Un buen día del verano de 2012, Agostina Carbonazzo decidió que ya era hora de volver a hacer lo que más le gusta: dibujar. Se compró todos los elementos que necesitaba, apagó el celular, pidió que nadie la molestara y se sentó durante horas. Pero no hubo caso: no pudo producir nada, apenas algunas lágrimas que cayeron en la hoja en blanco. “Fue muy frustrante porque no pude dibujar nada, pero me sirvió para darme cuenta, con mucha tristeza, de que había algo en mi vida que estaba mal, que había perdido la fe y la conexión conmigo misma”, explica. Un par de meses después se separó, luego de una relación de 10 años, aunque sabe que lo que le ocurría era un problema suyo: “Tenía que afrontar el miedo y el temor a hacer lo que sabía que tenía que hacer”.
Agostina estudió cine pero fue recién cuando su tío más bizarro le regaló una tableta digitalizadora Wacom y empezó a jugar con el lápiz óptico, dibujando sus fantasías sexuales, que el bloqueo creativo se terminó mágicamente. “Al principio compartí esos dibujos con mi pareja de entonces, como algo privado, pero de a poco empecé a mostrárselos a mis amigos, que me insistían en que los mostrara. Nunca antes había hecho nada de arte erótico, para mí fue un descubrimiento y también una maduración sexual. Trato de que cada dibujo sea un recorte de la realidad, por eso trato de no poner rostros porque eso condicionaría al espectador: me gusta que cada uno pueda armar su propia fantasía sexual”, explica sobre su método Carbonazzo, que además trabaja haciendo spots para la Municipalidad de Lomas de Zamora.
Admiradora de artistas como Agnés Varda, Apollonia Saintclair, Lucrecia Martel, Susan Sontag o la videasta porno Erika Lust, Agostina sabe que esta búsqueda quizás recién empieza, pero el desafío que generó con sus ilustraciones evidentemente la inspira: si lo erótico en la publicidad siempre intenta vender algo y en la pornografía siempre está signado por una mirada masculina, los dibujos digitales que publica en su cuenta de Instagram (@la.salo) regalan postales sutilmente impertinentes de un erotismo libre, lúdico y consciente del poder de su propia feminidad. Lo que se podrá corroborar el sábado 13 de enero, cuando participe de una muestra colectiva de fotos e ilustraciones eróticas en Sheikob’s Bagels (Uriarte 1386, desde las 17).
“Creo que las minas podemos hablar de lo sexual y de lo erótico, podemos dibujar este tipo de cosas. Me encanta Erika Lust porque supo abrirse camino en una industria cien por ciento masculina, pero lo suyo es muy distinto a lo que está en el mercado porque tiene una sensibilidad que en un punto está mucho más conectada con la realidad y con lo cotidiano.”
Parte de esa búsqueda de lo cotidiano está en las zapatillas, la lencería y la ropa de marca de sus ilustraciones: un astuto toque pop tan warholiano como costumbrista: “Hoy en día cualquiera tiene unas zapatillas de marca, aunque sean truchas. Y para la gente es mucho más fácil expresar que una ilustración le gusta porque tiene algo de una marca de moda. Hoy por hoy tiene mucho más impacto mostrar una marca que a dos personas bellas tiradas en una cama”.