La Academia Sueca consigue que el asombro no se pueda silabear. Logra que se imponga la mudez, que no haya palabras para expresar con la precisión necesaria el desatino de sus sentencias y exclusiones. El sigilo es una tradición que se cumple a rajatabla: deben transcurrir cincuenta años para que se puedan conocer públicamente los informes de los académicos sobre por qué decidieron reconocer o no a los candidatos al Premio Nobel de Literatura. Todos los años se desclasifican esos archivos. Este año corresponde hurgar en lo que sucedió en 1967, cuando ganó el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Uno de los candidatos era Jorge Luis Borges, que fue expulsado de ese paradójico Olimpo literario por un "burócrata" cuyo nombre cayó en el agujero negro del olvido. El diario sueco Svenska Dagbladet reveló que el presidente del comité del Nobel, el longevo Anders Österling (1884--1981), rechazó a Borges porque le parecía "demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura". El mismo académico, que tiene varios rechazos ilustres en su haber, consideró en 1966 que "la tendencia nihilista y pesimista sin fondo de la obra de Samuel Beckett" era contraria al espíritu de Alfred Nobel; aunque finalmente el escritor irlandés se llevaría el premio en 1969. En cambio, el autor de Historia universal de la infamia murió sin haber recibido ese reconocimiento.
Österling, que fue académico durante 62 años y murió a los 97 años, tampoco quiso premiar a J.R.R.Tolkien en 1961 porque la obra El señor de los anillos "no está, en modo alguno, a la altura de la narración de calidad". En 1967 los candidatos eran --además de Borges-- Graham Greene, Rómulo Gallegos, Ezra Pound, Alejo Carpentier, Yukio Mishima, Jorge Amado y André Malraux. También figuraban Yasunari Kawabata, Beckett y Pablo Neruda, quienes ganaron el Nobel de Literatura en 1968, 1969 y 1971 respectivamente. El presidente del comité apoyaba a Greene y tenía dudas sobre Asturias, de quien decía que estaba limitado a la temática revolucionaria. Como los otros tres miembros no estaban de acuerdo, se le otorgó el Nobel al autor de El señor presidente, una de sus novelas más celebradas en la que narra la vida bajo la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, quien gobernó Guatemala entre 1898 y 1920.
Borges, que estuvo en las listas del Nobel desde 1956 hasta el final de su vida, ironizó sobre su eterna candidatura. "Es una antigua tradición escandinava: me nominan para el premio y se lo dan a otro. Ya todo eso es una especie de rito", aseguró en una entrevista de 1979. Más allá de las polémicas opiniones literarias de Österling, se conjetura que el motivo de los reiterados rechazos de la Academia Sueca tuvo que ver con la política, más específicamente con la visita a Chile en 1976, donde recibió de manos del dictador Augusto Pinochet el doctorado honoris causa de la Universidad de Chile. "En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. (Leopoldo) Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita", subrayó el autor de El Aleph en su discurso de agradecimiento. Después del acto, Borges se reunió con el dictador y tras el encuentro lo definió como una "excelente persona" y destacó su "cordialidad" y su "bondad", según consignó el diario La Tercera de Chile.
También suscribió la causa política el académico sueco Artur Lundkvist (1906--1991), experto en literatura latinoamericana y responsable de la introducción de la obra borgiana en su país, ante el escritor chileno Volodia Teitelboim. "Me dijo: la Academia Sueca nunca le dará el Nobel a Borges. Le pregunté por qué. Mencionó el encuentro con Pinochet y los elogios al dictador. Y agregó: la sociedad sueca no puede premiar a alguien con esos antecedentes. Semejante confesión me sorprendió mucho. Supuestamente, un miembro de la Academia no puede expresarse en esos términos", planteó Teitelboim, autor de Los dos Borges, después de su entrevista con Lundkvist. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2014, María Kodama comentó que cada vez que estaban por anunciar el Nobel lo paraban a Borges en la calle para decirle: "Ojalá que lo gane". La viuda del escritor contó que un periodista lo llamó desde Estocolmo para avisarle que no fuera a recibir la distinción que le entregaría Pinochet. "Me dijo que no me hiciera ilusiones. Escuché lo que él decía y deduje que el otro le planteaba que si continuaba con esa forma de ser, lo iba a perder para siempre. Borges agradeció el consejo de no ir a Chile y le dijo que hay dos cosas que un hombre no puede hacer: sobornar y dejarse sobornar. Él supo que nunca se lo iban a dar y en ese momento lo quise todavía más. Me di cuenta de que nunca iba a traicionar sus ideas", recordó Kodama, quien agregó otra anécdota vinculada con el tema: "Un señor lo para por la calle: 'Ay, maestro, voy a rezar para que le den el premio'. Borges le dice: 'Dios nos libre, si tengo el premio Nobel soy uno más en una lista, de esta manera soy el mito escandinavo".