Una voz aguda. Una guitarra que ahorra en notas pero no en vuelos. Una atmósfera rara, un tanto melancólica. Un sonido minimal que intenta a veces (en temas como “Trajina Stratennych Vil”, por caso) zambullirse en un mundo hipernatural. Una veta ambient, onírica. Y una impronta a la que cuesta bastante encontrarle un origen geográfico. “Mi música siempre fue llevada por la necesidad de descubrir nuevos horizontes”, refrenda Ivana Mer, cantautora eslovaca y blanco de los rasgos enumerados. “Soy nómade. Viví en Francia, España, Alemania, República Checa y Eslovaquia, y cada país me ha enriquecido a su manera... todas las experiencias se reflejan en mis canciones, que intentan preservar y compartir mi mundo interior”, remarca ella ante la inminencia de su debut en Buenos Aires, hoy a las 21.30 en Velvet Club (Salta 755). El concierto de la eslovaca, precedido por el violinista argentino Sami Abadi, tendrá como fin la presentación de Early Works remixes extended versions, una extensión de su único disco a la fecha (Early Works) cuya diferencia con aquel es que contiene remezclas realizadas por músicos japoneses, argentinos, uruguayos, ucranianos, griegos, mexicanos, húngaros y australianos. “El disco refleja imágenes sonoras de mi vida viajando y componiendo. Y está visto desde el futuro, porque estas canciones siempre serán las primeras obras”.
–¿Por qué ha sostenido muchas veces que su música está determinada por las fuerzas de la naturaleza?
–Porque su influencia en nuestras vidas es absoluta, determina nuestro día a día. Quizás nosotros no lo reconocemos porque estamos demasiado ocupados, pero yo siento un profundo agradecimiento hacía la naturaleza, que aún nos está soportando en este planeta tan hermoso pero constantemente abusado, polucionado y maltratado por la raza humana. Tengo fe en que cada vez más gente tome conciencia y se sensibilice con la naturaleza para crear un mundo mejor, preservándolo para las futuras generaciones.
Mer, que también compone –y se nota– músicas para teatro, videoarte y danza, tenía cuatro años cuando cayó el Muro de Berlín y el llamado “socialismo real” se desmoronó en su país. “A esa edad no lo percibí, pero ese sistema, que perseguía el arte que no le gustaba, determinó muchas cosas entre las que se encuentra la manera de ser de las personas”, refiere ella, que a esa edad andaba en otras cosas. Por ejemplo, en cantar en el coro de la iglesia de su pueblo, o en encarar largas caminatas por un bosque en el que su abuela le enseñaba a escuchar música, y a cantar. “Mi abuela fue fundamental para mis primeros pasos y en la conexión entre música y naturaleza. Después, ya con 19 años, me mudé a Praga y la decisión me abrió muchas posibilidades. Me dio ganas de investigar sobre mis necesidades internas y empecé a componer”, cuenta la guitarrista cuyas influencias van desde Bach hasta el estonio Arvo Pärt, pionero del minimalismo, pasando por Lisa Gerrard, el pianista Lubomyr Melnyk, Linda Perhacs, Dežo Ursíny y Marián Varga. “Me gustaría decir que soy libre de las influencias, pero es imposible”, se ríe.
–¿Qué conoce de la música argentina? ¿Tiene alguna influencia de este lado del mundo?
–Mercedes Sosa, una cantante impresionante, y Luis Alberto Spinetta... su música es simplemente brillante. También conozco a Gustavo Cerati, no soy nada rockera pero me gusta mucho su arte. La primera canción que conocí de Argentina fue “Alfonsina y el Mar”, que es una obra maestra. Pienso que éste es un país de música elevada. Y de las bandas de la actualidad me gusta mucho Perotá Chingó (estuve en un concierto de ellas en Ibiza cuando giraban por Europa, y me encantaron). También Lulacruza, Aqualáctica, Lucas Heredia y Melina Moguilevsky. Espero que los creadores reciban apoyo de las autoridades que manejan la cultura del país, porque el arte es la nutrición de la nación, es importantísimo en el desarrollo de la sensibilidad y la educación de los habitantes en cualquier país. El arte es el verdadero valor de la sociedad.
–¿Y qué es lo que tendría que saber “el mundo” de la música eslovaca, según su óptica?
–Que hay mucho movimiento musical. Si tienen ganas de sumergirse en un viaje interior escuchen el proyecto I Am Planet. Si tienen ganas de bailar escuchen Voila. Si tienen ganas de escuchar increíbles interpretaciones de Philip Glass busquen a Cluster Ensamble. Después, Tante Elze es para conocer cómo se siente el invierno eslovaco y la profundidad de nuestro carácter. Nina Rosa para pegarse un viaje muy agradable con toques de Portugal; o Katarzia, que es la mensajera de nuestra generación.