Como ya referimos en innumerables ocasiones desde esta columna, la incorporación de la problemática del patrimonio arquitectónico y cultural en la agenda de los municipios del conurbano no llega a terminar de afianzarse en un piso o meseta de normativas y posturas básicas. Sea en su faz normativa o legislativa, o en las políticas públicas, todo parece estar sujeto a un tira y afloje constante en el que los retrocesos llevan de vuelta a temas que parecían cerrados. Un ejemplo es lo que está ocurriendo en los distritos “sururbanos” de Lomas de Zamora y Almirante Brown en las últimas semanas
En Lomas de Zamora pudimos asistir con beneplácito a la reinauguración del Museo Americanista, declarado Monumento Histórico por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Histórico, que mucho tuvo que ver en la revalorización de estos sitios. Pero los vecinos nos transmitieron su desazón por la remake local de la modificación porteña de noviembre pasado a la ley de protección de adoquinados. En la Capital, se que permite la remoción de adoquines que estén desgastados o destruidos para la producción de asfalto, pero que en la versión local directamente se anula la Ordenanza que protegía el adoquinado, permitiendo y proponiendo el asfaltado de 84 cuadras.
Mas allá del retroceso conceptual vale la pena analizar los fundamentos. Lo justifican en poder mejorar el tránsito de las avenidas principales, derivando el flujo vehicular hacia las calles internas de los barrios, seduciendo a los automovilistas con asfalto. Esta fundamentación no solo va en contra del sentido común sino de lo que establece el capítulo sobre el sistema vial en el Código porteño (orientativo en todo el país): las vías primarias (rutas y autopistas) congregan el tránsito interregional, las secundarias (avenidas) el regional o intermunicipal, y las terciarias (calles y pasajes) el barrial. Como frutilla del postre de tamaño dislate, vale la pena reproducir lo que señalan los vecinos de la ONG local Fuenteovejuna: al Municipio gobernado por Martín Isaurralde todavía le queda un veinte por ciento de sus calles de tierra. Por eso proponen que se canalice hacia esas arterias la “pulsión” pavimentadora.
Mientras tanto, en el municipio vecino de Almirante Brown en lo que hace a la preservación del adoquinado histórico de la ciudad de Adrogué siguen manteniendo una postura proteccionista e inclusive realizan una renovación y reparación de arterias empedradas mediante un trabajo artesanal digno de imitar en otras jurisdicciones. Pero no resulta tan alentador la forma en que el municipio otorga permisos de demolición sobre las casas, chalets e inmuebles de indudable valor histórico y patrimonial que predominan en esta zona. Pareciera que para la preservación del casco histórico adroguense por parte de la gestión del Intendente Cascallares alcanza con la protección ambiental de calzadas y la limitación a 5 pisos de la altura de los edificios -que están proliferando como hongos- pero permitiendo la desaparición del patrimonio edificado.