio de diciembre del 2001, como también lo fue la irracional represión de las fuerzas de seguridad lideradas por la gendarmería. Lo que demuestra que las muertes del sur no fueron por exceso de algún que otro gendarme, sino porque tienen vía libre. 

En Diputados el oficialismo no logró mantener el quórum, la sesión fue levantada y pasada al lunes 18, en el ínterin el gobierno renovó el acuerdo con los gobernadores —a esta altura una verdadera connivencia dolosa, ya que cambian votos por dinero sabiendo que esto se transformaría en votos nuevamente al momento de sus reelecciones—. Todo con un módico bono compensador, que de conjunto alcanza un costo fiscal de 4000 millones de pesos por única vez, sobre una exacción como mínimo de 72.000 millones. El bono no hizo más que exacerbar los ánimos ya de por sí caldeados, y eso se vio en la plaza del Congreso ese lunes, como también una nueva modalidad represiva, durante la tarde y a la noche con los cacerolazos. 

Así con la sanción de la ley en la madrugada del martes 19, con muchos menos votos positivos de lo que el gobierno proclamaba tener, se cierra una intensa semana de movilizaciones de miles y miles de personas contra la OMC, por los derechos de los trabajadores de la economía popular, contra las reformas, también en La Plata por el intento del gobierno provincial de vaciar el Instituto de Previsión Social, que fueron brutalmente reprimidas con un saldo de numerosos detenidos y heridos, no pocos de gravedad. 

Es claro que hay una deriva crecientemente autoritaria del gobierno —la represión desatada por estos días en Neuquén es otra muestra— que es incapaz, por su propia naturaleza, de encausar el conflicto social. Pero esto no debe tomarse como un símbolo de su fortaleza, por el contrario como muchas experiencias nacionales e internacionales lo mostraron a lo largo de la historia, sino uno de su debilidad.

Aquella alianza forjada de hecho en acciones comunes en el parlamento y en las calles, revalorizo la unidad tantas veces proclamada y pocas concretada y obligó a la CGT a pronunciarse, llamar a un paro y finalmente quedar al borde de la fractura. De conjunto le cobraron un alto costo político al gobierno y sus aliados.

Sin desconocer las dificultades, estos acontecimientos alejan toda interpretación pesimista de la coyuntura y deja descolocados a aquellos que depositaban su confianza que solo en el parlamento se derrotaría esta ofensiva reaccionaria. Por el contrario, una vez más queda claro que la calle resulta decisiva aunque no se logre todo lo buscado. Como en cada situación crítica, las reservas de nuestro movimiento obrero y popular afloran con toda su fuerza y forjan las necesarias unidades sociales y políticas que muchas veces las distintas tendencias dificultan.

El movimiento social de conjunto ha dado un salto cualitativo y ha fijado un nuevo piso para las resistencias; la política y la represión gubernamental también.

* Integrante del colectivo Economistas de Izquierda (EDI).