Esta nota se gesta los últimos días del año que se fue y encuentra al puñado de motores rugientes que participan en ella el sábado 30, en la puerta del cementerio de Chacarita, con 35 grados de calor a la sombra. Sin embargo, las pibas no se amedrentan: vienen con los pelos al viento y un balde de cervezas heladas hace de anfitrión para las anécdotas que corren como el pico del único termo de agua fría. En algún momento, un camión arrima la trompa a la pequeña tribu y dice algo en susurros, a lo que una de las motoqueras responde “morite culo sucio”. En cuestión de minutos, un patrullero se acerca al aquelarre pero se va enseguida, murmurando por cucaracha que aquello era una reunión pacífica y saludando con cortesía. Algo de ese espíritu de denuncia sobrevuela en las anécdotas de las motoqueras: si bien saben de solidaridad y comunidad callejera, el hecho de no ser varones arriba de grandes motos las llevó a todas a sentir alguna vez la hostilidad en el cuerpo. Pero, aseguran, es mucho más empoderante acelerar e irse de una escena que las violenta que tener que quedarse ahí, peleando, como pasa en la calle cuando aparece alguien a lanzar un “piropo”.
La escritora Mariana Komiseroff anda en moto hace tres años. En su caso por la distancia: vive en Don Torcuato y su trabajo y las actividades culturales que frecuenta están en el centro. “Esperar el bondi era una tortura” dice “Pero además vi una moto que me gustó, la Zanella Mod 150, y me pareció hermosa. Dije quiero esa moto. Aunque nunca se me había ocurrido antes, me enamoré y me la compré. Es muy Penélope Glamour, la mía era roja y blanca y es re loco porque en el mercado te cobran de acuerdo al color y esta era mas cara por ser “de minita”, como las maquinitas de depilar que si son rosas son mas caras”. Todas saben de empezar por el scooter, o de aquello de diferenciar por género cuando se trata de productos que históricamente fueron fabricados para usuarios no solo varones, sino bien machos. “Hay una industria generizada con el tema de las motos, de hecho con los cascos por ejemplo, yo necesitaba uno chiquito y en mi talle solo había con mariposas o rosas. ¡Y yo no quiero nada de eso!” dice Dafna Alfie, que anda hace tres años y también empezó con una imitación de la clásica Vespa pero enseguida quiso sentir otra cosa y se pasó de cilindrada. “Siempre habité la ciudad sin medios de transporte, andando en bici. No soy de Capital, pero cuando llegué acá sentí que el transporte público iba a afectar mucho mi calidad de vida y mi salud mental y la moto era un deseo. Había cierto temor por todo lo que te dicen: te la vas a poner o estás re expuesta pero un día superé eso” cuenta y se mira con Mana, amiga y cómplice motoquera con la que tramaron comprarse la primera moto juntas y la odisea de ir a San Miguel a buscarla por pagar un poco menos no fue tan sencilla como se habían imaginado. “Pero no importó. Fue un plan conjunto y creo que lo superamos juntas. Empezamos con una Zanella Styler que es como una imitación de la Vespa, barata, pintoresca y fácil de manejar. Para mí la moto es un camino de ida, una vez que la tenés no te querés bajar. Es un cambio enorme en relación a la bici, que es como una prolongación de las piernas: esto es otra cosa pero igual de placentera. La Zanella es subirte y largarte. La moto es rápida, económica y esa combinación no falla. En la Zanella anduve dos años hasta que empecé a hablar con otra gente y quería tener más esa sensación de moto. La Suzuky me la recomendaron mucho y me pasé a esta, ya que todo el mundo me decía nunca te va a dejar, y es cierto, es nobleza pura. Ya hace dos años que la tengo. Ahora estoy cebada con ir a Chascomús y el horizonte se va a ir ampliando hasta ir a la costa y seguir” dice Dafna. Mana Muscarsel Isla, su amiga, asiente y agrega su experiencia: “Cuando me la compré, me pasaron muchas cosas en el primer tiempo. El sentimiento de comunidad es muy fuerte: cuando choqué una motoquera vino y me ayudó. Si bien fue muy leve, casi en cámara lenta, porque un tipo me encerró, era necesario que alguien me dijera algo… Y una sola vez me piropearon. Siempre que me hablaron fue para tirarme buena onda o preguntarme algo de la moto. Yo andaba en bici, alguna vez salí con un chico que tenía moto y ahí me gustó. Me quedó la idea rumiante y hablando con un compañero de trabajo que tenía moto me empezó a cebar y ahí la conocí a Daf y nos dimos valor. Me la compré antes de saber manejarla. A mí no me divierte como a ella la idea de viajar pero una vez estuvimos en el sudeste asiático, alquilamos motos en Laos e hicimos como siete horas en unas motitos de mierda tipo scooter pero que jamás nos dejaron. El paisaje era hermoso y fue un gran paseo pero ir de acá a Mar del Plata en la ruta no me divierte para nada”.
–¿Cuáles son las cosas más comunes que dicen los tipos cuando se acercan?
Mariana: –Cuando fui a sacar el registro en Tigre, el señor que nos dio el curso dijo la bocina está solamente para situaciones de riesgo y para tocarle a las chicas lindas. O una vez me quedé con la moto y me dijeron te quedaste sin nafta. ¡No, boludo! O se me rompieron los frenos y me dijeron es que vos no sabés frenar. ¡Una mierda! ¿Cómo no voy a saber frenar?
Mana: –Bueno, yo tengo que decir que una vez me quedé sin nafta (risas) y unos pibes fueron en su moto a buscarme y me la trajeron.
Dafna: –Hace poco me pasó en el peaje que el que me cobraba me dijo mi compañero preguntó si eras una mujer y yo le dije sí, todavía soy una mujer (risas). Les llama la atención. Tengo un mecánico que es re copado, me mandó un videíto de una chabona que dio la vuelta por el sudoeste asiático en moto y me dice yo te re veo. El tipo entiende que si te gustan las motos te gustan y ya, más allá de que seas mina o chabón.
Yo no tuve muchas situaciones pero entiendo que es un espacio muy de patrimonio masculino y entonces por ahí es una sorpresa ver a mujeres en motos más grandes. Cada vez hay más de hecho. Y cuando te pasa algo hay una comunidad motoquera que te asiste. Eso está buenísimo.
Mariana: - El del casco es todo un tema. Yo me fui a comprar uno y el tipo me dijo casco de mujer no me queda y yo me hice la boluda y le dije ¿cuál es la diferencia? ¿el casco tiene una estructura de seguridad distinta para ser de mujer? Y no, es solamente los motivos. Al final me compré este diseño de una mina en tanga que para el mercado no es “para mujer”.
Dafna: –O al menos no para una mujer convencional (risas).
Poner el cuerpo
Todas coinciden en que al principio puede ser duro, sobre todo las primeras caídas o esas primeras veces en que le usás la moto a alguien y la tirás al piso o no sabés maniobrarla como corresponde. Por eso el ablande de la bici o las primeras motitos “de minita” tienen su lógica en el entrenamiento que implica ponerle el cuerpo a la experiencia motorizada. No se trata solo de libertad y autonomía sino de encararla sin miedo. Cualquier movimiento fuera de circuito implica ponerle el cuerpo a una lastimadura. En ese trajín, el choque con los motores de los tipos siempre se vive o se sufre de alguna manera, porque como en cualquier otro espacio, el varón quiere hacer sentir su dominio.
Mariana: –Yo tuve dos situaciones: pasé de la moto de “minita” a la moto feminazi y en la primera estaba re cómoda porque había como cierta lógica de cortesía o caballerosidad de parte de ellos… Yo estaba re insegura al principio e iba despacio y los chabones me respetaban una bocha en ese primer momento. Tomaban mucha distancia y demás. Pero cuando pasé a la moto grande eso cambió radicalmente. Con la moto grande la sensación es como cuando sos chica y te subís al tren y uno te pone la pija en la cara. Te arriman el auto como si te arrimaran la pija. El otro día me preguntaban si notaba que las mujeres hacen lo mismo manejando y no: las mujeres por ahí te tiran el auto encima pero por un error, pero con los hombres es deliberado. Hay una cosa muy del poder, que a mayor tamaño de vehículo mayor poder tienen quien maneja y es así. El camión, por ejemplo, es un zarpado. Yo uso traje de lluvia y eso borra las marcas de género y el traje de invierno también, y ahí voy mejor. Pero si pelo una calza es re distinto el trato. Me dicen cosas arriba de la moto pero muchas menos que cuando voy caminando por la calle. O sea yo noté mucho alivio, si alguna vez tengo que dejar la moto en el service tomarme el bondi es la muerte. Me vuelvo a acordar lo que es caminar por mi casa que es toda zona industrial. En ese sentido con la moto estás más protegida, pero sí te dicen cosas en los semáforos. Me acuerdo una vez que me dijeron algo y los seguí a cuatro chabones en un auto, yo salía de entrenar y no sé qué me dijeron de la calza en el orto y me enfurecí, los seguí, los enganché y el chabón de atrás se cagaba de risa y yo le decía por culpa de gente como vos está lleno de pibas muertas y el del volante se ve que algo de empatía tenía y me decía no nos metas a todos en la misma bolsa. Primero re empoderada pero después me bajé de la moto temblando. Hay algo de poder que una maneja, mucha adrenalina e intensidad, porque el cuerpo se pone siempre.
Mariana dice que está tramando con amigas motorizadas ir a la próxima Marcha del Orgullo arriba de las dos ruedas. Mana y Dafna, que fueron en carabana al último Encuentro de Mujeres en Chaco, dicen que por su cuenta pensaron lo mismo. “Se viene la organización” dicen a coro. “También pensamos qué hacemos con las motos si tomamos alcohol (risas). Además estaríamos separadas del resto, sería vivir la marcha de otra manera. Tal vez la primera media hora hacerla en moto y después dejarla” propone Mana. Y Mariana arenga esta forma de resistencia sudaca que tiene en la disidencia sexual un pilar fundamental. “La corporalidad juega un rol fundamental en la manera de llevar la moto. Yo por ejemplo quiero cortarme el pelo pero no sé, como me gustan las chicas chongo tengo miedo de convertirme en el objeto de mi propio deseo. ¡Encima laburo de traje!” (risas). Victoria Irene, desde su Yamaha YBR 125 dice que la idea es que haya cada vez más niñas que puedan experimentar, que los padres y madres las dejen subirse a bicis y motos en libertad y que los espacios que son monopolio de los hombres sean ocupados por todas. “Yo creo que somos muchas y espero que en algún momento se dé el Encuentro de Mujeres Motoqueras, viajar por el país, intercambiar data y agruparse”, dice. Ella es fotógrafa, realizadora audiovisual y montajista.
Tuvo su primera moto a los 16, es de la Patagonia y ahí hay muchas carreras de motocross en las bardas. “De chica iba a verlas con mi papá y mi hermano. Me acuerdo de un montón de motoqueros que íbamos a ver. Ellos tenían moto así que alguna que otra vez se las robaba, alguna que otra vez también se me cayó, y anduve toda la vida en bici hasta que hace cuatro años me pude comprar esta moto. Ahora vivo en Villa Elisa, y anduve bastante en la zona entre Avellaneda, Capital y La Plata. Me he caído varias veces, nunca nada grave pero vi muchos motoqueros hechos mierda, porque viajo casi todos los días por autopista y vi muchos accidentes grossos. Dos veces lo vi en vivo y levanté a la persona. Y yo me pegué dos palos, pero bueno, estoy medio acostumbrada: juego a la pelota, así que no me asusto fácil. Con la bici en una época laburé como mensajera. En el conurbano hace mucho tiempo que es común ver a las doñas con un 110, un scooter, una Zanellita… Como no pueden tener auto muchas veces la moto les resuelve, y llevan los chicos a la escuela, y demás. De un 125 para arriba ya no es tan común ver minas, pero de a poco se van animando. En el motociclismo profesional (moto GP o Enduro) se están viendo más pilotas, igual que en el automovilismo. En autopista creo que jamás me crucé una mujer manejando, de hecho me estoy filmando en los viajes, haciendo un experimento con una cámara, porque vivo situaciones que puede vivir cualquier motociclista pero que para mí son dignas de documentar, y muchas que tienen que ver con ser no-hombre motociclista. De ir en moto y sobrepasar un auto y que se te claven en la ventanilla mirándote hasta que alguien, en general los tipos, te dice algo, y otros que sienten la necesidad de mostrar su “predominio” sobre la materia y muchas veces me pasa que me corren carreras o me pasan fino. A mí me gusta la velocidad, mi moto levanta 110 y ya la puse de viaje: me fui a Rosario, Mar del Plata. La cuido mucho” dice y cuenta que está en plan de generar un mecanismo que, mientras maneja, le permita apretar un botón desde el manubrio que accione el disparador de la cámara. “Quiero escrachar a los automovilistas con las patentes que mas de una vez estuvieron al filo de tirarme y hacerme mierda. No te respetan como un vehículo que ocupa un lugar en el carril sino que muchas veces te sobrepasan y te tiran el auto o no te ponen guiño. La autopista es pura adrenalina, que me encanta, entiendo que hay un riesgo pero soy prudente y me anticipo a las maniobras del otro. Y también quiero documentar los paisajes increíbles que se ven”. Lucía Frúmboli anda hace cuatro años en moto porque su hermano tenía una. “Empecé a manejar la de él y ya no volví atrás. Tuve un Suzuky EN 125 y ahora una Honda XR 150: esta es mas grande, otro tipo de moto. Al principio era un poco raro, no había casi chicas que usen moto, te miraban más o te comentaban cosas como ¿la moto es de tu novio? pero nunca tuve una mala experiencia: la comunidad de las personas que andan en moto es muy solidaria. Me ha pasado que me encierre un taxi y yo no pude tocarle bocina pero ya había cinco por mí puteándolo y tocándole bocina. La verdad es que somos uno de los grupos más vulnerables del tránsito, así que hay mucha solidaridad que se contagia. Vos sabés que si te pasa algo otra moto te va a ayudar. Me pasó que un pibe se cayó de la moto en la lluvia y yo puse la moto adelante para poder ayudarlo y que nadie lo pise y eso se ve todo el tiempo”.
Mansplaining motorizado
Irene: –Una vez se me apagó la moto, como le puede pasar a cualquiera, y vino uno y me dio toda una explicación. Lo mismo en el taller mecánico, porque yo voy sabiendo, trato de tener total autonomía de los hombres en relación al saber en la moto, pero muchas veces cuando voy a los talleres se quedan mirando porque esperan que estés detrás del tipo. Yo trabajo para YPF, una vez fui al Moto GP y ese mundo que es misógino y machista de repente para mí tenía algo espectacular que era ver motos que no están a mi alcance. Mucha de la gente a la que retrataba, hombres casi todos, me llevaban a dar unas vueltas a velocidades muy altas y fue muy linda esa experiencia. Pienso ¿qué pasaría si hubiera sido pilota? Lo que pasa es que para llegar a un nivel competitivo las empresas no ponen plata para mujeres, lo mismo que pasa en otros deportes. Pero de a poco se va abriendo.
Lucía: –A mí me gustaría hacer viajes más largos pero con una moto más grande. Me he caído y no es lindo, me han encerrado y me dolió todo, me hice pelota contra el piso, si no hubiera tenido el casco me hubiese roto la cabeza. Pero son experiencias que te sirven, ser conciente que la moto no es el auto. En la moto por más que choques a 30 te hacés pelota, mas en verano con short y remera te raspás toda. Un accidente aunque sea mínimo te hace entender que además de ser prudente por una tenés que serlo por los otros.
Mariana: -Yo estoy viendo más chicas en Panamericana. Y más motos en general. Como laburo de noche, la moto me dejaba de noche. Una vez a las 5 de la mañana me quedé y no quería que parara nadie a ayudarme, estaba en la banquina sola, en Panamericana a la altura de Boulogne, se me había cortado el cable del acelerador. Yo estaba rogando que nadie parara a ayudarme. Era muy tétrica la situación. Y cuando llegó el chabón de la grúa, me dijo “qué peligro una mina sola acá”, o sea el peligro era la mina sola, no el resto.
Irene: –A veces en el semáforo me dicen “piropos” o huevadas. También me ha pasado de llegar a una esquina y que me expliquen cosas, tipo ¿le pusiste aceite a la cadena? Te dan consejos sin que se los pidas. Por eso me parece fundamental agruparnos y crear talleres de identidades disidentes porque es muy necesario compartir conocimientos, sobre todo en los talleres que siguen teniendo el póster de la mina en bolas. Ni hablar si tenés pelo corto o si no te depilás. Me encantaría un taller atendido por nosotras para nosotras. No hay desventajas a nivel físico, obviamente las motos grandes hay que entrenar para poder moverlas, desarrollar habilidades y fuerza pero nosotras lo podemos hacer, siendo un palo, siendo gordas, todo se entrena, nadie está impedido de hacerlo. La moto me dio independencia y libertad: llegar en poco tiempo a los lugares que quiero. Soy independiente como laburante, muevo mis equipos, agarro laburo donde pinte. También me gustaría tener un motor home, subir los perros, llevar un kayak pero ahora mismo lo que sueño es con una moto más grande. Aunque también pienso que si tuviera una moto más grande me tendría que cuidar mucho de no ir rápido (risas).