Una marca es una marca pero un club es otra cosa. El segundo cierre del Cosmos de Nueva York nos ratifica la diferencia. Es una señal de lo que podría pasar en la Argentina si una asociación civil se transformara en sociedad anónima. O en una franquicia, la palabra con que se definen estos emprendimientos en otros deportes. El equipo que fundaron en 1971 dos ejecutivos de Atlantic Records, el sello discográfico, acaba de gastar su segunda vida. La primera duró hasta 1985, cuando se convirtió en un boom de la mano -y de la fama- de Pelé, Beckenbauer y Chinaglia. La última etapa acaba de terminar y fue mucho más efímera. Se extendió entre 2010 y este año. Su presidente Seamus O’Brien anunció la semana pasada que dejaba de competir en la segunda liga de Estados Unidos. Rescindió los contratos de todos sus jugadores -algunos integran distintas selecciones nacionales- y no les pagará la totalidad de lo que habían acordado. Además, la decisión del Cosmos podría arrastrar a la disolución de la North American Soccer League (NASL) donde habrá escasez de participantes.
El equipo de la Gran Manzana, vecino de Wall Street y que más títulos había logrado en EEUU, no seguirá jugando. Todavía no se sabe si este será su adiós definitivo o el segundo adiós. O’Brien había anunciado cuando tomó al Cosmos que su proyecto tenía una meta a diez años: ser el mejor de Estados Unidos. Pero perdió plata -se dice que unos 30 millones de dólares- y cortó por lo sano. La primera medida que tomó fue sacarse de encima a un plantel completo. A cada jugador se le informó que recibiría la paga de noviembre y un bono. Aunque no el mes de diciembre y mucho menos el contrato firmado.
La marca ya no era lo que había sido en los primeros años de la década del ‘70, cuando la fundaron dos hermanos de origen turco: Ahmet y Nesuhi Ertegün. Venían del ambiente de la música, de patrocinar a Led Zeppelin y Phil Collins, entre otros, en una discográfica. El experimento resultó un éxito de marketing, además de deportivo, en una liga profesional que comenzaba a insinuarse como hoy las de China o las monarquías de Arabia Saudita o Qatar. Cosmos ganó los torneos de 1972, 1977, 1978, 1980 y 1982. En 1975 contrató a Pelé, quien ya se había retirado del fútbol y volvió para jugar con la camiseta verde del equipo de Atlantic Records. Su estadía duró tres temporadas hasta que se despidió el 1° de octubre del ‘77, con 36 años y su cuenta bancaria más abultada. No venía de hacer buenos negocios.
En los años siguientes, al brasileño se sumaron su compatriota Carlos Alberto, el italiano Chinaglia y el alemán Beckenbauer. Todos jugaron con Pelé. Y el Cosmos siguió reforzándose con figuras como el holandés Neeskens y el paraguayo Julio César Romero, “Romerito”. A sus dueños no les importaba perder plata. Dos años después del último título conseguido por el Cosmos en su primera etapa, en 1984, la liga de EE.UU. cerraba sus puertas. Y con ella el equipo de las estrellas en vías de jubilarse.
El proyecto del Cosmos sufriría un impasse hasta su regreso en la aggiornada NASL. Ya no sería la principal liga de Estados Unidos, desplazada como está hoy por la MLS, fundada en 1993. El Cosmos volvería a participar en una competencia de segundo orden, aunque no perdería la costumbre de contratar figuras internacionales de abultado cachet un cuarto de siglo después. Su futbolista más conocido hasta el año pasado fue el español Raúl, ex goleador del Real Madrid.
A fines de 2010 el empresario inglés Paul Kemsley reflotó la marca. Volvió con Pelé como presidente honorario. También con Eric Cantoná como la cara visible del proyecto. Su meta consistía en ingresar a la MLS. Pero no lo logró. En Estados Unidos el fútbol no se rige como en otros países, por un sistema de ascensos y descensos bajo una sola asociación que organiza los campeonatos. Los equipos entran y salen si pagan su franquicia. Y al Cosmos se le complicó del todo su acceso a la principal competencia cuando apareció el New York City FC, la joint venture entre el Manchester City y los NY Yankees, de las grandes ligas del beisbol profesional.
Su marca, entonces, quedó desvalorizada en un torneo de segundo orden. Ese que también ve amenazada su existencia por falta de equipos. Ya renunció el Cosmos, además de que Tampa Bay Rowdies y Ottawa Fury se pasaron a la MLS. La NASL tendría ahora solamente ocho franquicias. Y podría ser desplazada por otra sigla, la United Soccer Leagues (USL) que reúne a 33 clubes.
Uno de los afectados por la caída de la representatividad de la NASL es el basquetbolista Carmelo Anthony, propietario del Puerto Rico Football Club (PRFC). Hijo de un boricua, creó la franquicia el año pasado en la ciudad de Bayamón. Con su equipo, pasó a cubrir el vacío que había dejado el Puerto Rico Islanders, una marca que quedó afuera del mercado del soccer.
Un hecho hace más patético el caso del Cosmos, que no jugará en 2017. Acaba de salir campeón en la NASL. Así es el fútbol en el país más poderoso del planeta. Su modelo de clubes franquicia, que también se reproduce en otras ligas de Europa y América, tiene algunos seguidores en la Argentina. El presidente Mauricio Macri es su principal propalador. Lo único que tuvo éxito de esa cultura deportiva en nuestro fútbol -y hasta cierto punto- fueron las porristas que reciben a los equipos cuando salen a la cancha.