Héctor Timerman va a ser reivindicado. Cuando las puertas de la sensatez hoy cerradas vuelvan a abrirse. Cuando las trabas de la sinrazón hoy dominantes sean apartadas. Cuando los inhumanos impedimentos de abstractos protocolos dejen paso otra vez al sentido de humanidad.
Timerman fue un digno canciller del país. Como a todos los hombres, le tocó una época difícil para actuar. Lo hizo con profunda pertinencia y delicadeza en un mundo trastocado y al borde del abismo. Hubiera sido fácil conciliar con los oscuros hilos que manejan como un turbio vendaval, las opiniones hoy dominantes. Son las que claman por civilización y exudan barbarie. Pero mantuvo la soberanía argumental del país en un momento en que era fácil plegarse a los autores de cualquier conspiración de utilería.
Timerman está ahora en el centro de los cables de alta tensión que ha instalado el Gobierno para hacer pasar el flujo diario de sus reprobables insensibilidades. Héctor Timerman va a ser reivindicado. Hay mentes insensatas que subordinan todo a ese bólido arrasador que encarna el actual gobierno. En una tímida fisura, alguien por fin le otorga libre tránsito parta su tratamiento en Nueva York. Saludamos esta pequeña rendija, pero no se puede ignorar que los fundamentos últimos de una sociedad implican que esto sea lo habitual y no una excepción arrancada por las reacciones de miles de hombres y mujeres íntegros.
¿Habrá ahora otra aduana adicional que exhiba las banderas de la enajenación de lo humano?