Un año exacto sin Piglia. Bastante más hace que Luis Nacht, saxofonista amigo del escritor, lo sueña recurrente, deforme y vivaz. “Sueño mucho a Ricardo, sí, y de muchas maneras. A veces es un animal, a veces mitad animal mitad ser humano, pero siempre me habla. Lo soñé mucho durante su enfermedad... como si de pronto se curaba, y desde que no está, sueño que vuelve”, revela él. De ahí el nombre prima facie del homenaje musical: Soñando a Piglia. Y de ahí, también, la materialización de tal evento que será hoy a las 21.30 en Thelonious (Nicaragua 5549), cuando Nacht y su sexteto conjuguen talentos con el foco puesto en el creador de Plata quemada y La ciudad ausente. “No se trata de un acto de recordación, sino una manera de traer a Ricardo con nosotros. Va a ser muy fuerte volver a escuchar su voz en vivo, a un año de su ida... es como un shock cuando aparece, porque apela a otra dimensión del recuerdo. A eso apuntamos y no a un acto tipo Biblioteca Nacional, con discursos y esas cosas. Es algo artístico, perfomático, y nada más que eso. Tal vez Piglia merecería mucho más, pero sé muy bien que a él le chupaba un huevo todo esto”, sincera brutalmente el jazzman cuyo sexteto completan Juan Cruz de Urquiza, Juan Canosa, Patricio Carpossi, Sergio Verdinelli y Mauricio Dawid.
–Lo grandilocuente era lo que ninguneaba Piglia, quiere decir.
–Totalmente. No le gustaba para nada lo pomposo, no. Los premios sí porque además le daban dinero, pero el resto no le interesaba. Prefería el hecho artístico a los discursos, o a un desfile de personajes que hablen sobre él.
El convite anuda pues con el aura de La incertidumbre, una obra a tres puntas (jazz + fragmentos textuales leídos por Piglia + dibujos) que el escritor y el músico publicaron junto al dibujante Eduardo Stupia en marzo de 2014. “Ese disco es una suerte de improvisación colectiva a manera de collage, donde los tres nos intervenimos mutuamente. Stupia interviene los textos, Stupia y yo intervenimos la voz de Ricardo, y Ricardo interviene la música y determina las imágenes”, resume Nacht acerca del modus operandi del notable disco-libro poblado por ocho piezas musicales, una veintena de gráficos y cincuenta páginas literarias. “El trabajo surgió básicamente en los clubes de jazz a los que Ricardo nos venía a escuchar cuando tocábamos con el sexteto. Le decíamos ‘vení y leé’, sin preparar nada, porque era como una jam, digamos. En un momento él se subía, le dábamos un micrófono, leía y nosotros improvisábamos sobre sus palabras... esa secuencia podía durar diez minutos, no sé, era algo que sucedía sin pensar”, evoca el músico, sobre los prolegómenos de un trabajo que no llegó a ser presentado en vivo, con el autor de los textos presente.
–La incertidumbre, el nombre de la obra, puede tener muchas lecturas, sobre todo si se contempla el año de su publicación. ¿Cuál fue la que le dieron ustedes?
–Sí, durante el último período del gobierno de Cristina, la palabra incertidumbre era casi un insulto. Se veía en los medios todo el tiempo, y siempre relacionada con aspectos negativos... se decía que era mala para la sociedad, para la economía, en fin, pero para nosotros era todo lo contrario, porque desde el punto de vista artístico, la incertidumbre es la que te permite que lo que hacés tenga cierto nivel de riesgo y de interés. Si no hay incertidumbre en el arte, el arte es aburrido, sobre todo en la improvisación. Cuando uno comienza a hacer algo con ella, o cuando empieza a escribir un texto con la hoja vacía, se lo tiene que bancar. Hay que soportar eso de no saber qué va a pasar, y confiar en que lo que viene va a estar bien en lo individual, y en lo colectivo. Esto se transforma en una cadena de incertidumbres y certezas que conviven segundo a segundo, porque es así como sucede la música improvisada.
–¿Por dónde irían las certezas, en este caso?
–Por lo que hagan tus compañeros, la gente que te rodea cuando estás comenzando algo.
La ausencia de Piglia, muerto hace exactamente un año a la edad de setenta y cinco, se sumará a la de Stupia. Según Nacht, el artista plástico estará entre el público, pero no será parte del espectáculo esta vez. “No pudimos armar algo más grande como para que interviniera él... nos agarró enero, un mes bastante complicado, y tampoco tenemos la tecnología adecuada como un proyector y una cámara cenital para que él pueda dibujar, y que esos dibujos se proyecten. Nos superó el hippismo, básicamente”, se ríe Nacht, que pide concluir la entrevista con la mirada que el mismo Piglia tuvo sobre la obra, en tiempo y forma. “En el cruce entre música, literatura y artes plásticas, el detalle reverbera y las ideas y los sentidos se multiplican, abriéndonos a la incertidumbre más bella”, resumió el escritor cuyos textos cortos, en la obra, hablan de vínculos entre el alcohol y la filosofía, de obsesiones, de una mujer que no hacía nada sin consultar el I-Ching (hasta incluso lo consultaba para saber si tenía que consultarlo), de un psiquiatra predicador, de un ex alcohólico que le robaba a sus amigos, todas secuencias y personajes extractados del libro Prisión Perpetua que el exégeta de Roberto Arlt y Macedonio Fernández publicó hacia fines de la década del ochenta.