Hollywood reacciona. Por una vez, la frase de la noche –de la tarde-noche, si se prefiere– no fue, el domingo pasado en el Hotel Beverly Hilton de Los Angeles, “And the winner is...”, sino “Time’s Up”. Se terminó el tiempo en que para conseguir o no perder su empleo, una chica debía soportar toda clase de ultrajes sexuales de parte de los “dueños de la pelota” de la industria: accionistas, ejecutivos, productores, directores. Time’s Up es la consigna de batalla que sucedió a Me Too desde el momento en que The New York Times dio a conocer las primeras denuncias de acoso sobre el productor Harvey Weinstein, en octubre pasado, que generaron un impresionante efecto bola de nieve que se extendió por el mundo entero. Primero fue Me Too –a mí también me abusaron o quisieron hacerlo– como modo de blanquear la situación. Luego, la consigna superadora, Time’s Up: se terminó, no va más, de ahora en más el que quiera ejercer el derecho de pernada se queda sin trabajo. Que es lo que viene sucediendo en Hollywood desde el derrocamiento de Weinstein, con varios “caídos” por día. Contra eso se levantaron de sus asientos las mujeres presentes en la 75º entrega de los Globos de Oro, y la comunidad hollywoodense en pleno, a la vez que celebraron el fin de esos tiempos. La del domingo fue una ceremonia de protesta y fundación, tal como reflejó el impresionante discurso de Oprah Winfrey (ver Contratapa), equivalente al que Meryl Streep dio el año pasado contra Trump al recibir el mismo premio (el Cecil B. de Mille a la trayectoria) en el mismo escenario.

Se sabía de antemano el tinte que iba a tener la ceremonia organizada por la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood, incluso en sentido literal. La indicación corrió como reguero de pólvora por Tinseltown y todo el mundo (las damas, en realidad, ya que para los varones no es novedad) concurrió vestido con un único color, el negro. Si se trataba de un funeral, era el del abuso como práctica impune, incluso en manos de los propios pares. Kevin Spacey debió haber estado en el Beverly Hilton y en su lugar estuvo, en la categoría Mejor Actor Secundario, Christopher Plummer, que es quien lo remplazó en la película Todo el dinero del mundo, cuando se hicieron públicas las denuncias que llevaron a los productores a desistir de él. De no haber admitido las acusaciones en su contra, no hubiera sido raro que el humorista y guionista Louis C.K. acompañara a su colega Pamela Adlon, nominada al rubro Mejor Actriz de Comedia por la genial sitcom Better Things, cocreada por ambos. ¿Y la ganadora a Mejor Película Animada no fue acaso Coco, la nueva joyita del sello Pixar? ¿No ha optado acaso John Lasseter, creador de ese estudio, por un oportuno exilio de la industria, debido a ciertos “desaciertos” no especificados en el terreno sexual?

En el monólogo inicial, Seth Meyers, conductor de un talk show de medianoche, no tardó más que un par de minutos en hacer referencia a Weinstein y Spacey. De Weinstein dijo que si en veinte años se lo incluye en un recordatorio fúnebre, va a ser el primero en la historia en ser abucheado. Y el público abucheó. Hubo presencias de alto valor simbólico, como la de Salma Hayek, que se hizo presente para entregar un premio. En diciembre pasado, Hayek publicó en The New York Times una nota en la que contaba detalladamente la persecución a la que la sometió Harvey Weinstein en 2002, cuando produjo Frida, película que la actriz mexicana protagonizó. Estuvo también entre los concurrentes, aunque no en el escenario, Ashley Judd, una de las más notorias denunciantes de Weinstein. Hubo también asociaciones no casuales: quien presentó el premio a Oprah Winfrey fue Reese Witherspoon, que a poco de estallar el escándalo Weinstein confesó haber sufrido “múltiples experiencias de abuso y ataques sexuales” dentro de la industria. Algo más inadvertidas pasaron algunas oportunas “omisiones”, como la de Amy Sherman-Palladino, creadora de The Marvelous Mrs. Maisel, ganadora a la Mejor Comedia en series de televisión, que agradeció a Amazon su apoyo. A quien no agradeció fue al productor Roy Price, obligado a renunciar en octubre tras haber sido acusado de abuso.

La mujer es el negro del mundo

Pero el abuso no fue lo único que se denunció en esa improvisada (o no tan improvisada) tribuna en que se convirtió el escenario en la tarde-noche del domingo. “Vamos a anunciar a los nominados, que son todos hombres”, dijo, inmutable, Natalie Portman, una de las presentadoras del rubro Mejor Director de Película Dramática, ganado por Guillermo del Toro, por la maravillosa La forma del agua. “A ver si emparejan los salarios de las mujeres con los de los hombres”, bromearon Susan Sarandon y una reaparecida Geena Davis, cuyo 1.83 m de altura hizo lucir a su compañera, de 1.70, como una enana. ¿Sarandon & Davis? Thelma & Louise, claro. La más famosa pareja de justicieras femeninas no podía faltar en la noche del domingo. Barbra Streisand contó algo asombroso: desde que ella fue premiada con el Globo de Oro a la Mejor Dirección, en 1983 por Yentl, ninguna otra mujer volvió a ganarlo. Van 34 años y sigue el conteo.

Podría decirse que el domingo Greta Gerwig le pasó raspando a ese premio vacante. No lo ganó ella pero sí su elogiadísima ópera prima indie Lady Bird (tiene estreno asegurado en la Argentina), en el rubro Mejor Comedia. Actriz habitualmente contenida, Gerwig estaba totalmente desbordada, dando la sensación de que no se esperaba el premio. Tal vez le apostaba a The Disaster Artist, por la cual ganó James Franco como Mejor Actor. Muy divertido el gag (involuntario) que protagonizaron Franco y Tommy Wiseau, el actor y director malísimo de The Room, la película en la que The Disaster Artist se inspira. Franco había llevado a Wiseau, aunque éste estaba sentado por otro lado. Cuando anunciaron el premio, Franco tomó de la mano a su hermano Dave, que actúa en la película, para subir juntos al escenario. Detrás de ellos fue Wiseau, a quien la cámara tomó de espaldas, con su característica melena, como imitando su primera aparición en The Disaster Artist. Franco agradece, Wiseau se acerca, Franco lo saluda, Wiseau se acerca al micrófono y Franco le cruza la mano, como diciendo “Vos no hablás”. Y no habló.

En tren de ausencias asombrosas, se saldó una no menor a la de Mejor Directora. El actor afroamericano Sterling K. Brown, ganador del Globo al Mejor Actor en Serie Dramática por This Is Us, es, lisa y llanamente, el primero en la historia en ganarlo. Brown, que el año pasado se había destacado como abogado defensor en la miniserie The People vs O.J. Simpson, le agradeció al creador de This Is Us, Dan Fogelman, que haya escrito un personaje negro. “Creaste un papel de hombre negro que sólo podía ser interpretado por un hombre negro”, dijo Brown desde el escenario.

La otra Oprah

Las reivindicaciones que se hacían oír desde el escenario parecían volver como un búmeran desde varias de las películas o series premiadas. La película más galardonada, Tres avisos por un crimen, Missouri (se estrenará en la Argentina el jueves 18 de enero) trata sobre la batalla que da una madre (Frances McDormand) para hacer justicia con su hija violada y asesinada, en un pueblito sureño que parecería reacio a toda ley... y a que sean las mujeres las que quieran hacerlas cumplir. Dirigida por Michael McDonagh, la película ganó los Globos correspondientes a Mejor Película Dramática, Mejor Guión, Mejor Actriz y Mejor Actor Secundario. A su turno, las series favoritas resultaron Big Little Lies y The Handmaid’s Tale. La primera de ellas, que emite HBO y protagonizan Nicole Kidman, Reese Witherspoon y Laura Dern, trata sobre tres madres de chicos de primer grado, que se hacen amigas. 

The Handmaid’s Tale, basada en la novela homónima de Margaret Atwood, ya se sabe, es una fábula sobre una sociedad del futuro que se sostiene sobre la esclavización de la mujer. Big Little Lies ganó Mejor Actriz de Miniserie (Kidman), Actriz de Reparto (Dern) y Actor de Reparto (Alexander Skarsgard). The Handmaid’s Tale, Mejor Serie Dramática y Mejor Actriz de Serie Dramática (Elizabeth Moss). Cuando todo el equipo de esta última subió al escenario a recoger el premio, el productor hizo un llamamiento para que la sociedad del futuro no sea como la que la serie imagina.

Pero, como quedó dicho, el bombazo de la noche fue el discurso de Oprah Winfrey, que es toda una institución en Hollywood. Institución que se diversifica en un montón de ventanillas. Winfrey empezó como conductora de talk shows y eventualmente actriz (El color púrpura), pero su popularidad fue creciendo de tal manera que además de terminar siendo dueña de una cadena de televisión pasó también a la producción de cine (produjo Selma), no se ahorra sus opiniones políticas (fue una de las más notorias sostenedoras de Obama dentro de la comunidad hollywoodense) y es la mujer afroamericana más rica de los Estados Unidos. Según los sondeos que arrojan los tweets y opiniones emitidas por las redes tras su discurso del domingo, podría arrancar con buen pie una nueva actividad: la de Presidenta de los Estados Unidos. ¿Alguien está queriendo lanzarla? Vaya a saber. 

Lo cierto es que su discurso estuvo espléndidamente articulado, puntualizando con claridad que éste es un momento en que la industria del entretenimiento debe mirar hacia afuera, hacia el mundo. De ese afuera, Oprah trajo la historia de una mujer llamada Recy Taylor, que en tiempos de Segunda Guerra fue violada por seis hombres armados, no logró que se hiciera justicia y murió hace apenas un par de semanas, a los 98 años. Así como llegó desde su infancia hasta esa noche a través de una cadena precisa de vinculaciones, Winfrey hizo algo parecido con la historia de esta mujer, llegando hasta el presente. “Ella vivió, como todos nosotros, demasiados años en una cultura destrozada por hombres poderosos y brutales”, dijo. “Pero su tiempo terminó. Su tiempo terminó. Su tiempo terminó.” No hizo falta que los presentes se levantaran a aplaudirla: estaban de pie prácticamente desde el comienzo de su discurso.