Desde Mar del Plata
“Asesino, hijo de puta.” El primer objetivo de los insultos fue Miguel Osvaldo Etchecolatz, que vive desde hace una semana en una casa del Bosque Peralta Ramos. Hasta allí llegó el siluetazo convocado por Hijos Mar del Plata y la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos. Los manifestantes –organismos de derechos humanos, vecinos y vecinas del bosque y de la ciudad, organizaciones sociales y agrupaciones políticas de izquierda–, se encontraron con la casa del represor hípercustodiada por una treintena de prefectos que los esperaron al otro lado de las vallas, exhibiendo armas largas y escudos. Entonces, los insultos viraron hacia ellos: “Anda a estudiar historia, no sabes a quién estás cuidando? Es un asesino”, les gritó una mujer amplificando su voz con la ayuda de sus manos. Luego, el canto colectivo: “Yo sabía, yo sabía, que a los genocidas los cuida la policía”.
El siluetazo, que dejó por el Bosque Peralta Ramos siluetas con nombres de desaparecidos, reclamos de Memoria, Verdad y Justicia “por los 30 mil” y por la aparición de los nietos apropiados durante la última dictadura cívico militar fue la última de las acciones que, durante el fin de semana, tuvieron lugar en Mar del Plata para repudiar la llegada a allí de Etchecolatz, que hace una semana goza del beneficio de prisión domiciliaria.
“Retomamos una práctica que empezó en el 83, una forma de visibilizar a los desaparecidos. Las políticas de este Gobierno hacen que tengamos que retomar viejas estrategias de reclamo”, puntualizó Fernando Lozada, referente de Hijos Mar del Plata momentos antes de que comenzara la marcha. “No pensamos que deberíamos volver a repudiar indultos, pero acá estamos. La domiciliaria de Etchecolatz es un indulto encubierto”, definió.
En esta ocasión, las fuerzas de seguridad se organizaron con tiempo para evitar que el siluetazo avanzara hasta donde el viernes pasado habían llegado los vecinos y vecinas del Bosque, la vereda misma de la casa en donde vive el genocida. Desde el comienzo de la concentración, a las 17, una camioneta de la policía cerró el tránsito en la entrada principal al barrio, sobre la avenida Don Arturo. Además, varios vecinos y vecinas vieron ingresar al predio una veintena de patrulleros y varias camionetas con prefectos.
Los organizadores tampoco se quedaron atrás. Recalcularon el recorrido y definieron entrar al barrio por Las Margaritas, otra de sus avenidas asfaltadas, que son pocas. Antes, decidieron pasar por la casa de Juan Miguel Wolk, quién está investigado por ser el jefe del centro clandestino pozo de Banfield. “La suya es otra domiciliaria que funciona como indulto encubierto. Es un tipo que estuvo dos veces prófugo y lo dejaron ir a la casa”, explicó Lozada.
De la cabecera de la movilización, integrada por sobrevivientes de la última dictadura, familiares de desaparecidos, hijos, la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas –en un auto avanzó al frente la Madre y Abuela marplatense Ángela Barili de Tasca– y la referente de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional María del Carmen Verdú, asomaban dos siluetas perfiladas en cartón. Una llevaba el nombre de Diana Teruggi, asesinada en la masacre de la calle 30, en La Plata, en noviembre del 76. La otra, el de su hija, Clara Anahí, cuya abuela Chicha Mariani aún busca.
“¡Alerta, alerta, alerta los vecinos, al lado de su casa está viviendo un asesino!”, cantó el más de un millar de personas que comenzó a marchar. El frente de la casa de Wolk, a dos cuadras del Bosque, es de color marrón claro. Combina con las puertas y ventanas de madera oscura y con el uniforme del prefecto que lo custodia y que ayer se mostró algo desbordado por la multitud. No se la esperaba. “Como a los nazis, les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”, cantaban Roberto y Alicia, bicis al costado. Son del barrio que creció detrás del Bosque, que se llama Jardín Peralta Ramos, y estaban contentos de estar participando del escrache. No llegaron a la marcha de ayer ni al escrache de los vecinos, el viernes, pero suspendieron el campamento en donde estaban en Mar del Sur y se vinieron al de ayer. “No lo queremos en la calle, sea donde esté su casa. Tiene que estar en la cárcel”, apuntó ella. “Ahora resulta ser que la prisión preventiva para sospechados de delitos económicos es cárcel directa y a estos delincuentes horribles los dejan afuera, vergonzoso”, añadió él.
Continuaron andando hasta llegar a la entrada al Bosque. Entonces, comenzó el siluetazo: los manifestantes fueron colocando las figuras de cartón con los nombres de las víctimas de Etchecolatz a lo largo del camino, como marcando el sendero desde el afuera hasta la casa donde cumple con la prisión domiciliaria el ex Director de Investigaciones de la policía de la provincia de Buenos Aires, mano derecha del también genocida Ramón Camps, jefe de la Policía bonaerense durante la dictadura cívico-militar. Las siluetas fueron elaboradas durante la ronda del pasado jueves de las Madres de Plaza de Mayo que en Mar del Plata se lleva a cabo en la plazoleta frente a la Catedral.
A medida que la columna avanzaba por el barrio, más y más vecinos iban sumándose. La colocación de figuras en los postes de luz, sobre los árboles o apoyados en las piedras que delimitan las calles del Bosque integró a varios, sobre todo a niños y niñas. Durante el trayecto –en total recorrió más de dos kilómetros– cantaron no solo el clásico “como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. También se agregó una versión sobre la domiciliaria de Etchecolatz: “Acá en el bosque no es su lugar, su domicilio es la cárcel de Batán”, corearon.
Al llegar a la cuadra donde está alojado Etchecolatz, la movilización se topó con vallas policiales. Las fuerzas de seguridad encerraron en una especie de corralito la casa de Etchecolatz, con rejas sobre Bulevard Nuevo Bosque hacia Los Guaraníes y también hacia Los Tobas. Adentro del corral quedaron unos 30 efectivos de prefectura y varios otros efectivos de la federal, algunos uniformados y otros de civil. Miraron llegar a los manifestantes en actitud desafiante: escudados, encascados y con armas largas bien a la vista. Los organizadores intentaron que la gente no se acerque a las vallas, pero no lo lograron. En pocos minutos, los manifestantes recubrieron las vallas de siluetas que quedaron mirando hacia la casa del genocida. También le colgaron carteles que lo llaman “asesino” y que le exigen que se vaya del barrio, que vuelva a la cárcel. Cuando la gente empezó a cantarle a los efectivos “yo sabía, yo sabía, que a los genocidas los cuida la policía”, a lo lejos, esperando para empezar el acto, Nora Cortiñas pidió “por favor, que nadie tire una piedra. Expresemos nuestro repudio con toda la fuerza de nuestras entrañas pero en paz. Hoy, acá, ninguna piedra, no les demos el gusto”.