En los tribunales de Comodoro Py se busca desesperadamente una manera de vincular la muerte de Alberto Nisman con el gobierno kirchnerista. Fuera de la disparatada pericia de la Gendarmería, hecha bajo el mando de Patricia Bullrich, no existe elemento alguno que indique que al fiscal lo asesinaron: nadie vio entrar a nadie extraño al edificio, no hay rastros de ingreso al departamento, no existen evidencias de pelea ni de fármacos extraños como la ketamina, según señaló el Cuerpo Médico Forense (CMF). Los criminalistas de la Policía Federal fueron igual de categóricos: no había nadie en el baño en el momento del disparo. Ante la ausencia de pruebas, lo que se prepara es una novela montada alrededor de las llamadas telefónicas realizadas durante el fin de semana del 17 y 18 de enero de 2015, cuando Nisman apareció muerto. Son llamadas entre funcionarios, jefes de la ex SIDE, policías, militares, un fiscal federal y custodios. Nadie sabe de qué hablaron, porque obviamente no hay grabaciones, y entonces se pretende armar una ficción con el único argumento de que las llamadas son sospechosas. Esto se busca combinar con las deficiencias en la custodia del fiscal y en la seguridad de Le Parc, las mismas deficiencias y faltas de profesionalismo que se verificaron en los diez años en que Nisman fue fiscal del caso AMIA.
El entrecruzamiento de llamadas fue hecho por la división Fraudes Bancarios de la Policía Federal durante el gobierno de Cristina Kirchner. O sea hallazgos concretados en la administración kirchnerista. La enumeración de comunicaciones fue hecha por el juez Julián Ercolini entre las páginas 5 y 82 del escrito en el que procesó como cómplice al informático Diego Lagomarsino. Es decir que el magistrado le dedicó nada menos que 77 páginas a los llamados, aunque –todavía– no se despachó con ninguna interpretación, algo que se supone está preparando confidencialmente. El problema es que la coalición política-judicial-mediática necesita instalar la existencia de un comando ultrasofisticado, iraní-venezolano-kirchnerista, como autor de un homicidio sobre el que no tienen pruebas y en el que, menos aún, tienen evidencias de la actuación del supuesto comando. La relación muerte de Nisman-kirchnerismo necesita de algún pegamento.
El camino elegido parecen ser las llamadas. Y un análisis elemental de las comunicaciones muestra lo contrario de lo que quieren exhibir en Comodoro Py.
Nisman-Stiuso
Durante el viernes 16 de enero y el sábado 17, Nisman intentó comunicarse con el espía Antonio Horacio Stiuso. El fiscal había lanzado su denuncia contra la ex presidenta y el ex canciller Héctor Timerman y, según parece, Stiuso le había prometido algunas escuchas que reforzarían su desprolijo escrito. Nisman lo llamó dos veces el viernes 16 y una el sábado 17, ésta última a las 18.24. En ninguna de las tres oportunidades el jefe de espías atendió el celular. Argumentó que tenía el aparato en vibrador. Lo que quedó probado es que Stiuso no tenía ninguna evidencia para ofrecer porque no se agregó, ni entonces ni después, ninguna grabación ni escucha significativa.
Stiuso se ve que no tenía el celular en vibrador cuando habló con su mano derecha, Alberto Mazzino 13 veces el domingo a la mañana. Queda bastante claro que Stiuso no quiso atender a Nisman.
Por lo tanto, el fiscal buscó a Stiuso a través de su mano derecha. Eso explica las llamadas de Nisman con Mazzino. Se ve que no consiguió ningún resultado. Stiuso no habló con Nisman, sólo con Mazzino.
Pocino-Milani
Durante el fin de semana hubo dos llamadas de Fernando Pocino, el jefe de Reunión de Información de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), la ex SIDE, allegado al kirchnerismo, con César Milani, jefe del Ejército. El día anterior, jueves 15, robaron un misil de la unidad de Arana, en las afueras de La Plata. El Tow 2 capaz de perforar cualquier blindaje provocó una búsqueda en la que participó la AFI por orden del juez platense Laureano Duran. La hipótesis era que el misil podría ser usado no sólo para robar un blindado sino también para un atentado, lo que motivó un comunicado de preocupación de la DAIA.
En verdad, el robo del misil no tenía efectividad, por cuanto se lo llevaron sin la base de lanzamiento. Por lo tanto era un misil sin posibilidad de activación. Esto llevó a pensar que el motivo de fondo era una interna entre militares. Todo ese motivó los diálogos entre Pocino y Milani.
En Comodoro Py no faltan quienes quieren usar las comunicaciones entre Pocino y Milani como evidencia de que se armó una zona liberada en Puerto Madero. Ambos ex funcionarios competirían por el campeonato mundial de la estupidez si hubieran usado teléfonos a su propio nombre (en el caso de Pocino, el celular estaba, desde hacía mucho, a nombre de su esposa, Silvia Tomalini) para armar un complot destinado a matar a un fiscal.
Pocino-Matzkin
El mismo criterio puede usarse respecto de las llamadas entre Pocino y Hugo Matzkin, jefe de la Policía Bonaerense. Durante aquel fin de semana no sólo estaba el robo del misil, sino que se jugaba la Copa de Verano en Mar del Plata. El sábado, Boca-Racing y el domingo River-Estudiantes de La Plata. La información que circulaba era que iba a haber enfrentamientos entre las hinchadas y por lo tanto se dispuso un enorme operativo. Incluso se decidió que durante el traslado custodiado de las barras bravas se cerraran a su paso las estaciones de servicio de la ruta.
Además, estaba la sospecha de un interés político en incidentes porque se trataba de un año de elecciones y podrían “tirarle un muerto” a Daniel Scioli, candidato presidencial.
Todo motivó una coordinación entre la AFI y la Bonaerense. Nuevamente, Pocino y Matzkin usaron sus teléfonos oficiales en las cinco llamadas que se cruzaron. En caso de complot, personas tan expertas hubieran usado lo que se conoce en el argot como mochos, es decir celulares difíciles de identificar porque su origen es incierto.
Stornelli-Matzkin-Pocino
Curiosamente, el juez no tuvo espacio en las 77 páginas de mencionar las llamadas entre el fiscal federal Carlos Stornelli y Pocino, por un lado y de Stornelli con Matzkin por el otro.
Como se sabe, Stornelli es un fiscal muy cercano al macrismo y fue secretario de seguridad de Boca cuando el actual presidente era el titular de la institución. Stornelli habló primero con ambos funcionarios porque detuvieron a un amigo de su hijo en Pinamar. El joven tuvo una pelea a la salida de un boliche. El fiscal hizo las gestiones para que le entregaran al chico, ya que el padre del retenido estaba en Buenos Aires. Por la tarde del sábado se concreto la entrega del menor, con acta judicial de por medio. Además, Stornelli y Pocino fueron compañeros en la Facultad de Derecho y solían hablar en forma permanente.
Como es obvio, éstas llamadas no podrían ser parte de ningún complot
Mena-Pocino
Durante el domingo 18 de enero, el número dos de la AFI, Juan Martín Mena, se comunicó seis veces con quien era el encargado de reunir información, Pocino. Mena también usó un celular a su nombre y correspondiente a la flota del Ministerio de Justicia, ya que venia de ser alto funcionario de esa cartera. Mena rechazó usar un celular de la AFI porque los más de 600 aparatos que tenía la central de espías figuraban a nombre de Stiuso. Un punto central del diálogo entre Mena y Pocino fue que esa mañana el diario La Nación puso que uno de los principales denunciados por Nisman era un supuesto agente de la SIDE llamado Alan Bogado. El matutino contaba que Bogado, de quién decían que era de La Cámpora, había estado en las negociaciones con Irán en Suiza. Luego se probó que nunca salió del país y que, además, no figuraba como espía en la AFI, sino que había sido denunciado por usurpación de título por los propios titulares de la central de espías. El mismo día surgió el nombre de otro presunto espía y también supuesto integrante de La Cámpora, Cristian Raff. Resultó que no era espía ni integrante de La Cámpora, sino un dirigente vinculado a Sergio Massa que nunca tuvo ninguna relación ni con el Memorándum ni con Irán. Uno de los mayores interrogantes de aquella mañana, que motivó llamados entre Mena y Pocino, era identificar quiénes eran Bogado y Raff.
En la secuencia de llamadas se verifica casi matemáticamente que cada vez que Mena hablaba con Pocino éste de inmediato llamaba al usuario registrado como COM, correspondiente a su área en la ex SIDE. O sea Mena le pedía una información y Pocino llamaba a su central.
Mena y su principal subordinado, Pocino –que estaba en Pinamar– hablaron de los otros temas de preocupación en ese fin de semana: el robo del misil, los posibles choques entre las barras de Boca y River y, por supuesto la denuncia de Nisman y su posible presencia en el Congreso el lunes 19. Nuevamente, tanto Mena como Pocino usaron sus propios celulares oficiales, con los que se comunicaron siempre, antes y después de la muerte de Nisman.
Mazzino-Pocino
Durante todo el fin de semana, hubo numerosas comunicaciones entre Mazzino, el hombre de Stiuso, y Fernando Pocino, en línea con la conducción de la AFI designada por Cristina Kirchner, es decir alineado con Oscar Parrilli y Juan Martín Mena. Mazzino y Pocino se conocen desde hace 30 años y mantienen una buena relación, pese a las diferencias. El gobierno había echado a Stiuso y suponía que, como venganza, Stiuso armó o participó de la denuncia de Nisman por el Memorándum. El otrora poderoso jefe de la SIDE se negó a presentarse para dar explicaciones e incluso fue una comisión oficial a buscarlo al domicilio que tenía registrado como oficial, tal cual consta en la denuncia que se presentó en la justicia. En ese domicilio negaron que el espía viviera ahí, lo que motivó otra denuncia adicional.
Para toda la comunidad de la AFI estaba claro que Mazzino respondía a Stiuso y Pocino a la Casa Rosada. Pero de uno y otro lado resolvieron mantener diálogo para ver qué información podía recoger cada uno. Todo indica que ese domingo se tantearon por lo de Alan Bogado y sobre todo por la denuncia de Nisman y la posible audiencia en el Congreso. Desde ya que nada podían tener que ver esas conversaciones con un plan respecto del fiscal: ambos estaban en bandos opuestos.
Miño-Goncalvez Pereira
Durante el domingo 18 de enero de 2015, el día de la muerte de Nisman, Luis Miño era uno de los dos custodios del fiscal. El otro era Armando Niz. Miño registra comunicación con Héctor Goncalvez Pereira, dueño de una pequeña agencia de vigilancia, en la que Luis Miño y su hermano Carlos prestaban servicios. En verdad, Concalvez Pereira y Miño se conocieron haciendo seguridad para el Excel Group, propiedad de Juan Navarro. La versión es que Goncalvez Pereira consiguió ese trabajo por influencia de Stiuso y que era un aportante de información para Stiuso.
Es decir que si Miño era parte de un supuesto complot –una especulación descabellada– su principal relación era más bien con Stiuso.
Por otra parte, todo indica que Miño hablaba con Goncalvez Pereira porque debía cumplir una guardia al día siguiente, el 19 de enero.
Y eso también explica las llamadas de Carlos Miño con Goncalvez Pereira.
Finalmente, Goncalvez Pereira murió haciendo la custodia de un camión que llevaba ropa de Lacoste en septiembre de 2016. También los cultores de las teorías conspirativas sugirieron que el tiroteo mortal con piratas del asfalto podía estar relacionado con Nisman, pero la hipótesis se desechó en la causa judicial.
Novela
El escrito del juez Julián Ercolini, procesando como cómplice a Lagomarsino, dejó tantos agujeros en la historia que se pretenderán llenar en febrero con una novela sobre las llamadas telefónicas.
El magistrado dice que Lagomarsino fue parte de un plan criminal, pero no puede identificar quiénes fueron sus supuestos socios. No hay llamadas extrañas ni reuniones extrañas que lo vinculen al técnico con los autores de lo que el juez dice que fue un crimen. El juez no puede mencionar una sola llamada rara de Lagomarsino ni antes ni durante ni después de ese fin de semana.
No hay ni una idea de por qué Lagomarsino habría participado del plan y menos todavía por qué habría aceptado poner un arma registrada a su nombre para que aparezca en la escena de la muerte. Eso significaba condenarse a sí mismo.
No se pudo probar un vínculo de Lagomarsino –un feroz anti-kirchnerista según se ve en su Facebook mucho antes de la muerte de Nisman– con un crimen supuestamente perpetrado para silenciar al fiscal por su denuncia contra el gobierno de Cristina.
No hay evidencia de que alguien haya entrado al edificio ni al departamento. No hay pisadas ni huellas. No hay explicación de cómo los supuestos sicarios salieron de un baño en el que la puerta casi no se podía abrir porque la obstruía la cabeza del cuerpo de Nisman.
La muerte de Nisman se produjo por un disparo en la sien. La Gendarmería dice que le pegaron una paliza previa, algo desmentido por el Cuerpo Médico Forense (CMF), la máxima autoridad en autopsias en la Argentina. La paliza, además, se la habrían pegado sin que nada se desordenara sin que nada apareciera roto en el departamento. Luego le habrían dado un tóxico, Ketamina, totalmente inadecuado para inmovilizar a alguien. Además, la Gendarmería no pudo precisar ni cuánta Ketamina había en el cuerpo del fiscal ni cómo se la suministraron, ya que no registró ningún pinchazo. El CMF dice que Nisman no tenía ketamina y que ese resultado del estudio de la Gendarmería proviene seguramente de una contaminación de su microscopio de barrido electrónico.
La Junta de Criminalistas dictaminó que no había nadie en el baño en el momento del disparo. La Gendarmería, en cambio, dictaminó que entraron dos sicarios. El juez se quedó con lo que le dijo la Gendarmería, sin confrontar conclusiones.
Tampoco hay pruebas de cómo el team de sicarios salió del departamento, teniendo en cuenta que la madre luego encontró que la puerta principal y la de servicio estaban cerradas desde adentro con cerraduras que incluían pasadores. La única explicación posible es que los sicarios tenían llave, pero nada se pudo probar sobre eso.
En resumen, estos enormes vacíos dejan además sin solucionar lo que más le interesa Comodoro Py: el vínculo de la muerte de Nisman con el gobierno kirchnerista. Elisa Carrió habló de un comando iraní-venezolano, con encubrimiento kirchnerista. Dijo que la operación fue monitoreada desde un Buquebús por funcionarios iraníes. La fiscal Viviana Fein pidió las listas de pasajeros de todos los viajes de ese fin de semana de Buquebús: no apareció ni un solo ciudadano de Medio Oriente en el listado.
Ahora los vacíos pretenden ser llenados con la novela de los llamados. Se vuelve a poner sobre el tapete la obvia contradicción: se habla de un complot supuestamente sofisticado, pero interviene un informático que pone a disposición su propia pistola, junto a funcionarios que usan sus teléfonos oficiales, perfectamente identificables ya que son los mismos que usaron muchísimo antes de la muerte del fiscal y muchísimo después.