La página de Wikipedia de Charli XCX es un mundo de links. A los subgéneros que roza dentro del pop, los singles, mixtapes y discos que lanzó, los tours que encabezó y abrió, los artistas con los que colaboró y los que cantan temas que escribió ella, incluida Debbie Harry en el último disco de Blondie. Charli XCX (su nick del MSN) tiene solo 25 años. Se crió en Hertfordshire, Inglaterra: la hija única de un emprendedor escocés “excéntrico” y una ex enfermera y azafata nacida en Uganda, que financiaron su primer contenido de MySpace y la acompañaron la primera vez que tocó (tenía 15 y era una rave clandestina). Charli fue fan de las Spice Girls y Britney antes que nada, y cuenta que, por ejemplo, su hit “Break The Rules” es una fantasía porque era una alumna cumplidora (“no quiero ir a la escuela, solo quiero romper las reglas”, es el estribillo). Pero los fines de semana se producía y atravesaba la noche profunda como una experta party animal. Algunos compañeros no entendían sus intenciones y han intentado tirarla abajo; a ellos les dedicó el título de su segundo álbum, Sucker (bobo), escrito en una paleta de caramelo con forma de corazón.
Charli llama a sus fans “ángeles” y los trajes de sus shows suelen ser pequeños y temáticos: de colegiala, diabla, porrista, perro dálmata, fueron algunos. Los acompaña con abundante negro en los ojos y rojo en los labios. Le encanta la estética maximalista tipo Paris Hilton y Kim Kardashian: “Me divierte la gente que vive como en una película”, dice. Siente afinidad con la tan denostada cultura reality de los 2000 y sus artistas considerados “producto” (amaría que una estrella de Disney la elija para producir su disco rebelión, dijo también). En la calle y los back pueden confundirla con Lorde, pero sus estilos son muy distintos. Aunque las dos trabajaron con Jack Antonoff, de Bleachers. El talentoso novio de Lena Dunham tuvo feeling como productor–compañía con una variedad de mujeres –Taylor Swift, Grimes, Sia, St. Vincent, Pink–; con Charli armaron un tour conjunto en 2015, pero a la mitad ella se bajó: “Por razones personales que incluyen el hecho de que necesito sentirme creativa. Me estoy esforzando demasiado por seguir componiendo mientras giramos y no estoy feliz”, se disculpó.
Le gusta le música negra, fucsia, violeta y roja; no le gusta la verde, amarilla y marrón: es sinestésica, como Kanye West. Seguramente la condición tenga que ver con su prolificidad y con que no se involucre tan emocionalmente con lo que hace. “Bueno, a veces sí”, dice, pero también sabe tomarlo de un modo “clínico y cínico” y despachar rápido. Se obsesiona con algo de pronto y del mismo modo lo suelta y pasa a otra cosa. Las canciones que más trabajo le dieron son sus peores, cree. A su primer hit masivo lo escribió en media hora; fue, en realidad, el tema “I Love It” para el dúo sueco Icona Pop, que batió charts en 2012. Llegó más reconocimiento en 2014 con el estribillo que puso en “Fancy” de la rapera australiana Iggy Azalea, pero sobre todo con su híper radial “Boom Clap”, un tema rechazado por el equipo de Hilary Duff, que se convirtió en la banda sonora del drama teen Bajo la misma estrella. Pasan los años y más ganas le dan de quedarse atrás de escena, escribiendo y produciendo para otros, siente a veces; y otras, le parece lo mejor del mundo actuar y salir de gira: “Depende el día”. Hoy su base es Los Ángeles y ahora mismo postea desde Bali.
Ya la aburre que se siga destacando lo de “su banda toda de chicas”, en lugar de hablar simplemente de “su banda”. Sobre cuestiones ligadas al “ser mujer en la industria del pop”, un tema vigente y que atrasa a la vez, habla con ellas y otros en el documental para la BBC que dirigió y presenta, The F-Word and Me (“f-word” acá por “feminismo”). Lo más reciente que dirigió es el video de “Boys”, el segundo single del tercer álbum, que sale este año. Juntó a un montón de chicos del ambiente –de todos los wings: Joe Jonas, Diplo, Mac De Marco, Ty Dolla Sign, el mismo Antonoff– y los puso a hacer monerías sexys mientras ella canta “estuve ocupada pensando en chicos” sobre el ruido del Super Mario cuando salta. Es genial y va por las 66 millones de vistas.
Charli se vuelve loca si en las fiestas pasan su tema “Vroom Vroom”, una mezcla fina de sonidos tendencia entre el hip hop, la electrónica y el peppy pop (animado, saltarín), que habla sobre una vida de fiesta, bikini y autos de colección. Es fan del EP llamado igual, que lanzó en 2016: dice que se lo compraría. Fue lo primero que se conoció del trabajo con Sophie, un productor de Londres vía Escocia radicado en Los Ángeles, que se identifica con pronombre femenino. Pertenece al colectivo PC Music, fundado por el productor A.G. Cook, el actual director creativo de Charli. Empujado por un entrevistador de NPR, hace tres años Cook definió la música del sello como difícil, intelectual, extraña y “post irónica”. Charli, que edita con Asylum (Warner) desde 2010, los conoció en un foro del rapero sueco Yung Lean. En otra ocasión, por mensaje directo de Twitter, un fan le sugirió chequear a Cupcakke. Ya tiene dos temas con la peculiar MC.
El primero apareció en Number 1 Angel, uno de los dos mixtapes que lanzó en 2017. Como rejunte de grabaciones mayormente sin concepto ni plan de negocio, el formato mixtape –que no por eso resigna calidad y producción, desde ya: no hace falta– es funcional a su modo de trabajar acelerado e híper conectado. De trabajar y de vivir. Cuenta que esas letras surgieron en un momento de introspección y cuestionamiento existencial, que coincidió con la necesidad de hacer música puramente festiva. A Charli las fiestas la inspiran: “Salen a flote muchas emociones. La gente se conoce, se enamora, llora. Por eso salgo tanto; es trabajo de campo”, dijo en el sitio australiano Don’t Bore Us. En diciembre presentó Pop 2, diez nuevas canciones de las cuales ocho son colaboraciones, casi todas con chicas, muchas desconocidas. Las mejores son “Out Of My Head” y “I Got It”, el otro tema con Cupcakke, que suena a una versión cyborg de Beyoncé. Recién cumplido su primer cuarto de siglo, Charli XCX observa su vida y le gusta, pero sabe que en un futuro quiere ver mejor el mundo (de gira se conoce poco, todos dicen). Una resolución para 2018, tuiteó, es salir más. Y si todo sigue así, eso aprontaría el lanzamiento del tercer disco, también adelantado con “After The Afterparty”, que canta junto al rapero Lil Yachty. Otro resorte dulzón de estribillo predecible (“después del after, la seguimos”), con un video donde los fiesteros están representados como zombies.