A pesar de que los opositores al gobierno de Evo Morales (foto) quieren instalar el discurso de que el modelo económico boliviano muestra síntomas de agotamiento, lo cierto es que –por cuarto año consecutivo– la economía boliviana es la que mayor crecimiento experimente en la región sudamericana. Los datos de crecimiento de 2017 son inferiores a los de otros años, pero que, teniendo en cuenta la situación de la región, sigue mostrando la gran fortaleza de su economía. El crecimiento regional sudamericano lleva dos años consecutivos en negativo (-1,7 por ciento en 2015 y -2,4 por ciento en 2016). Aunque Bolivia no escapa a la influencia de la situación económica regional, ha logrado sostener el crecimiento.
La influencia internacional se ha notado en el descenso del mayor rubro de exportaciones bolivianas: el gas. Sus dos principales mercados, Argentina y Brasil, han reducido significativamente la demanda. Brasil redujo sus importaciones a casi la mitad teniendo un fuerte impacto en la balanza comercial boliviana.
A pesar de este contexto externo desfavorable, la clave en los buenos resultados está en el mercado interno. Una vez más, la fortaleza de la demanda interna ha ayudado a mantener el dinamismo económico. Este aumento se ha basado, en primer lugar, en el aumento de la renta y por tanto del poder adquisitivo de las familias. La mejora de las condiciones laborales, con los continuos aumentos salariales, unido al incremento de las trasferencias del Estado a la población con menores posibilidades económicas, han sido las políticas implementadas que permiten estos resultados. Por su parte, la inflación se ha mantenido en bajos niveles, siendo la prevista en este año del 3,2 por ciento.
En segundo lugar, el dinamismo de la demanda interna se basa en el impulso que año tras año le da la inversión pública, mostrando la fortaleza de un Estado que participa activamente en el modelo de desarrollo económico, distribuyendo y redistribuyendo los recursos. En 2016 la inversión pública alcanzó el equivalente a los 6200 millones de dólares frente a la inversión privada de 1600 millones.
En el segundo semestre las presiones negativas del sector externo por parte de Brasil se han reducido. La región en su conjunto vuelve a mostrar un mayor nivel de actividad económica, aunque en algunos de los países del entorno (casos de Brasil o Argentina) es a costa del bienestar de las grandes mayorías y se basa en la aplicación de duros ajustes que solo favorecen al gran capital. Las exportaciones de gas vuelven a retomar los valores normales y la economía regional vuelve a tasas positivas tras dos años en negativo. Esto tendrá un impacto positivo en el sector externo de la economía boliviana. Además, el precio del petróleo se ha estabilizado sobre los 60 dólares y esto parece haber dado por terminada la guerra de tipo de cambios que se había dado en muchas de las economías de la región en los últimos años.
Las previsiones oficiales hablan de una tasa anual que llegará al 4,2-4,3 por ciento en 2017 y cerca del 4,5 por ciento para el 2018. Según los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Bolivia volverá a liderar el crecimiento económico en 2018, y esto no es lo más importante: lo verdaderamente importante es que será un crecimiento inclusivo de un modelo que entre 2005 y 2016 consiguió reducir la pobreza extrema del 38,2 al 16,8 por ciento, y reducir la desigualdad medida mediante el Índice de Gini del 0,60 en 2005 al 0,47 en 2015. La economía boliviana vuelve a liderar a la economía de la región y muestra el camino hacia un crecimiento inclusivo que llegue a las grandes mayorías.
* Investigador Celag.
@Sergio_MartinC