Desde Pinamar
Aunque ambas están a la vista, la nueva Pinamar tiene una cara que se publicita y otra que no tanto. Por un lado, los paradores ahora son de containers o construcciones en seco que de un día para otro pueden levantarse y no dejarán rastro: la normativa municipal que apunta a lo sustentable hizo que los históricos balnearios se tiraran abajo durante el año y aparecieran renovados, en línea con la onda eco friendly del distrito. Así, hay paneles solares camuflados que aseguran gastar solo lo necesario, tachos que separan lo orgánico de lo reciclable y bidones que acumulan el aceite usado de las frituras. Para quien mire entre líneas, en el mismo lugar aparecen detalles sutiles –y no tanto– que se mezclan con lo renovable: por ejemplo, sobre carteles agrestes que dicen los nombres de las calles, una empresa de telefonía anuncia su servicio 4G. Y en algunos bares las copas están auspiciadas por la universidad que ofrece posgrados en la costa. ¿Quiere una cuenta corriente junto al mar? El banco rodante se lo acerca a pocas cuadras. Las dos pinamares conviven y una cosa no quita a la otra: la ciudad conocida como la petit Punta del Este argentina luce reciclada, con varias obras que se extendieron hasta los primeros días de este 2018.
“Casi que no teníamos playa entre las carpas y los paradores: los balnearios eran gigantescos, incluso algunos tenían piletas semiolímpicas de concreto metidas en el medio. Ahora Pinamar está superinvolucrada en la sustentabilidad y recuperó todo el frente marítimo. Con los cambios en las estructuras, muchos de estos nuevos paradores abrieron antes que empiece la temporada, porque metieron una muy buena gastronomía y eso hizo que funcionaran los fines de semana para los locales”, explicó a PáginaI12 Eduardo Isach, secretario de Turismo de Pinamar. El retoque del frente marítimo, que el próximo 6 tendrá su inauguración en la ceremonia para bendecir las aguas, alcanzó la reconstrucción completa de 36 balnearios en todo el municipio. La normativa que los rige dice que las concesiones no pueden superar los 300 metros cuadrados, con lo que teniendo en cuenta el total de espacio recuperado, se suman nueve cuadras de playa que antes estaban concesionadas.
Hasta la tercera semana de enero la ocupación hotelera figura completa, aunque hay alternativas como camping o casas que se alquilan incluso por día. “Pinamar siempre fue un lugar accesible, sí es cierto que dentro de la costa argentina tal vez lo elija cierta clase que está un poquito mejor de la que va a Mar del Plata o San Bernardo, pero para comer o entretenerse hay lugares baratos, intermedios y caros. También pasa con la hotelería: hay hospedaje de una hasta cuatro estrellas, pero también damos opciones para quienes llegan y no tienen gran presupuesto”, dice Isach. Sobre las publicidades, el secretario argumenta que eso está normado: “Se trató de bajar pero bueno, son los convenios que se hacen cuando se vende el espacio público. La idea es que esté lo menos contaminado, aunque son las propuestas que van haciendo las empresas”.
Esto en Miami no pasa
Una señora, dorada como pasa de uva rubia, sale de la orilla con el grito en el cielo: “¡Diez grados menos que en Miami!”. Y es cierto, al contraste con los días de calor de la última semana, el mar resulta demasiado fresco. A unos metros, una familia con sombrilla, mate y churros de 80 pesos la docena hace un almuerzo gasolero y ahorra para cenar en un restaurant, sin darle importancia a los “códigos de estética visual y moral” de quienes este año no pudieron vacacionar cruzando la frontera, apretados por los ajustes pero no tanto como para privarse de unos días en la costa. Más allá está Agustín Retamozo, un joven emprendedor que coordina la escuela de surf “Ala Moana”, una de las diez por el estilo que se levantan en las orillas: “Las clases empiezan a partir de los 4 años y no hay edad límite. Consisten en una parte de teoría donde practicamos la remada, cómo pararnos y después de un precalentamiento una instancia en el agua con instructor personalizado. Tenemos tablas muy grandes para que en la primera clase ya te pares en el mar, tratamos de que esto sea más diversión y menos esfuerzo. Para los que quieran aumentar el nivel, ofrecemos un pack con entrenamientos específicos acordes a cada objetivo”. El precio de estas clases de surf empieza en 400 pesos y por cursos continuados hay costos especiales.
Para tener la habilitación que permite el uso del espacio público, las escuelas de surf deben pagar con 72 horas cátedra para niños de bajos recursos económicos que vivan en la zona: “Uno imagina que ya por ser pinamarense te la pasás en el mar pero no es así, hay chicos de acá que no conocen lo que es el mar. En lo personal la experiencia de darles clase me resulta fascinante, son chicos que tienen muchas ganas, se anotan en una lista de espera y cuando les toca venir te das cuenta que ponen todo el entusiasmo”, dice Agustín, que practica surf desde los ocho años y bautizó a su escuela inspirado en Hawái, donde compitió en 2010 cumpliendo uno de sus sueños.
Al lado de la bajada marítima, donde se levanta una de las escolleras, está el punto de encuentro de quienes practican kitesurf, un deporte extremo en auge que combina surf con parapente. Para tener una idea de este boom, el último fin de semana hubo un conteo de velas de kite sobre las playas de Pinamar: fueron 500. “Cualquier persona sin impedimentos físicos desde los 10 a los 50 años puede practicar este deporte. Todas las clases son iniciales y enseñamos desde el punto de eyección hasta a leer el pronóstico para saber si conviene salir. Los primeros entrenamientos siempre son en la arena, para tomar un buen dominio del equipo y sacarse el miedo sin perder el respeto al mar. Es un deporte mucho más sencillo de lo que parece”, dice Noel Diez, coordinador de la escuela Ubuntu Kite Surf (hecha íntegramente de containers y paneles solares), que ofrece clases desde 2500 pesos.
Por la combinación de vientos y mar plano, sin piedras que interfieran,esta zona de la costa es considerada por los especialistas como uno de los mejores lugares del continente para el kitesurf. La única condición para suspender la práctica son los días en los que el viento sopla de la orilla hacia el mar: se puede perder el control y ser empujado hacia adentro, teniendo que ser rescatado por alguna embarcación para poder salir. “Por eso es obligación que cada escuela tenga su guardavidas”, explica Diez.
Como Pinamar no puede ser menos, en 2018 también tendrá sus maratones. Los foros de runners ya las vienen anunciando hace meses, por lo que se espera una convocatoria multitudinaria. Para empezar, este domingo será la “Maratón del desierto Hi-Tec”, una apuesta que ofrece opción para principiantes de cinco km por la playa y otra para avanzados, que comprende 15 kilómetros entre medio de los médanos. Por otro lado, la “Maratón 10K Noblex” será el 20 de enero y tiene una opción participativa de cuatro kilómetros y otra de competencia, con 10 kilómetros.
Sin grandes discos
La propuesta para el turismo más joven cambió. Este año tampoco estará el corredor nocturno que se formaba entre la enorme disco KU –sus restos todavía se levantan abandonados en uno de los límites de Pinamar, junto al balneario La Escondida–, y Sabbia, que pertenece a la cadena con sedes en Punta del Este. La idea desde el municipio es terminar con el cruce entre quienes salían de bailar de madrugada y las familias que arriban tempraneras a la playa. A cambio, lo que se permite es que los paradores extiendan sus horarios con fiestas para bailar cerca del mar y que los pubs más grandes, como Pinta y La Luna, corran sus mesas pasada la medianoche para improvisar pistas. Eso sí, el adolescente que quiera bolichear intenso, deberá moverse hasta Villa Gessel o Mar del Plata.
Si lo que se busca es una escapada de turismo gay friendly, habrá que esperar o conformarse con lo que hay. “Es una idea que tenemos ganas de encarar el año que viene: queremos hacer un Pinamar gay friendly, que sea un lugar elegido. Nosotros trabajamos con propuestas bien marcadas de spa o de casarse en Pinamar, incluso hay empresas que arman el evento para casamientos en la playa y un juez va y lo hace. Aunque acá no tenemos nada pensado para la comunidad de forma directa, ni pubs ni boliches gay, tampoco creemos que sea necesario porque todo puede convivir”, dice Isach.
El fin de semana más cargado de la temporada será el 19, 20 y 21 de enero, cuando tocarán gratis Babasónicos, Tini Stoessel y cerrará el Pinamar Moda Look. Después de la experiencia del año pasado, cuando tocó Divididos y la ciudad se llenó durante unas horas, decidieron cambiar la propuesta de espectáculos a un público que tuviera más que ver con la onda del lugar. Fue así: las cuatro entradas que tiene Pinamar cuentan con un sensor de señales de teléfono, por lo que se supo que durante el recital de Divididos llegaron 60 mil personas a la ciudad. Pero terminado el espectáculo, los sensores detectaron que el mismo número de visitantes se fue. Dedujeron que turísticamente no les conviene: son personas que no duermen en hotelería ni generan el comercio interno de quien se queda al menos una noche.
La otra oferta fuerte, más familiera, será durante los carnavales de febrero, cuando la acción se traslade a Valeria del Mar. El municipio contrató a la comparsa de Gualeguaychú MaríMarí, que llegará con sus ritmos y canciones reversionadas para hacer un desfile por la calle principal hasta la costa. Los valerianos ya vienen practicando: el municipio alquiló trajes a la MaríMarí para que esos días vistan de alta pluma y se sumen al baile.