"...lo dijo el Tío, lo dijo Perón, hacete canaya que sale campeón...", cantábamos en la cancha de la lepra en 1973 cuando le ganamos a River 3 a 1 y después dimos la vuelta olímpica en el Monumental contra San Lorenzo. Después vinieron algunos triunfos más, un penal de Kempes contra Perico Pérez, famoso atajapenales millonario; un tiro libre de Bisconti en los noventa, también allá y algunas goleadas que nos comimos, paredes increíbles entre Jota Jota y Alonso y los dos goles que por partido, siempre, nos hacía Ramón Díaz, con Labruna como técnico de ellos.
Pero hoy tiene que ser diferente porque son los orígenes lo que está en juego. Ellos, millonarios, de "galera y bastón", como cuando tiraban esas paredes increíbles y nosotros, hijos de obreros ferroviarios en una ciudad que ya no es industrial.
Porque hay que festejar con los que pueblan las tres bandejas, como mi hija Victoria que necesita el triunfo para celebrar esta pasión increíble que despierta la identidad por la camiseta azul y amarilla. Para mi papá, Juan Carlos, al que no pude llorar en el velatorio pero si lo lloré a mares cuando volví a la platea detrás del banco y me di cuenta que ya no estaba conmigo. Habitante, Juan, como el colorado Quagliaro o el Negro Fontanarrosa, de la tercera bandeja que hoy, como hace ya varios días, queda en el exacto centro del corazón y el estómago, ahí donde Cortázar decía que estaba el alma.
Porque alguna vez, en una especie de libreta cósmica que uno imagina casi por necesidad, las grandes mayorías que no nacimos en Buenos Aires e hicimos movilizaciones fenomenales detrás de la bandera de Arroyito, necesitamos ganar en medio de un país cada vez más unitario, donde los propios dioses del poder hace rato que definieron que atienden solamente ahí.
Por ese amor que no sabe de mezquindades ni arreglos ni especulaciones y que hoy se hace nudo en la garganta y ojos picando esperando gritar, tal como lo aprendimos, "¡¡¡Central, Central, Central!!!", como rebeldía, doble osadía de las hijas y los hijos de aquellos obreros ferroviarios contra los ingleses, los porteños y los millonarios de siempre.
Porque esta final en la cancha chica del fútbol también es parte de otra disputa mucho más antigua y también mucho más actual en la cancha grande de la realidad.
Por eso Centralito, por eso te pido que hoy si, por mi viejo, por mi hija y por miles y miles que necesitan una alegría desde este lugar del Universo, los de abajo, los de la Argentina federal y rebelde.
Por eso, Centralito, hoy tenés que salir campeón.