¿Cien mil dólares ahora o un millón en diez años? Con tono de comedia romántica, un grupo de actores intenta mostrar distintos argumentos posibles para responder esa difícil pregunta en la obra El test, que se estrena esta noche en el Multiteatro Comafi con dirección de Daniel Veronese. “La pregunta parece fácil pero no, porque te propone autocontrol o impaciencia en beneficio de algo tan particular y problemático como el dinero”, dice Carlos Belloso, uno de los cuatro intérpretes de la pieza. “Lo interesante es que no hay sólo dos respuestas sino varias, con posturas muy precisas y muy diversas”, agrega Jorge Suárez, el otro hombre del elenco, en charla con PáginaI12. Con un equipo actoral que completan Viviana Saccone y María Zubiri, la pieza se puede ver de miércoles a domingos y es uno de los primeros estrenos del año de la calle Corrientes. Es, además, una de las grandes apuestas de esta temporada teatral en Buenos Aires.
Escrita por el joven dramaturgo catalán Jordi Vallejo, la obra pone el acento en dos parejas –una de años, otra más reciente– que se exponen al test de personalidad propuesto por una de las mujeres, que es psicóloga. Basándose en “el Test de la Golosina”, según el cual se le ofrece un dulce a un niño y se le explica que si es capaz de no comérselo, a los quince minutos se le dará otro como premio pero de lo contrario no se le dará más nada, los adultos adaptan la prueba a “la golosina más irresistible para los adultos: el dinero”, tal como dice uno de los personajes. Así, rápidamente quedará expuesto lo que cada uno será capaz de hacer por plata, aun si eso significara una contradicción con su sistema de valores, y cómo eso modifica y afecta las relaciones personales, que son el otro eje de la pieza.
“Lo que tiene de interesante la obra es que genera identificaciones múltiples. Escuchás un discurso que te gusta y parece que lo vas a seguir, pero después aparece otro de los personajes con otro argumento y también estás de acuerdo”, dice Suárez, que personifica a un hombre con necesidades económicas, bastante determinado por la urgencia. Y Belloso coincide: “El espectador puede seguir líneas de acción concretas porque el planteo te lleva a eso. Esto no pasa en todas las obras. Muchas veces la del espectador es una observación más fría sobre un tema. Acá sí o sí te identificas”, dice el actor, que en la pieza encarna al personaje que podría ser identificado como “neoliberal”, que presiona al resto para tomar una decisión.
–¿Les parece que en una época de crisis económica como ésta una obra sobre el dinero resuena más?
Carlos Belloso: –Me parece que la plata está en todos los tiempos, pero que quizás sí ahora se potencia el tema un poco más. De hecho se nombran cosas muy actuales, como los fondos buitres, la inflación. Y también se muestran corrientes ideológicas. Hay dos posturas políticamente contrarias y muy definidas. Una es la neoliberal y la otra es una más nacionalista, más autosustentable. Eso es lo que más resuena.
–La famosa grieta...
C. B.: –Sí, que sin embargo a veces se borra porque, como dice mi personaje, nadie se hace millonario siendo honesto. Él le dice al personaje de Viviana (Saccone) “yo respeto tu compromiso social, pero lamentablemente todos tenemos un precio”. Antes decir una frase así era una locura, cualquiera te la podía retrucar. Ahora lamentablemente esta sociedad capitalista es la que maneja todo. El mecanismo primero es la guita.
Jorge Suárez: –Quizás por eso la obra resuena más ahora. Porque pone al dinero como eje, como centro. Se generan incógnitas que hablan de ambiciones y necesidades, pero también de hasta qué punto el dinero nos torna perversos como él mismo. Y está bueno eso, porque sin ir más lejos, es el tema del que se habla todo el tiempo en los noticieros. Vos prendés la tele y la radio y te preguntás porqué pasa todo esto. Nosotros también hablamos de eso pero de otra forma.
–Algo así como que el teatro es otro relato posible, ¿no?
C. B.: –Es eso, sí, exacto, es otro relato posible. Y más en este país, donde el teatro ha sido siempre un lugar de reflexión muy visitado desde siempre. En el teatro tenés todo, cuando pensás que está todo dicho y todo hecho se crea algo nuevo, en estética, en mensaje, en tema, en forma. Claro que también es entretenimiento, porque la gente sale del teatro y se va a comer y pasar un buen rato. Pero no es un entretenimiento banal, es un entretenimiento reflexivo. Así al menos lo veo yo. Si me ofrecen alguna obra, y por suerte me ofrecen varias, que no sea profunda, no la agarro. Yo quiero hacer obras que para la gente signifiquen la posibilidad de parar un rato, de apagar una hora el celular y pensar y divertirse pensando.
–¿Y qué les sucede con el hecho de que los gobiernos no fomenten lo suficiente la actividad como para poder apoyar ese otro relato del que hablan?
C. B.: –A mí lo que más me preocupa son los pequeños teatros independientes, los centros culturales, porque esas son las verdades unidades básicas culturales. Un pibe del barrio va a ver teatro ahí, se acerca a ver qué hay en esos espacios, porque la calle Corrientes le parece algo lejano. Me preocupa que los vecinos pierdan esos espacios por algo tan terrible como que los costos son imposibles. Yo tengo un teatro independiente (el Teatro Gargantúa, en Chacarita) y realmente peligran las salas. Lo que llega de luz a los teatros es una locura.
J. S.: –A mí me da mucha impotencia. Me gustaría que los gobiernos entiendan que el teatro es algo muy importante para la Argentina y no un capricho que se nos dio a los artistas. Es una expresión realmente muy importante y no sólo en Capital Federal sino también en las provincias, y lo sé porque lo he vivido, porque he viajado haciendo teatro. Los gobiernos tienen que entender que necesitan ayudarnos para que esto funcione mejor, porque el teatro no va a desaparecer. Para nosotros es inevitable, lo vamos a terminar haciendo en una camioneta, pero no vamos a parar.
C. B.: –Bueno, eso es justamente lo que me preocupa a mí. Que no crean que porque nos es algo inevitable no necesitamos de su ayuda.
J. S.: –No, claro. Lo que yo digo es que nosotros vamos a seguir haciéndolo en la plaza, pero que igual, y justamente por eso, necesitamos que ellos diseñen políticas públicas. También pasa que estamos viviendo un momento tan delicado que a uno le da pudor hablar de esto cuando hay gente que no tiene para ponerse un audífono, una dentadura postiza o comprarse lentes. Pero eso también es algo que tenemos que cambiar, el no creer que la cultura de un país es menos importante que la salud de un país. Las áreas son tan importantes unas como otras, sobre todo porque no tiene sentido comparar. Son inconmensurables. El Estado deber estar presente para todas.
–Hace unas semanas se conoció la noticia de que un productor teatral levantó un espectáculo que se estaba por estrenar porque un actor del elenco había hablado de política. ¿Qué piensan de quienes sostienen que los artistas no deben tomar posición de forma pública?
C. B.: –Todo el mundo puede hablar de lo que se le cante. En el caso de los artistas es igual, es una elección particular, como la de cualquier otro trabajo. Hay artistas que expresan lo que piensan porque lo deciden y otros que simplemente hacen y con eso hacen política. Yo, por ejemplo, siento que estoy haciendo política en esta obra. Desde ya no me identifico con el personaje que me tocó, que es el del neoliberal, pero sí me identifico con el hecho de personificar un engranaje dentro de un mecanismo que habla de este tiempo, de mostrar una parte de la organización económica de la sociedad.
–Por último, es un poco difícil no preguntar… Como Suárez y Belloso, ¿cien mil dólares ahora o un millón en diez años?
C. B.: –Yo creo que esperaría los diez años, pero cambié cien veces desde que leí la obra.
J. S.: –Yo creo que también esperaría.
–Habría que ver la inflación, ¿no? Porque a este ritmo…
J. S.: –Bueno, ya lo dice mi personaje. “Hay que ver si en diez años esa plata sigue siendo mucha plata.”
* El test se ve de miércoles a viernes a las 21, los sábados a las 20 y a las 22 y los domingos a las 20 en Multiteatro Comafi, Av. Corrientes 1283. Las entradas cuestan 600 pesos.