Al hablar con Ridley Scott, la impresión que queda es que se trata de un hombre al que no le falta precisamente confianza o esperanza en sí mismo. Quizá es lo que sucede cuando se trata de un director con tantos clásicos en el cinturón: cosas como Thelma & Louise, Blade Runner, Alien y Gladiador. Es también un rasgo de personalidad que le permitió actuar rápidamente y con decisión cuando su más reciente película, el biopic sobre J. Paul Getty Todo el dinero del mundo (que se estrenará en la Argentina el 8 de febrero), quedó envuelto en las acusaciones de abuso sexual hacia uno de sus protagonistas, Kevin Spacey.
El actor era señalado como un serio aspirante en la “temporada de premios” gracias a su interpretación del billonario que, en 1976, se negó a pagarle a unos secuestradores italianos el rescate por su nieto de 16 años. Entonces llegaron las acusaciones del actor Anthony Rapp, quien señaló que Spacey había hecho “avances sexuales indebidos” sobre él en una fiesta, cuando tenía solo 14 años. La acusación abrió las compuertas, y pronto hubo varias otras denuncias de conductas sexuales inapropiadas por parte del ex director artístico del teatro Old Vic. Tanto Netflix, que estaba en el medio de la producción de la sexta temporada de House of Cards, como Scott, decidieron que necesitaban borrar al actor de sus proyectos.
Todo el dinero del mundo fue retirada del prestigioso AFI Fest, en una movida que fue vista como el gesto previo a que el film fuera descartado o al menos se pospusiera su llegada a los cines. Pero Scott tenía otras ideas: el realizador británico tenía la firme convicción de que no quería retrasar la fecha de estreno de su nueva película. El sabía que Danny Boyle había estado filmando Trust, una miniserie en ocho partes para la televisión también centrada en el secuestro; con el estreno de esa serie fijado para la primavera boreal, tomó la decisión de que se realizaran de inmediato nuevas tomas con Christopher Plummer reemplazando a Spacey en el rol de Getty.
“Yo trabajo rápidamente, y pensé que teníamos que hacer algo en ese mismo momento”, señala ahora Scott. “Con lo que tuve una conversación con mi socio Dan Friedkin, quien puso el dinero para la película, y le dije que si podía conseguir a Christopher Plummer podíamos ponernos en movimiento rápidamente, y en nueve días estaríamos filmando”. Friedkin soltó otros diez millones para financiar las retomas. Si no hubiera sido una historia tan resonante, hubiera sido imposible saber que Plummer no había estado involucrado desde el comienzo. Scott dice que cuando Spacey estaba a cargo del rol era una versión mucho más fría de Getty pero ahora “Christopher consigue despertar cierta empatía aunque a veces es cruel”.
La elección de Plummer fue sencilla, teniendo en cuenta que su nombre también fue considerado cuando el casting se decidió por Spacey. “Fue un tironeo entre los dos”, dice Scott. La ventaja de Plummer es que es un octogenario, igual que el personaje representado en el film. Pero en el momento tuvo sentido en términos de negocio elegir a Spacey, aplicarle maquillaje y envejecerlo. “Kevin tenía un perfil muy alto por el éxito de House of Cards, y era muy conveniente en el nivel comercial”. La cuestión dice mucho sobre el proceso de casting de Hollywood, y sobre el valor de la “celebridad”: la decisión final no fue tomada sobre quién era el actor más apropiado para asumir el personaje, sino sobre quién tenía más potencial para llenar asientos. Tan pronto como cambió la visión del público, también cambió la de Scott. Fue un movimiento tan implacable como los de Cómodo, el emperador retratado en Gladiador.
Lo que es bueno para el negocio siempre fue un factor de motivación para Scott. El realizador nació en noviembre de 1937 en South Shields, del condado de Durham. Su padre estaba en los Ingenieros Reales y fue una figura ausente durante buena parte de su vida temprana, con la Segunda Guerra en pleno auge. Las memorias más lejanas de Scott tienen que ver con esconderse debajo de la escalera mientras los alemanes atacaban, y una suerte de barrera inflable que se utilizaba para cubrir la casa y defenderla de las incursiones aéreas: cosas que lo hacían confundir el día y la noche. El agradece a su madre, ama de casa, por arreglarse para criar a tres chicos. Su hermano mayor, Frank, era marinero, mientras que su hermano menor, Tony –ya fallecido–, fue también un estimado director que hizo películas como El ansia y Escape salvaje. “Mi madre también debería haber sido una mujer de negocios”, dice, aludiendo a su impulso vital.
Scott tuvo que pelearla en la escuela antes de ingresar al West Hartlepool Art College, donde finalmente se sintió en casa. Luego fue al Royal College of Art en Londres, algo que define como una experiencia de las que cambian la vida, que lo condujo a un empleo en la BBC y luego a una exitosa carrera en la publicidad. A los treinta años sintió que quería hacer una película, pero no apareció la oportunidad. Tenía 40 cuando hizo Los duelistas, sobre los oficiales napoleónicos en guerra: ganó el premio a la Mejor Primer Película en el Festival Internacional de Cannes en 1977. Ver Star Wars lo empujó a hacer películas de ciencia ficción ambientadas en el espacio. Alien impulsó su propia carrera a proporciones intergalácticas, y dada su admiración por su madre quizá no sorprende que él viera a Ripley como una heroína, más que como un héroe, y así decidió que Sigourney Weaver fuera la teniente Ellen Ripley. Más tarde haría Thelma & Louise, que décadas después sigue siendo considerada como la gran “buddy movie” femenina.
“Muchas de mis películas tienden a no envejecer”, dice, exhibiendo una vez más esa temeraria autoconfianza. “Permanecen. Soy muy consciente de eso, y soy muy competitivo. Estas películas siempre se están exhibiendo, y a menudo necesitan un rejuvenecimiento técnico. Por eso es que acabo de hacer Gladiador de nuevo –por sexta vez–, para que pueda verse en 4K”.
Todo el dinero del mundo es un proyecto inusual para Scott, porque no fue originado por él mismo. El guión cayó en su escritorio y él se sintió atraído, “pensé que era muy válido porque es similar a lo que está sucediendo hoy con los supermillonarios y el modo en que va el mundo”. El director cree que la gente se ha hecho demasiado rica, pero también pregunta “¿Qué es la riqueza? Cuando escuchás que hay personas que están donando diez millones, pero están valuados en 200 billones... para ellos es el dinero del almuerzo”.
Scott no está seguro de que los impuestos sean la respuesta, ya que muchos billonarios son emprendedores que generan riqueza y pagan impuestos. “¿Cuál es el balance de los pagos?”, se pregunta. Es un interrogante que pondera en su nueva película, donde el Getty de Plummer trata el secuestro como una transacción de negocios, esperando a ver quién baja la guardia primero. En última instancia es difícil decir cuál es la manera apropiada y cuál es la mala para hacer las cosas.
En breve volverá a su juventud, ya que planea una nueva producción, una película sobre la Batalla de Inglaterra. “Hay mucha competencia con cosas que se estrenaron en los últimos tiempos, como Dunkerque, pero eso no nos va a detener. Es difícil porque hoy estás muy metido en toda clase de vuelos reales y vuelos digitales, y podés conseguir que todo se vea casi perfecto. Pero lo más importante siguen siendo los personajes. Yo siempre invierto en personajes.” A los 80 años, Ridley Scott sigue siendo uno de los grandes personajes del cine.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.