Black Rebel Motorcycle Club es una de las pocas bandas que pudo mantener su ethos rockero, motorizado y canchero sin perder vigencia ni estilo en casi dos décadas, con una discografía chorreante de rocanrol clásico, noise, neopsicodelia, punk rock del viejo, gospel, country y shoegaze. El octavo álbum de estudio de los californianos, Wrong Creatures, que saldrá mañana 12 de enero y coronará un intenso invierno boreal de gira norteamericana con Death From Above, no es para nada la excepción, sino más bien una confirmación.
A Robert Levon Been, bajista, socio fundador y co-compositor junto con el guitarrista Peter Hayes, la llegada de este nuevo bebé lo encuentra orgulloso, reflexivo y muy afilado, con claridad sobre de dónde viene y hacia adónde va la banda, sobre sus limitaciones, gustos, modas y el eterno enigma de la química creativa. “El trabajo en éste álbum fue doblemente largo y duro, así que la idea es que suene dos veces mejor que los anteriores”, propone. “Es muy fácil después de tener editados siete u ocho discos caer en la mediocridad. Eso sería aprovecharse de los fans, muchas bandas lo hacen. Yo siempre puse muchísima presión en evitarlo: si significa tardar el doble, ganar menos plata y no poder sacar un disco por año, está bien.”
Luego de cinco años (Specter at the Feast salió en 2013), el nuevo álbum suena gigante y épico pero tiene esa cosa tan Black Rebel de ser a su vez absolutamente fogonero: son tres y suenan a multitud. Esta formación clásica solo se rompe con las secciones de cuerdas en Echo y All Rise, el grand finale a puro espíritu gospel donde la emotividad y el ruido se funden en una solemnidad de iglesia que enorgullecería a Jason Pierce.
Sobre cómo van a interpretarlo, Been tiene las dudas (y certezas) habituales. “Siempre es igual: somos tres, grabamos cosas que nos exceden y después no sabemos cómo pasarlas al vivo. Hasta que te das cuenta de que hay unos pocos elementos clave que mantienen el espíritu de la canción. No tiene tanto que ver con los detalles. Es la diferencia entre ser aplastado por un martillo o ser embestido por un avión 747. Te vas a morir de todas maneras... ¡y seguro que con el martillo duele más!”
Minimalismo es maximalismo es la matriz que atraviesa el sonido BRMC en todas las formas que adoptó hasta el momento, siempre rabiosamente analógico. Been es consciente de que su militancia es casi atemporal hoy que es francamente difícil encontrar una banda de rock masiva que no incorpore algún elemento electrónico. “Me encanta la música dance pero no seríamos auténticos si incluyésemos eso en Black Rebel Motorcycle Club. Sería como hacer lo inesperado-esperado. En un punto, seguir haciendo lo mismo es sorprender, ¿no?”, ironiza con total honestidad.
Hayes y Been se reparten la autoría de los temas y, en general, quien hace la letra pone la voz. Been lleva muchos años trabajando de rockero así que el tema del ego lo ocupa y lo divierte: “Solíamos pelear por agarrar el micrófono y por captar la atención. Ahora podemos jamear horas con los ojos cerrados y ninguno empieza a cantar porque sabe que si lo hace tendrá que hacerse cargo del trabajo pesado. Antes era una cuestión competitiva, ahora competimos a ver quién lo evita más”, bromea.
Pero que no se confunda con desidia: Robert Been es presa de una autoexigencia cada vez más fuerte que tiene poco de romántica y mucho de introspección de la difícil. “Es increíblemente satisfactorio, te lleve seis días o seis años tener una canción terminada en la que hiciste letra y música. Mucho de ese proceso tiene que ver con escucharse mil veces y sentir que ésa es la peor canción que escuchaste en tu vida, que no servís para esto, y etcéteras. Casi todo el proceso artístico al fin y al cabo consiste en poder soportarse uno mismo por el mayor tiempo posible.”
La gira con Death From Above, el dúo más intenso de Canadá, elevó esa vara. “Ellos tocan muy rápido, muy hardcore. Fue un tour extremo. Nunca nos sentimos inseguros ni tenemos miedo antes de tocar, pero ellos realmente nos hicieron sentir amenazados… ¡teniendo que salir después de eso! Así que ensayamos, nos estresamos y tomamos más agua que nunca”, reconoce riendo.
Así que mantenerse cool también es un trabajo: Robert lo sabe desde que descubrió que no era un verdadero talento del fútbol y sanó su ego teniendo una banda de rock. La banda de rock más cool por definición. Y es real: sus icónicas camperas de cuero no son para la foto, sino que sobreviven al caluroso verano californiano. “Soy algo así como un reptil de sangre fría y puedo sobrevivir a intensas temperaturas. Pero sí, para ser cool a veces uno hace cosas peligrosas para la salud. A veces me la saco, pero intento dejármela todo lo posible. ¡Es nuestra bandera! ¡Nuestra bandera de cuero!”