El pasado mes, la prestigiosa y pluridisciplinaria Université de Poitiers –una de las instituciones educativas más antiguas de Europa, habiéndose fundado allá lejísimos en el tiempo, en 1431– fue sonada noticia de medios franceses, y no precisamente por recordar a su notable estudiantina de antaño (que incluye, entre egresados varios de siglos pasados, a Francis Bacon, René Descartes, Guez de Balzac, Joachim du Bellay, François Rabelais…). Si acabó acaparando titulares fue porque una agrupación feminista, con el apoyo de la estudiantina femenina y el aval de las autoridades universitarias, plantó en privilegiado lugar del campus una esplendorosa y controvertida estatua, de acero inoxidable, coronada en lo alto por una forma roja y plateada, aparentemente abstracta, que tras una inspección cercana revelaba su verdadera identidad: era, sí, un clítoris gigante. Clit con simbólico peso, pues ha llegado para romper –de una vez y para siempre– el fálico monopolio artístico del campus, en tanto durante más de 4 décadas allí se erigió solito un pene de cemento de tamaño considerable, rodeado por manitos que lo alaban, colmo de la falo–devoción.
“Aunque la puesta de tamaña escultura clitoriana podría parecer incongruente en cualquier otra universidad francesa, su presencia en Poitiers tiene sentido: es una respuesta a la verge blanche, el gigante pene blanco que ha dominado el paisaje del campus por más de 40 años. Jocosamente apodado ‘el quiche de los Bitards’, el inequívoco símbolo representa a la Ordre du Vénéré Bitard, una fraternidad centenaria de la institución, y ha sido denunciada en repetidas ocasiones por activistas que lo consideran un signo sexista y denigrante”, explica el diario Le Figaro. Las constantes denuncias, sobra aclarar, no hicieron mella en los muchachitos bitards (que toman su nombre de una criatura mitológica del folclore local, con cabeza de marta, cuerpo de pez y plumas de pavo real), defensores a capa y espada de su adorado pene. Al que llaman, con cacareada jactancia, “uno de los puntos de referencia de la ciudad, tanto como las ruinas galo–romanas”.
Cuestión de que, oyendo las reiteradas quejas de muchachas muchas que veían en la escultura peneana “un enfático mensaje de que el terreno universitario es exclusivo de los varones”, la organización feminista Les ami-e-s des femmes de la libération decidió tomar cartas en el asunto, y propuso a la universidad instalar una pieza artística que representara a la platea femenina y, en paralelo, rindiera merecido tributo al gentil clítoris, único órgano humano dedicado exclusivamente a dar placer. Las autoridades de la universidad aceptaron gustosas, y el resto –como suele decirse– es historia de diarios, revistas, noticieros de televisión. “Este proyecto involucra la cuestión del respeto por el cuerpo de la mujer en el espacio público. Y da fe de los avances logrados en materia de igualdad de género, también de lo que queda por lograr”, vitorean desde la asociación feminista.
“Fue un modo de reclamar equidad entre hombres y mujeres”, explica Penelope Muffat, miembro del grupo Les ami-e-s, y asegura que su organización nunca buscó “ni degradar ni remover el falo, sino simplemente equiparar la ecuación”. Finalmente, advierte la damisela, “¿cómo es posible que sea aceptable que haya un pene gigante en un campus universitario por tantas décadas y que el clítoris recién aparezca en libros escolares pocos meses atrás?” En efecto, ¡recién en 2017!, apareció el clit completito y sin errores en un manual de ciencia y biología de la escuela primeria francesa, editorial Magnard mediante. Acto que la propia prensa gala definió como revolucionario, y de vital importancia, visto y considerando que el 84 por ciento de las purretas de 13 años no sabe cómo dibujar su sexo; un cuarto de las muchachas de 15 años del país de la Marsellesa ni siquiera sabe que tiene un clítoris, y el 70 por ciento de varones de misma edad desconoce su función…
Con todo, advierte Muffat que la estatua no solo se pretende visibilizar al órgano históricamente invisivilizado y equilibrar la simbólica balanza; la escultura se aboga, además, otro fin: concientizar acerca de la mutilación genital femenina, práctica barbárica que afecta a más de 200 millones de niñas, adolescentes y adultas en el mundo. En Francia, a pesar de estar penado con hasta 20 años de cárcel, se estima que entre 50 y 60 mil muchachas han sido víctimas de esta forma horrífica de violencia sexual. “La obra fue concebida a partir de cuchillos de metal, metáfora de la ablación del clítoris”, advierte Matthew Ellis, escultor británico y miembro del grupo Invisible Traffick GB, autor de la pieza que ha cedido a Les ami-e-s, y Les ami-e-s a la institución.
Por lo demás, tras la emotiva celebración, descubierto y vitoreado el gran, gran clit, procedieron los presentes a festejar como la ocasión ameritaba: con una Clitoris Party, fiesta temática que la mentada Les ami-e-s des femmes de la libération organiza regularmente, con performances de artistas locales y lecturas sobre el placer femenino y su órgano por excelencia, además de charlas con sexólogas y DJ en vivo, amén de sacudir libremente huesitos y musculatura. “Veladas orgásmicas”, les llaman, que pretenden además juntar morlacos para financiar el hacer diario de la susodicha organización, que –entre otras actividades– asiste a víctimas de violencia de género y de explotación sexual.