“La tierra lagrimosa lanzó un viento/ que hizo brillar un relámpago rojo/ y, venciéndome todos los sentidos,/ me caí como el hombre que se duerme”, concluye el Canto III que hoy leerán miles de lectores en todo el mundo. El fervor por La Divina Comedia, una de las obras maestras de la literatura italiana y universal, se multiplica canto tras canto. El efecto contagio lo está generando el hashtag #Dante2018, una iniciativa en redes sociales que propone leer un canto por día de la obra de Dante Alighieri (1265-1321) durante cien días. Esta lectura global, abierta, simultánea y masiva, arrancó el lunes pasado y terminará el próximo 10 de abril. El poema alegórico de Dante está dividido en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cada parte tiene 33 cantos, suma que alcanza los 99 cantos, a los que hay que añadirle el canto introductorio. El ideólogo de esta propuesta es Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979), profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Chicago, autor de El sentido olvidado. Ensayos sobre el tacto (Mardulce).

  En casi tres días hay ecos y tuits de Colombia, Venezuela, España, Ecuador, Paraguay, Perú, Chile, Uruguay, México, Argentina y Estados Unidos, por mencionar un puñado de países que se extenderán a medida que avance la lectura. A la movida se han incorporado especialistas dantistas como el escritor colombiano Humberto Ballesteros, el crítico literario y traductor argentino Pablo Williams y Mariano Siskind, profesor argentino de literatura en Harvard, entre otros. La primera parte narra el descenso de Dante al infierno, acompañado por el poeta latino Virgilio, autor de la Eneida, maestro y guía del poeta florentino. Siskind ha tuiteado una serie de comentarios que analizan algunos aspectos medulares de esta obra que habría sido escrita en partes: el Infierno, probablemente entre 1304 y 1307 o 1308; el Purgatorio de 1307 o 1308 a 1313 o 1314; y finalmente el Paraíso de 1313 o 1314 a 1321. “Robin Kirkpatrick tiene una hipótesis interesante sobre la caracterización de Virgilio como ‘lo mio maestro e’l mio autore’ (Inf. I, 85), cuando había poco en la lírica amorosa de la Vita Nuova que justificara su identificación como modelo canónico. Kirkpatrick dice que si se considera lo que Dante había escrito hasta 1306, poetas provenzales como Arnaut Daniel o toscanos como Guido Guinizelli hubiesen sido opciones más obvias que Virgilio”, compara Siskind. “A pesar de que ‘tu se’ solo colui da cu’ io tolsi/ lo bello stilo che m’ha fatto onore’, la Eneida y su descenso infernal (condición de la fundación de Roma) muestra que La Divina Comedia es un ‘poema público’, político. Y entonces, para Kirkpatrick, la elección de Virgilio subraya la ruptura de Dante con su propia poética; y la decisión de escribir La Divina Comedia como un poema público que funda, desde el exilio, los principios políticos y éticos de una sociedad por venir”. 

El resultado inicial está desbordando a Maurette: “Había pensado llevar una bitácora de #Dante2018 y recopilar los tuits más memorables y los intercambios más interesantes. Hoy veo que debería renunciar a mi trabajo para hacerlo. Esto es una marea humana, la selva oscura que supimos conseguir”, reconoció el docente y ensayista. ¿Por qué el poeta florentino tituló su gran poema de inspiración trágica como Comedia? En Dante hay una preferencia por lo vital sobre lo terrible, según postula Giorgio Agamben. Para el filósofo italiano el principio cómico que inauguró La Divina Comedia alienta una dualidad de conceptos de suma importancia en la literatura de Occidente: cuerpo y poesía, narración y vida.

 “A Dante no le basta decir que, abrazados un hombre y una serpiente, el hombre se transforma en serpiente y la serpiente en hombre; compara esa mutua metamorfosis con el fuego que devora un papel, precedido por una franja rojiza en la que muere el blanco y que todavía no es negra -plantea Jorge Luis Borges, gran admirador y asiduo lector de La Divina Comedia, en el prólogo de Nueve ensayos dantescos-. No le basta decir que, en la oscuridad del séptimo círculo, los condenados entrecierran los ojos para mirarlo; los compara con hombres que se miran bajo una luna incierta o con el viejo sastre que enhebra la aguja (…) Los poetas proceden por hipérboles; para Petrarca, o para Góngora, todo cabello de mujer es oro y toda agua es cristal; ese mecánico y grosero alfabeto de símbolos que desvirtúa el rigor de las palabras y parece fundado en la indiferencia de la observación imperfecta. Dante se prohíbe ese error; en su libro no hay palabra injustificada”.