En el engranaje kafkiano de Cambiemos siempre falta algo. Puede ser un papelito, una firma, o una revisión que se extiende por dos años y genera el temor de que los “desdibujados” Premios Nacionales –calificación de Enrique Avogadro cuando todavía no era ministro de Cultura de la Ciudad– estén más cerca de la suspensión definitiva que de su regreso. Los estímulos a la creación, los subsidios a los artistas –escritores, músicos, teatristas, artistas plásticos– están en la antípodas del “emprendedurismo” que propicia el gobierno. Hace dos años que no se convocan los Premios Nacionales; la última vez que se entregaron fue en diciembre de 2015, cuando la ministra de Cultura era Teresa Parodi. Entonces los primeros premios –Jorge Aulicino en poesía y Pilar Calveiro en ensayo político, entre otros– recibieron 50.000 pesos en efectivo y una pensión vitalicia al momento de jubilarse. El segundo premio obtuvo 30.000 pesos y el tercero, 17.000 pesos. Aunque se convocan y se presentan las obras, hace dos bienios que no se fallan los Premios Municipales. El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, “calcula” que se anunciará la convocatoria de los PN para la Feria del Libro, “con una modalidad nueva, con una simplificación de las categorías que las estamos terminando de definir”.
Una forma absurda de ahorrar
El anuncio, sin demasiadas precisiones, no tranquiliza a los escritores y artistas afectados por estas dilaciones. ¿Por qué no se convocaron los Premios Nacionales durante dos años? ¿Por qué si se convocan los Premios Municipales no se fallan? “En el mejor de los casos, los premios se postergan porque se considera que no son una prioridad, como si se tratara de un lujo, cuando en realidad la erogación es insignificante dentro de los presupuestos nacionales y municipales –responde Tamara Kamenszain, Premio Municipal en 1999 en la categoría ensayo con La edad de la poesía–. En el peor de los casos, directamente se los ignora y se considera que no son un asunto de Estado y no se entiende para qué existen”. Ana María Shua dice que es una forma “un poco absurda” de ahorrarle dinero al Estado. “No hay que pagar a los jurados, no hay que pagar los premios, no hay que pagar los subsidios. Digo absurda porque los premiados son poquísimos, un minúsculo grupo de personas. Lo paradójico es que los Premios Nacionales en Plástica se han seguido entregando, a través del Palais de Glace. De todos modos, acaba de informar el ministro de Cultura que se anunciarían los nuevos Premios Nacionales en la Feria del Libro, con algunos cambios. Veremos cuáles son esos cambios. Los escritores tememos una reducción de los subsidios, que consisten en cinco jubilaciones mínimas a partir de los 60 años. Y qué, recordémoslo una vez más, se entregan a poquísimas personas: es un premio y no una jubilación de privilegio”, aclara Shua, ganadora de los dos premios.
Selva Almada precisa que el premio Municipal se viene convocando cada dos años puntualmente, pero hace dos bienios que no se falla. “Según nos explicó Daniel Couto, el funcionario a cargo, el presupuesto está desactualizado tanto para el premio en sí como para los jurados. De todos modos, el material fue recibido y allí está, en la dulce espera”, advierte Almada, integrante de la Unión de Escritoras y Escritores. “La jubilación que se otorga cuando los premiados alcanzan la edad jubilatoria es una ayuda económica muy importante para un oficio la mayoría de las veces mal pago –cuando se paga; hay una idea de que el trabajo del escritor no es un trabajo si no un lujo que nos damos unos pocos–, que se ejerce de manera informal, sacándole tiempo a trabajos formales. Pienso en (Alberto) Laiseca, a un año de su muerte: uno de los escritores más importantes de nuestro país tuvo que hacer malabares para poder pagar sus cuentas los últimos años de su vida. Muchos escritores y escritoras llegan a esa situación en la vejez y la posibilidad del Premio Nacional se presenta como una gran ayuda”, reconoce la autora de El viento que arrasa.
Mala costumbre
Desde Artistas Premiados Argentinos (APA), institución que nuclea a los ganadores de los Premios Municipales, su presidenta Nydia Sroulevich señala que la falta de convocatoria en término para los premios Municipales y Nacionales es una “mala costumbre” que perdura en el tiempo. “El hecho de dilatar las convocatorias, y a veces aunque estén convocados los concursos, no convalidar los resultados obtenidos a través de los jurados, hace que pasen largos períodos sin que se concrete el resultado de los mismos. No se abonan los premios ni, en caso que corresponda, los subsidios y no se pagan los honorarios de los jurados. En el caso de los primeros premios tanto municipales como los nacionales reciben un subsidio mensual vitalicio. Hubo períodos acumulados de hasta ocho bienios sin que se regularizaran. Entiendo que el motivo es la reasignación de las partidas que se destinan a esos rubros”, comenta Sroulevich.
“Si convenimos que la cultura para un país no es lujo sino una producción más que lo posiciona ante el resto de las naciones, incluso económicamente, las consecuencias de postergar los premios son graves”, subraya Kamenszain. “Cuando en la crisis de 2001 los premios Nacionales se suspendieron por unos años, quedaron en la estratósfera cientos de libros perdidos que no tuvieron la oportunidad de concursar. Le propongo a Marta Minujín que haga con esos libros otro Partenón, ya que haberles quitado la posibilidad de concursar puede entenderse como otro modo de censura”, agrega la poeta. Shua recuerda que los premios Municipales están sostenidos por una ley de la legislatura de la ciudad. “Tarde o temprano tendrán que darlos, porque la ley no se puede modificar retroactivamente. En cambio, no hay una ley de Premios Nacionales, con lo que no se trata de un atraso sino de una suspensión por tiempo indefinido –compara la autora de Los amores de Laurita–. La gente que produjo sus obras en esos años puede quedar en situación de no poder presentarlos nunca, como le pasó a muchísimos escritores durante los casi diez años a partir de la crisis del 2001. Quizás en el momento en que produjeron sus mejores obras, no pudieron presentarlas. Para muchos escritores, sobre todo para los que escriben una literatura prestigiosa pero poco comercial, ganar un premio con subsidio es, simplemente, la posibilidad de una supervivencia digna. La mayor parte de la gente no sabe que a los escritores nos toca solamente el 10 por ciento de lo que se paga por un libro”.
Sroulevich sostiene que los concursos son un medio para difundir la obra de los creadores. “El Estado debe mantener una política cultural de apoyo a toda manifestación artística, una decisión pública destinada a que el artista que ha demostrado sus talentos no resigne, por necesidad, su actividad creadora en beneficio de la comunidad a la que pertenece. Un Estado sabio valora el concepto de riesgo artístico, acepta la posibilidad de descubrir y apoyar nuevos talentos, y la necesidad de proporcionar una enseñanza artística de alta calidad. También acepta la posibilidad de premiar a sus artistas y a sus obras, y debe velar por el cumplimiento de la legislación vigente en materia de estímulos y premios a la creación”.
El imprudente
Desde el 24 de marzo de 2017, muchos escritores están molestos con lo que declaró el actual ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro, entonces secretario de Cultura y Creatividad del ministerio de Cultura de la Nación. “En el escenario actual hay otros premios, como los del Fondo Nacional de las Artes o los de la Fundación Konex, con lo cual los nacionales quedan un poco desdibujados”, dijo al diario La Nación. PáginaI12 intentó comunicarse con Avogadro y desde el área de comunicación del ministerio de Cultura de la ciudad aseguraron que consideran “imprudente” que el ministro hable cuando lleva unas dos semanas hábiles al frente del ministerio. Almada dice que no entiende que le resulte “desdibujado” el premio Nacional frente a otros premios que nombra y que son del ámbito privado, como los Konex. “Creo que sí habría que lograr que el premio nacional se convierta en ley: eso aseguraría su continuidad más allá de los gobiernos y de las políticas culturales de turno”, propone Almada. “Me resulta incomprensible lo que quiso decir Avogadro”, admite Shua. “No, desdibujados, en este caso, significa ‘poco importantes’. El Premio de la Fundación Konex es un premio maravilloso para la Fundación Konex, prestigia y aporta a la Fundación Konex. A los premiados no se les da nada. Prensa y prestigio, pero ni un centavo. Yo recibí con mucha alegría y emoción el Konex de Platino, pero en el mismo acto tuve que pagar a la Fundación Konex por una botella de agua. Los premios del Fondo Nacional de las Artes son extraordinarios, sirven para descubrir nuevos talentos, son premios honestos, valiosos, importantes y hay que defenderlos a toda costa. Pero, salvo en el caso de los poetas, no son para premiar autores de trayectoria, sino para gente joven que quiere empezar a publicar”. Para Kamenszain, “la afirmación del ministro muestra no tanto un desinterés o un intento de dilación sino una verdadera ignorancia”. “¿Qué tendrán que ver los premios Konex, que no suponen ninguna erogación económica sino que son un estímulo simbólico, con los Nacionales? Sin desmerecer a los Konex en lo más mínimo, es como decir que el valor de consignar en un currículum vitae que se presenta al exterior que uno tiene un premio Nacional de un país o consignar que fue merecedor de un Konex es lo mismo, cuando en realidad el Konex es un premio que en el exterior no es significativo y tampoco pretende serlo. Los premios Nacionales de Literatura y Arte se dan en la mayor parte de los países del mundo y no necesitan traducción ni explicación; son un pasaporte contundente y universal”.
Vueltas y cálculos
El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, intenta justificar la demora de dos años para convocar los Premios Nacionales. “La sensación que teníamos es que debíamos revisar los premios porque había un montón de subcategorías en ensayo, filosófico, político, psicológico... Pero también queríamos discutir el modelo de los premios en relación con la pensión no contributiva que reciben los ganadores. Cuando uno estudia la historia de los Premios Nacionales, tiene que ver más con el apoyo a los creadores en su vejez. ¿Alcanza una obra para otorgar un Premio Nacional que implica una jubilación en el futuro para su autor? Me parece que es un tema que requiere una cierta reflexión. Estuvimos dando vueltas, discutiendo; primero el tema lo tuvo Enrique (Avogadro) y después lo tomé yo. Calculo que para la Feria del Libro los vamos a estar convocando para este año”, anuncia Avelluto.
–¿Por qué no se convocan los premios que están atrasados: 2016 y 2017?
–Cuando no hubo premios, no se convocó para atrás, hubo muchos años en los que no hubo premios y hubo muchos cambios de categorías a lo largo de la historia. No hay una obligación legal de llamar a los Premios Nacionales todos los años. Sí está reglamentado el tema de las pensiones que reciben los ganadores, pero no la obligatoriedad del llamado. No es que nosotros adeudamos premios de dos años. Eso no es así. Vamos a llamar a este año, seguramente con una modalidad nueva, con una simplificación de las categorías, que las estamos terminando de definir, para que sean convocados y otorgados en el transcurso de este año. Y así después todos los años.
–¿Cuál será el monto de los premios?
–Va a ser mayor del que había, pero todavía no lo podemos definir. Vamos a destinar una inversión para la organización, los premios y los jurados, de alrededor de 5.000.000 de pesos para este año, que es mucho más de lo que se había destinado en la última entrega.
Alpargatas y libros
Cambiemos-Pro no se lleva bien con la “cosa pública”, y prefiere que muchas funciones y acciones que son competencia del Estado queden en manos de los privados. ¿Cómo afecta esto a las escritoras y escritores? “Para mí, no tiene nada de malo que se busque la colaboración entre los privados y el Estado. Al contrario, es una muy buena tendencia, que las mejores democracias del bienestar llevan adelante. Habría que seguir estimulando el mecenazgo, por ejemplo”, sugiere Shua. “Yo diría que Cambiemos-Pro no se lleva bien con la cultura. Es curioso, la Cultura –o Kultura, como diría Cortázar–, que antes estaba en manos de las capas más altas de la sociedad, ahora ha quedado del lado del peronismo –plantea la escritora que ganó el Premio Nacional con el libro de cuentos Fenómenos de circo–. En ese sentido, creo que se ha producido una degradación de nuestra clase alta, que ahora parece tener más dinero que nunca pero mucho menos interés en la cultura. ¿Serán todos parvenues? Una parte muy importante de los intelectuales de nuestro país hoy son peronistas. Alpargatas sí y libros también.”