Culmina un año fértil en materia de música popular argentina. Un año que, en medio de la recesión del mercado de bienes culturales –y de bienes, en general–, vuelve a comprobar aquello que sigue dando qué hablar: la estimulante vitalidad de la que hace gala esta música, el modo siempre sorprendente en que puede avanzar con el riesgo de la apuesta –en la gran mayoría de los casos con la autogestión incorporada ya como un saber más del oficio del músico–, y muchas veces con las redes y los medios digitales como nuevos aliados. Entre muchísima producción, un rasgo se visualiza como marca de época: las fronteras de géneros van quedando diluidas por el propio avance de lo que se hace, las etiquetas quedan viejas y, si las bateas son ya cosa de otros tiempos, las catalogaciones quedan como cáscaras difíciles de aplicar.
La consolidación en la escena de una cantante distinta como Nadia Larcher, destacándose en proyectos que no la tienen como protagonista, pero por los que va dando forma a su carrera, en una apuesta a lo colectivo, podría ser una marca distintiva del año, con hilos tendidos a futuro. También lo que dijeron en tiempo presente artistas fundamentales como Teresa Parodi y Víctor Heredia a través de sus nuevas producciones. Las celebraciones que habilitaron los centenarios de Cuchi Leguizamón y Violeta Parra dejaron buena tela cortada. La cantidad y diversidad es otra marca que se visualiza en lo que quedará de 2017, lo cual hace necesariamente a este balance incompleto, y por tanto injusto: nada de lo que aquí se diga debe tomarse con pretensión totalizadora.
Una voz conmocionante
La catamarqueña Nadia Larcher sabe marcar lo leve y lo profundo con su voz. Y en ese modo de interpretar, sensible a lo que dice y atento a de dónde viene lo que dice, marca la diferencia. Muy particularmente en el vivo, aunque también en los registros, provoca momentos conmocionantes. La cantante coronó un año intenso con la publicación de tres discos notables que la cuentan entre sus participantes. Con Proyecto Pato, enfocado en la obra del catamarqueño afincado en Tucumán Luis Víctor “Pato” Gentilini, mostró Dueño no tengo. Con Seraarrebol, su nuevo dúo con Nacho Vidal, editó Halobestia. Y también se presentó en sociedad el flamante y elogiado Don Olimpio, ensamble que arregla y dirige el pianista Andrés Pilar.
Estos tres trabajos sobresalientes tienen a Larcher como protagonista; sin embargo, ninguno lleva su nombre. La apuesta por lo colectivo, siempre en buena compañía, hace crecer de este modo las virtudes propias. A esto se suma en el año sus participaciones en discos como el de la Orquesta Argentina de Charangos, el de Teresa Parodi, y su reciente y elogiado paso por el ciclo Estaciones Sinfónicas en el Centro Cultural Kirchner, junto a la Orquesta Sin Fin, en un trabajo basado en compositoras argentinas contemporáneas que está desarrollando.
Decir en tiempo presente
Teresa Parodi editó este año un disco de gran potencia, en el que volvió a musicalizar a poetas. En Todo lo que tengo, Parodi abreva en Neruda, Gelman, Cortázar, Manuel J. Castilla, María Elena Walsh, Borges y Armando Tejada Gómez, el paraguayo Elvio Romero, y su coprovinciano Francisco Madariaga. También suma canciones propias, como el huayno con música de Juan Falú y la que da nombre al disco. Hay canciones que tienen una fuerza épica: “La lucha”, sobre el poema de Tejada Gómez, con la participación de Luciana Jury como invitada; “Porque ha salido el sol”, un poema de Neruda que musicalizó Víctor Heredia, sobre el que rapea Miss Bolivia. Otras sorprenden por cuánto le hablan al presente: el poema de Romero “Aguafuerte”, en el que se luce también Liliana Herrero. Con arreglos de Ernesto Snajer, el trabajo toma otra dimensión con otros invitados como Pedro Aznar, Juan Quintero, Carlos Aguirre, Chango Spasiuk y Larcher. “Musicalizar poesía abre puertas inesperadas”, dice Parodi sobre este trabajo.
Otro que trajo nueva música fue Víctor Heredia; en este caso fue una reinterpretación de las canciones de siempre, a las que hizo sonar nuevas. El cantautor celebró cincuenta años sobre los escenarios (contados desde la vez que ganó el Premio “Revelación Juvenil” de Cosquín, gran puerta para su carrera) editando 50 en vuelo. Son dos discos en los que repasa todos sus temas, de los más conocidos a otros menos difundidos, y también algún inédito. Lo hace en compañía: toman a su cargo cada canción colegas como Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Ricardo Mollo, León Gieco, Pedro Aznar, David Lebón, Juan Carlos Baglietto, Soledad Pastorutti y Juanse, entre muchos otros, logrando cada uno un sonido diferente.
El hallazgo es el de no cortar el hilo que une a cada tema con sus orígenes, dándoles sin embargo una vuelta de tuerca.
Los Carabajal también festejaron el medio siglo de trayectoria con 50 años de grandes éxitos en vivo, con sus parientes Peteco, Cuti y Roberto Carabajal como invitados. Apostando en este caso a conservar lo logrado en el camino, el grupo de La Banda, siempre con Musha y Kali Carabajal a la cabeza, mostró la fuerza intacta de sus chacareras también en grandes conciertos, que tuvieron en el Luna Park su coronación. Otros que permanecen son Susana Rinaldi y Osvaldo Piro, que aunque no grabaron disco, este año ofrecieron una reunión memorable. Mucho más nuevos en la escena, pero parados ya como referentes, María y Cosecha también celebró este año su aniversario redondo, en este caso las dos décadas. Mostraron su buen presente editando el preciso Agosto. Y si de persistencias musicales se trata, la del dúo que sostuvieron Liliana Vitale y Verónica Condomí desde hace ya cuarenta años es para destacar. También celebraron con disco nuevo, Elementales, donde avanzan tejiendo juegos de voces, contrapuntos e improvisaciones.
Centenarios que dejan tela
Dos centenarios de nombres fundantes habilitaron buenas formas de homenaje en 2017. El primero, el de Violeta Parra, dio pie al proyecto colectivo Después de vivir un siglo, en el que Argentina celebra a Violeta Parra. De un lado y otro de la cordillera, el disco sumó voces de mujeres (Paula Ferré, Carla Giannini, Chiqui Ledesma, Lorena Astudillo, Mónica Abraham, Dorita Chávez, entre otras), para volver a traer sus canciones, poemas y décimas. Y se cumplieron también cien años del nacimiento de Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Astudillo lo homenajeó con El Cuchi de cámara, un trabajo que integra un quinteto de cuerdas más un grupo folklórico, lo académico y lo popular. Con arreglos originales y dirección orquestal de Patricio Villarejo, el disco y todas sus presentaciones trazaron además una línea con aquel material que la plantó en escena, Lorena canta al Cuchi, de 1999.
Otro homenaje al gran compositor salteño se dio en forma de libro: el Instituto Nacional de Música (Inamu) publicó Corazón alegre, fruto de un largo trabajo, y pensado para repartir gratuitamente en las escuelas y espacios educativos de música de todo el país. El notable material presenta transcripciones para piano (algunas, inéditas), adaptaciones para guitarra en formato cancionero y arreglos para dos voces interpretadas originalmente por el Dúo Salteño, esa creación del Cuchi. Con un trabajo paciente Leopoldo Deza en la transcripción de partituras para piano, cancionero y arreglos para dos voces, y de Diego Rolón en la transcripción para guitarra y cifrado del cancionero, la obra invita a recorrer 43 composiciones que forman parte del universo musical planteado por este singular creador salteño, que permanece como hito y punto de partida en la música argentina. En estos momentos se está repartiendo en escuelas artísticas, conservatorios y universidades, y esa es una buena noticia para la música argentina.
Mucho y diverso
Si lo que dejó el 2017 es cantidad y diversidad, y profusión de producciones independientes, algunas de ellas sobresalieron entre tantas. Carlos “Negro” Aguirre editó con su trío el precioso Calma, que además tiene el mérito de haberse editado desde su sello entrerriano, Shagrada Medra. En Síndrome de Estocolmo, Luis Gurevich mostró que es un genial melodista. Georgina Hassan dejó marca con Madreselva. Peteco Carabajal consolidó la propuesta de Riendas Libres con su hijo Homero y Martina Ulrich, editando El amor como bandera. Julio Lacarra mostró su vigencia con Ronda. El guitarrista y compositor Hernán Reinaudo tomó un camino de riesgo con Neocriollo. Ramiro Gallo también apostó con su quinteto y la cantante Roma Ramírez, en el disco Lo que muere renace.
Más de lo tanto y diverso: Los hermanos Juan y Marcos Núñez son capaces de dotar de nuevos aires a la tierra colorada de sus orígenes en 3Fronteras. Al mismo tiempo, Franco Luciani puede ir y venir en ritmos, estilos y generaciones, dándoles unidad con su armónica en Anda en el aire. Un proyecto como a Orquesta Argentina de Charangos, dirigido por Rolando Goldman, se puede desarrollar y editar un disco que muestra su potencia. Los Caminos sin tiempo del destacado trío Aura! (Popi Spatocco, Facundo Guevara y Ricardo Cánepa) pueden viajar desprejuiciadamente del Barrio Sur de Montevideo a Copacabana, pasando por Tucumán, Ecuador y La Rioja.
Se destacan también, entre tantos, el último disco de la banda Duratierra, Cría; y El otro Salgán, donde el pianista Matías Martino aborda las músicas folklóricas de este creador con el trío que conforma con Juan Pablo Navarro y Mariano Cantero, en uno de los grandes trabajos del año. El tango mostró también una sorprendente capacidad para seguir gestionando proyectos numerosos como son, necesariamente, los de las orquestas. El Club Atletico Fernández Fierro fue uno de los reductos que albergaron propuestas como la de la Orquesta Típica Pichuco, durante todo el año. Algunos disco sobresalientes dentro del género fueron el de Osvaldo Peredo y la Orquesta Victoria, En vivo en Uruguay; Infexión, del septeto de Lautaro y Emiliano Greco; y Las historias del humo, de 34 Puñaladas, un grupo que ya es un clásico, con casi dos décadas de trayectoria, y que eligió hacer repertorio de nuevos autores. Y ubicada dentro del amplio género del “no género”, con una propuesta de lo más variada, pero siempre festiva y bailable, apareció con fuerza en la escena La Orquestonga, conformada por músicos de la Argentina, Cuba, Uruguay y España, sonando fuerte con Un día de estos.
Algunas reediciones marcaron también el año: la antología de Daniel Toro que editó el Instituto Nacional de la Música, como parte de la recuperación del catálogo histórico de Music Hall; el concierto de 1989 del Quinteto Tiempo en Holanda (Registros de Cultura); la selección del Cuarteto Cedrón Para nuestros hijos, una recopilación de canciones de todas las épocas propuestas para ser compartidas con las nuevas generaciones. Con un dato: al mismo tiempo que reedita su obra completa, la emblemática formación avanza en yunta con grupos como los jóvenes de La Lija, con los que volvieron este año sobre Del Gallo Cantor. Cantata, aquella obra de los 70. Tomando impulso sobre sus tradiciones para proponer lo nuevo, la música argentina se abre paso.