El líder norcoreano, Kim Jong-un, proclamó ayer en su tradicional discurso de Año Nuevo que Corea del Norte se convirtió en potencia nuclear en 2017 y se dirigió en tono amenazante a los Estados Unidos al advertirle “que no se atreva a iniciar una guerra ahora” porque “siempre hay un botón nuclear” en su escritorio.
A su vez, abogó por incrementar la producción de armas nucleares y de misiles balísticos: “Este año debemos centrarnos en la producción masiva de ojivas nucleares y misiles balísticos y acelerar su despliegue”.
Kim, ataviado con traje y corbata gris, celebró en su mensaje televisado que su país “logró la meta de completar su fuerza nuclear estatal” y, por eso, advirtió a Estados Unidos que “no se atreva a iniciar una guerra ahora porque siempre hay un botón nuclear en mi escritorio”. “Esto es una realidad, no una amenaza”, dijo el máximo líder de este país asiático, quien repitió una y otra vez que su arsenal sólo será utilizado cuando exista una amenaza de invasión o un ataque.
Desde que comenzó la escalada con el presidente norteamericano, Donald Trump, este año, Pyongyang ha dejado bien en claro que sus programas de armas buscan crear un equilibrio de poder con Washington y evitar un ataque del gobierno de Estados Unidos.
Tras un período de dura crisis económica que sentenció a la muerte a cientos de miles de personas por hambruna, Corea del Norte decidió en los años 90 negociar con el entonces gobierno estadounidense de Bill Clinton y ambos acordaron detener el programa nuclear militar de Pyongyang a cambio de ayuda económica y energética por parte de Washington. Este acuerdo, sin embargo, fue roto por el sucesor de Clinton, el ex presidente George Bush hijo, quien reinició la escalada verbal y diplomática, principalmente a través de sanciones unilaterales y multilaterales de la ONU, con Corea del Norte.
Más tarde, Barack Obama, en sus ocho años de gobierno, no pudo o no quiso avanzar ni en un acercamiento ni en un endurecimiento de la posición estadounidense con Corea del Norte. La situación había quedado en suspenso hasta que Trump llegó a la Casa Blanca y eligió a Kim como uno de sus rivales internacionales predilectos. A lo largo de su primer año de mandato, el presidente estadounidense respondió a los sucesivos lanzamientos de misiles y pruebas nucleares del gobierno norcoreano con ejercicios militares en esa región asiática y con amenazas cada vez más explícitas. Trump llegó a advertirle a Kim que destruiría “completamente” su país en caso de un ataque a Estados Unidos.
La tensión en la región y en gran parte del mundo llegó a límites inéditos desde el final de la Guerra de Corea en 1953, que culminó con un armisticio que impuso un límite territorial de facto entre las dos Coreas, pero nunca creó una verdadera frontera internacionalmente reconocida.
En su mensaje de Año Nuevo, Kim eligió utilizar toda su artillería verbal contra Trump y mostrarse conciliador con uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región, su vecino Corea del Sur. Una vez más, aseguró que el camino del diálogo está abierto.
“Cuando se trata de las relaciones Norte-Sur, debemos reducir las tensiones militares en la península coreana para crear un entorno pacífico”, sostuvo el líder norcoreano y le pidió a Seúl que elija ese camino en vez de “ser parte” de las medidas estadounidenses que “amenazan la paz y la seguridad”.
Instó a Seúl a poner fin a las maniobras militares conjuntas que realiza con Washington anualmente en la península coreana y que desde el inicio considera un ensayo de invasión a su país.
Pese al hermetismo inigualable de su país, Kim también intentó mostrarse moderado y abierto al mundo. Anunció que su país está dispuesto a enviar una delegación a los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018 que se celebrarán en febrero, lo que representa un paso histórico para el deporte de ese nación.
Las repetidas pruebas armamentísticas de Pyongyang –una veintena de misiles lanzados, incluidos tres intercontinentales, y su sexta y más potente prueba nuclear hasta la fecha– le valieron a lo largo de este año que culminó un número record de resoluciones de la ONU con sanciones directas contra su sistema financiero, su comercio exterior, su sector energético y su clase política.
Gracias a su hermetismo y la censura total a la prensa internacional, es difícil estimar cómo han afectado estas sanciones y cuál es el estado real de la economía del país y el clima social y político.
Sin embargo, los pocos desertores que logran escapar del territorio hablan de campos de detención, de pobreza estructural, de corrupción y de una represión estatal que alcanza a todos a los sectores de la sociedad y los aspectos de su vida cotidiana.