Los números hablan por sí solos del derrumbe de la producción editorial argentina. En el 2016 se produjeron la mitad de los ejemplares que en el 2014 (62 contra 128 millones). Esa tendencia siguió durante el 2017: durante el primer semestre del 2017 se produjeron 8 millones menos de ejemplares que durante el primer semestre del 2016. Otro derrumbe fue el de la compra de libros desde el Estado. En el 2015 el Ministerio de Educación compró libros por un valor de 1.150 millones y en el 2016 solo por 100 millones. También la baja de venta de libros rondó este año el 20 por ciento.
Estos derrumbes en serie no son producto de una catástrofe natural, son el efecto de una política. Al ministro Pablo Avelluto le gusta decir un aforismo de dudosa calidad, el difundido “libros libres”.
¿Libres de qué? De duplicar las importaciones en el año 2016. Mucha de esa importación son libros argentinos impresos en otros países (con su secuela de despidos en las imprentas locales). “Libres” para recibir los saldos de editoriales españolas. ¿Cuál es la política de este gobierno para el fomento del libro, para estimular nuevos lectores?
¿Qué hacen los Ministerios de Cultura, Educación o Producción para fortalecer a las más de 300 pequeñas y medianas editoriales argentinas que son la esperanza de la innovación, cantera de nuevos autores, generadoras de empleos? Las grandes empresas multinacionales también están en problemas, pero tienen anchas espaldas para resistir, no pasa lo mismo con las Pymes. Espero que el ministro Avelluto no quiera aplicarles otro de sus grandes aforismos, “el pasado pasa”, y condenarlas a que pasen al pasado.
Esta crisis del sector editorial se profundizará, mientras sigan estas políticas de ajuste, con apertura indiscriminada de las importaciones, tarifas impagables y abandono de políticas activas por parte del Gobierno.
* Director del Cuica (Centro Universitario de las Industrias Culturales).