Vacaciones en CABA. El Café Vinilo lleno. Leo Maslíah permanece aparentemente petrificado frente al mic y al piano. Apenas mueve, aunque rapidísimo, sus labios y sus dedos. Dice y toca mucho. Da en la tecla, tal como dio en llamar el show inaugural del ciclo “Enero uruguayo en Café Vinilo”, que se extenderá hasta el último viernes del mes en la casa musical de Gorriti al 3700. “Tengo en mente hacer algo de repertorio nuevo, tanto en cuanto a canciones como a música instrumental, propia o ajena, y a textos”, había dicho, lacónico, a PáginaI12. Y así fue. Recién llegado de una gira ciclópea y muy elogiada por España, el inquieto artista uruguayo destapó un set a la altura de lo previsto. Multifacético, histriónico –a su forma, claro– e intrépido, acudió a una catarata de notas y palabras con blancos a veces precisos: ironizar sobre Harrison Ford o Estados Unidos (“nido del poder finaciero”), reactivar los ocultos Panamá Papers, reírse de sí, decir medio en chiste y medio no que la ética y moral en el mundo están “gravemente amenazadas”... todo entremezclado en monólogos y canciones.
En “Serenata”, por caso. O en extractos de su flamante libro de cuentos llamado Literatura con vallas, vallado por un modus operandi estético en el que los cambios de tono, las graciosas diatribas con o sin piano, algunas compañías enriquecedoras (la de la pianista Lorena Rizzo, por caso) y bellas desafinaciones que recuerdan a su compatriota Eduardo Mateo (como ocurre con el tema que cierra la velada: “Luna sola”) son regla y excepción a la vez. “Es muy buena la idea de este ciclo, porque pienso que los cuatro (él más Fernando Cabrera, Ana Prada y Alejandro Balbis) llevamos adelante vertientes muy distintas de la música uruguaya, pero con zonas de confluencia como la que puede haber entre Cabrera y yo, aunque más no sea por versionarnos mutuamente”, había expresado Masliah antes del show. “Esto es resultado de haber trabajado juntos durante años, entre fines de la década del setenta y principios de los ochenta, y de haber seguido escuchándonos después”.
En efecto, el próximo en salir al ruedo, mañana a las 21.30, será el mencionado Cabrera. El plan del crack musical de Paso Molino es tomarse cuatro noches al hilo (jueves, viernes, sábado y domingo), para presentar canciones de un disco llamado 432 que aún no salió en la Argentina, y a la vez retomar sus canciones más conocidas. “Cuando empiece con las sabidas voy a dividir la platea en dos, a los de la derecha les voy a pedir que ensayemos un fragmento de la canción, y a los de la izquierda otro”, prevé él, flexible y lúdico, ante PáginaI12. “Luego de practicar un rato con cada parte, empezaré la canción yuxtaponiendo fragmentos a manera de contrapunto. Es una práctica que me resulta sumamente irritante cuando asisto a un recital, pero he visto que a la gente le encanta porque siente que ‘participa’”, detalla el cantautor, que esta vez cruzará el río en formato minimal: él y su guitarra.
“Tengo la expectativa que se repita un enero como el que pasé una vez en Buenos Aires... un enero milagrosamente fresco, cuyo año ahora no recuerdo. Lo que sí recuerdo es que fue hermoso, porque había poca gente en la ciudad, y se podía recorrer con comodidad. También espero que los técnicos de Vinilo sean los mismos de la última vez, excelentes; que esté el lindo amplificador valvular que pedí, y que al público le gusten las nuevas canciones. Yo sé que siempre quieren escuchar sus preferidas, pero esas preferidas alguna vez también fueron estrenadas ¿no?”, simplifica el productor, escritor y arreglador, cuya espalda está llena de discos, muchos de ellos únicos y estupendos como el inicial El viento en la cara, publicado en 1984; Ciudad de la Plata (1998) o Viva la patria, predecesor del material que estrenará en Buenos Aires.
Por cuatro también será la presentación de Prada (del jueves 18 al domingo 21). La pecadora sola irá a más con Ana Prada va de ronda, una puesta interactiva que consiste en hacer que el público cante y baile sin prejuicios ni vergüenzas. “La idea es salir del escenario en algún momento y cantar canciones con la gente. Si alguien se anima a cantar y tocar, más que bienvenido, y si no cantaremos a ‘viva voce’ juntos”, anticipa ella, cuyas canciones estarán alimentadas por el piano de Ariel Polenta y, en el caso de las últimas dos fechas, por la guitarra de Juan Pablo Laso. “Recorrer junto al público valsecitos, milongas, chacareras y carnavalitos es el fin”, concluye. En tanto, el encargado de cerrar el ciclo celeste (viernes 26 y sábado 27) será Alejandro Balbis. Bajo el título de Historias de un cantor, el músico proyecta un puñado de canciones, relatos y textos concatenados. “La idea es cantar canciones, contar esas historias que merodean la canción y leer poesías con músicas de compañía”, resume el autor de El gran pez, que aprovechará el convite también para presentar temas inéditos.