“Si él, que había revolucionado el tango, que había trabajado toda la vida con él, a los ochentaypico de años estaba en esa situación, ¿a nosotros qué nos queda?”, se plantearon muchos bailarines cuando se conoció la noticia de la mala salud de Carlos Copes y los conflictos contractuales con su empleador. De esa inquietud surgieron reuniones por las que ya pasaron más de un centenar de bailarines y bailarinas del género y que eventualmente se consolidaron en el movimiento Trabajadores del Tango Danza. TTD parte de una concepción fundamentalmente diferente a otras agrupaciones del sector, pues busca romper con la concepción del bailarín como artista y propone entenderlo como un laburante.

Tras seis meses de reuniones, el colectivo hizo una suerte de presentación en sociedad en un centro cultural de San Telmo, que se colmó de gente. Así, avanzaron en el fortalecimiento del proyecto colectivo. Con PáginaI12 se sientan a charlar la ex campeona mundial Inés Muzzopappa y sus colegas Gabriela Mataloni y Fernando Sánchez. Son tres, pero llevan las voces del resto de sus compañeros.

“El puntapié para juntarnos fue lo de Copes –explica Muzzopappa–, pero en el camino empezamos a darnos cuenta que hay un montón de situaciones en las que no nos vemos representados o en las que no tenemos un lugar al que ir a plantear problemas o trabajar sobre inquietudes propias de nuestra actividad.” Lo básico, explican, está en las condiciones de trabajo: hay una tasa de informalidad altísima, abusos patronales en las casas de tango y un esquema meritocrático en algunos espacios que lleva a que, por ejemplo, a quienes recién comienzan su carrera no se les pague por sus exhibiciones o las clases que dictan en escuelas. “La verdad es que en el momento en que uno se convierte en un trabajador, tiene derecho a cobrar por su trabajo”, señala la bailarina. La afirmación, por básica, muestra cómo están las condiciones laborales en el rubro. Al punto que en un trabajo donde la integridad corporal es fundamental, un hueso roto puede dejar sin ingresos a un laburante por meses, porque no hay ART que lo cubra.

Los motivos para esa precariedad son varios, evalúan los propios bailarines. Hay, consideran, factores culturales generales que los propios interesados hacen carne, pero también otros aspectos vinculados con la relativa juventud de la figura del bailarín profesional de tango. Explican que si bien es cierto que siempre hubo quienes vivían de bailar tango, eran las excepciones antes que la regla. Lo que es más reciente es la figura del profesional del 2x4 que se forma específicamente, que trabaja en un escenario o donde sea con el género y que alguien se beneficia económicamente de ese esfuerzo, y que en el mejor de los casos y con algo de suerte viaja a Europa, Asia y Estados Unidos para dar clases y exhibiciones (y repetir esquemas de explotación similares a los locales). El nacimiento de esa figura laboral como parte habitual del panorama tanguero se puede ubicar grosso modo en los años 90.

“Hay algo en todo este proceso que estamos atravesando que tiene mucho valor y es el autorreconocimiento”, observa Sánchez. “Estamos determinando qué somos realmente.” En la idea de formar la asociación Trabajadores del Tango Danza anida la esperanza de lograr ese reconocimiento al trabajo que no siempre aparece. “Cuando decís ‘bailo tango’ muchas veces te preguntan de qué trabajás, porque hay un desconocimiento real sobre lo que hacemos, donde parece que el bailarín es alguien que no trabaja”, ahonda. “Nosotros nos dedicamos al tango, pero esto es un problema de cualquier bailarín en toda la Argentina, donde los únicos reconocidos fuertemente son los del ballet del Colón o los del Contemporáneo del San Martin, que tienen una carrera y son los ‘bailarines que trabajan’, ¿no? Son bailarines que son bailarines. Nosotros somos ‘milongueros’. Esa confusión lleva a pensar que nuestro trabajo no tiene el valor que realmente tiene.”

Para Mataloni, “otro de los puntos fuertes para armar esta asociación fue la necesidad de empezar a trabajar en equipo, a la par con colegas”, señala. “En el mundo del tango, como en cualquier ámbito artístico, hay bastante individualidad y poco trabajo colectivo, así que tenemos una veta importante en tratar de contagiar ese espíritu.” Bailarina y farmacéutica, Mataloni es un caso ejemplar de la situación de muchos colegas, que hacen convivir dos carreras y que pueden pasarse el día en una oficina, un taller o una empresa y salir corriendo con los zapatos en la mochila a dictar clases, organizar una milonga o subirse a un escenario cualquier noche de semana. “El respeto a eso no tiene que ver con si es tu único trabajo, porque mucha gente tiene un trabajo diferente pero después elige el tango y lo hace como extra de su laburo a carga completa, pero eso no significa que no sea un trabajo”, explica Mataloni y grafica lo que sucede, en muchos rubros, con aquellos que optan por el trabajo freelance después de su oficio diurno. Por eso, ella llama a cambiar la actitud de los colegas, a defender sus derechos y concientizarse de la situación. Muzzopappa acompaña el reclamo de su compañera: “es que la cuestión no pasa por la cantidad de laburo que tengas. Si vos encontraste que este es tu medio de vida, no importa si sos el mejor o peor bailarín, tenés derechos porque sos un trabajador”.

Para Sánchez, también, “la concientización pasa por el mismo bailarín, porque cuando estás laburando solo y necesitás esa guita, es muy difícil que puedas plantarte”. Por eso plantea la importancia de la asociación en ciernes, para defenderse colectivamente y hacer circular información. “En la informalidad de la práctica que tenemos y sin un espacio que nos nuclee, también hay mucho desconocimiento. ¿Cuánto deberían pagarme por esta exhibición, por este viaje, por esta actividad? Ese conocimiento depende de con quién te relacionás, con quién tenés la confianza para hablarlo. Parte de esto es tener esa información para que todos nos plantemos desde el mismo lugar”, cuenta Mataloni.

Además de los temas estrictamente laborales, los bailarines se plantean la importancia de que el espacio les sirva para pensar otros aspectos de su profesión, como lo pedagógico o su rol cultural y social. Otro aspecto que el grupo desliza varias veces en el encuentro, aunque las urgencias laborales terminen concentrando la conversación. No es extraña esta inquietud: el mundillo del tango lleva algunos años profundizando la concientización de su estado y generando asociaciones para defender al sector. La chispa que se encendió con las clausuras de milongas y llevaron a la formación de la Asociación de Organizadores de Milongas, a su par de las milongas de carácter social, al colectivo de milongueros #ElTangoNoSeClausura y, ahora, los Trabajadores del Tango Danza forman parte de un movimiento que está atravesando todo el circuito. El objetivo de fondo, en todos los casos, es poder seguir bailando, pero en mejores condiciones.