“Los corazones rotos / en la pista se vuelven a pegar”, canta Gil Cerezo en Te vas, uno de varios hits bailables de Nada vale más que tú, nuevo y adhesivo disco de Kinky, la banda pop y electrónica mexicana más hitera de su generación. “En general no partimos de generar una melodía sino de un groove. Hay una ciencia detrás del baile y lo nuestro es armar un baile interesante. Algo interesante pero que también te mueva: si se empieza a mover el piecito, vamos por el buen camino”, dice mientras se termina un jugo de naranja.
Su desfachatada mezcla de estilos le debe mucho a su ciudad, Monterrey, de donde la banda salió en 2002. “Es una ciudad muy industrial y poderosa cerca de la frontera con Estados Unidos. Un lugar muy caliente y desértico que te invita a encerrarte con el aire acondicionado porque fuera hay 45 grados. Pero allí se generó en los ‘90 una movida local muy activa, y se formó una comunidad con mucho contacto. Hemos colaborado con Control Machete y Plastilina Mosh: hay una mezcolanza de músicos que les dio mucha fuerza a los proyectos.”
Otra fortaleza de la propuesta de Kinky –que en inglés significa “retorcido”– han sido las colaboraciones. “Aunque en nuestro caso tienen protagonismo los aparatos, que van trayendo nuevas maneras de reinterpretar las músicas, también fuimos quitando cada vez más las barreras con los colaboradores. A Pepe Aguilar puede que en Argentina no lo conozcan, pero allá es como Gardel: él aportó un grito charro en Charro negro. Mariel Mariel es una rapera urbana de Chile y Jarina de Marco es una rapera de Republica Dominicana. Y Adrián Dargelos es un charrillo de aquí de Buenos Aires, no sé si lo conoces”, bromea Cerezo.
Y cuando se le pregunta si Kinky es algo así como el Babasónicos mexicano, ríe a carcajadas: “Algo hay de eso, nos hemos encontrado en muchas giras. Creo que si tanto el hip hop como la electrónica fueron los géneros que más crecieron, en gran medida es por eso de que están basados en la colaboración. Los mejores discos de las últimas décadas fueron de hip hop, como el de Frank Ocean. Fíjate que muchos de los mejores momentos de los discos ni siquiera son de los artistas que los hicieron sino de algún colaborador que entra de manera cabrona y hace que el track crezca”.
Y por cierto que es notorio el rol cada vez más activo de los invitados en sus discos: “En los primeros quizás era más una colaboración entre nosotros cinco, buscando abrirnos al accidente feliz. La primera colaboración fue para nuestra versión de Tres Heridas, junto a Lupe Esparza, el cantante de la banda de norteña Bronco”.
El camino de Kinky será el baile, pero su secreto es una experimentación musical constante, integrando electrónica, funk, techno, samba y rock junto a un mínimo de conservadurismo en lo personal: “Creo que la experimentación sigue siendo una referencia que nos da mucha energía, porque siempre vas a lugares que no sabes bien dónde van a terminar. Siempre mantuvimos esta misma formación. Al final también somos una banda en vivo con cinco integrantes que tiene cada uno su presencia. Nos llevamos bien, nos respetamos: nadie se ha cogido a la mujer de otro”.