El cuento por su autor
Hace unos años conocí en Buenos Aires a un paulista que renegaba de la alegría brasilera de una manera muy particular, casi militante: era tan serio que te hacía reír, amaba tanto la tristeza que te levantaba siempre el ánimo. Era diplomático de carrera, cosa que se me hacía inverosímil, porque hablaba siempre con una franqueza salvaje, cándida, emocionante. Fue el que rescató del olvido las aguafuertes cariocas de Arlt (le gustaba decir que ningún otro argentino entendía a los brasileños como el bestia de Arlt). Él me contó la historia de esa guitarra hecha en madera de cerezo. He tratado de contarla a su manera y aprovecho estas líneas para dedicársela. Su nombre es Gustavo Pacheco y, allí donde esté, es un lujo para sus compañeros de mesa.