Que al franco-canadiense Steven Spazuk lo llamen “el artista del fuego”, nada tiene que ver con un carácter volátil y todo con su técnica de elección. Inusual técnica llamada fumage, donde las imágenes se “pintan” con la llama de una vela sobre un trozo de papel o pintura húmeda. “Las marcas que realizo en el papel no son quemaduras sino trazos de hollín, un sutil bosquejo de carbón negro”, aclara el hombre que, tras apagar la llama, utiliza pinceles y plumas para “dar forma concreta a los frágiles y difusos rastros del humo, amén de convertirlos en figuras”. Figuras que mucho maman de la intuición e inmediatez, dejando ínfimo sitio a la planificación, conforme aclara SS en su web: “La transparencia, la fluidez, la imprevisibilidad y la plasticidad de este método afectan a las imágenes que creo”. Con todo, como advierte la página de los museos brit Tate, estos personalísimos modos no son precisamente novedosos: el fumage, después de todo, fue popularizado por el artista surrealista austríaco Wolfgang Paalen a fines de la década de 1930 “y da como resultado una nebulosa imagen turbia que sugiere sueños y apariciones. También se inspiró en los intentos del movimiento surrealista por transformar la escritura automática en dibujo y pintura”. Para Spazuk, empero, la idea no llegó de referencias históricas: le vino en un sueño, en 2001, en el que miraba con rapto absorto el cuadro de un paisaje en blanco y negro que había sido hecho con llamas. Tras aquel despertar y desde entonces, ha dedicado SS sus días y noches a perfeccionar el estilo y sus bondades, siempre consciente de estar jugando con fuego, cuya fuerza constructiva y destructiva –dirá el señor– acaba siendo un factor constante y decisivo en sus piezas.