A partir de la reunificación de la CGT en 2016 la estrategia elegida para relacionarse con un gobierno no peronista como el de Cambiemos fue la del diálogo. Los resultados, a dos años vista, fueron magros no sólo por la tendencia del oficialismo a no respetar los acuerdos sino también por la preeminencia de los intereses sectoriales en la central obrera por sobre el conjunto del universo laboral que conspiró contra la declamada unidad de los sindicatos. Ahora llegó el tiempo de barajar y dar de nuevo en un escenario conflictivo porque el Gobierno renovó su ímpetu de combate a los sindicatos. Todos los protagonistas coinciden en esta lectura y ha comenzado a prepararse el escenario del recambio que se expresará en un congreso que bien puede realizarse a fines de febrero o a principios de marzo donde poco a poco comienzan a conocerse nombres o corrientes internas que quieren competir por la Secretaría General.
Estos dos años demostraron que el diálogo de la CGT sin un objetivo claro y definido por detrás no generó beneficios para los trabajadores. Los despidos masivos antes y después de que se vetara la ley antidespidos fue un caso que la conducción cegetista no logró revertir y menos cambiar de dirección en cuanto a su táctica y estrategia.
El Gobierno, en cambio, llevó la pelea con los sindicatos al terreno de la lucha contra la corrupción porque sabe que le es funcional para la flexibilización laboral y apuesta a que el sentido común social se incline cada vez más por considerar que todo aquel que es sindicalista es de por sí feo, sucio y fundamentalmente malo. Los grandes medios de comunicación que todavía mantienen una alianza con el Gobierno abonan esa tesis y la multiplican. No es menos cierto que hay ejemplos en el gremialismo que le dan carnadura a ese pensamiento un tanto lineal y la dirigencia sindical es consciente de que en ese escenario tiene garantizada la derrota. Los ejemplos recientes que involucran a Juan Pablo “Pata” Medina, Humberto Monteros y Marcelo Balcedo resultan de utilidad para la generalización.
Estos casos, como fueron las intervenciones a los sindicatos del año pasado, ya no son solo una advertencia porque ahora está la denuncia contra Hugo y Pablo Moyano que, más allá de la veracidad de los “informes de inteligencia” de la Unidad de Información Financiera (UIF), confirma que el macrismo quiere a todo el sindicalismo bajo su bota. Entonces, por esto y por la derrota que implicó la reforma previsional a la CGT no le queda otro camino que cambiar. En lo inmediato se está traduciendo en un congreso de la CGT que lo están trabajando para fines de febrero o principio de marzo. La avanzada contra los Moyano, que para la familia es “puro chamuyo”, impide cualquier dilación. Entonces, el equilibrio de fuerzas internas en el armado de esa futura conducción se convierte en la primera condición para mantener la unidad pero no la única. Esa proporción se expresa en los primeros cinco cargos: secretario General, Adjunto, Gremial, de Interior y de Relaciones Internacionales. El resto de las secretarías tienen su importancia pero no al nivel de las enumeradas. La segunda condición es la estrategia y la táctica a aplicar en un marco de unidad conceptual.
Los tórridos días de enero no detuvieron las gestiones para que un grupo de gremios trabaje en un primer armado. En esa tarea se encuentra la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT), la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Luz y Fuerza, Unión Ferroviaria (UF) y un grupo importante de sindicatos que tienen presencia en el actual Consejo Directivo pero que abonan la idea otorgarle a la central obrera “un perfil confrontativo”. Hay nombres en danza y ya suena para el primer puesto Sergio Sasia y al titular de APLA (Pilotos), Pablo Biró, que milita en la CFT lo visualizan en la secretaría Gremial. Al gremio de pilotos no le disgusta la idea pero siempre y cuando haya un programa de acción. Cuando le consultan al titular de la UF responde con una sonrisa pero se está moviendo. Si bien Sasia no integra la poderosa Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) mantiene buen diálogo con su par ferroviario Omar Maturano (La Fraternidad), quien a su vez le recela la conducción de la CATT a Schmid.
Pero lo que Sasia no dice de la CGT lo escribe en las redes sociales. En su cuenta de Twitter escribió que uno de los desafíos de la central obrera gira alrededor de la intención del Gobierno de avanzar con la reforma laboral. “Ya logró la reforma previsional. El movimiento obrero en su conjunto debe contar con un proyecto con una Agenda Programática y Propuestas Concretas para llevar al debate de cara a los Trabajadores y la Sociedad”, escribió.
Es una señal clara la de Sasia pero además en cualquier esquema confrontativo debe contarse con el recurso constitucional del derecho a huelga y en estos tiempos el transporte público es sustancial. Los trenes son importantes pero también los colectivos y en el último paro la UTA de Roberto Fernández realizó una cabriola que terminó perjudicando la medida de fuerza contra la reforma previsional. En la UTA consideran que por ahora tienen un acuerdo con el Gobierno que no los perjudica. Pero es por ahora porque si Fernández mira el avance de las líneas aéreas low cost sabrá que tiene en puerta una inminente crisis en el transporte de pasajeros de larga distancia. Por ejemplo, la línea aérea Fly Bondi anunció que un viaje a Tucumán costará 990 pesos, unos 51 dólares. Un servicio de colectivo tipo Premium a esa provincia se abona hoy a 129 dólares. En avión es un viaje de una hora y 40 minutos contra las 14 horas en la ruta. Un dato duro que obligará a Fernández a reconsiderar su neutralidad.
No es el único. El gastronómico Luis Barrionuevo recuperó de repente un espíritu combativo. El alejamiento del Gobierno que supo respaldar y la debacle del triunvirato donde colocó a Carlos Acuña desnuda la debilidad gremial de Barrionuevo y por lo tanto que recurre a su mayor virtud, la retórica polémica. Presagió un mal final para Macri si la emprende contra los sindicatos y ahora anunció un cónclave sindical en Mar del Plata para la próxima semana donde espera que participe Hugo Moyano. Puede que esa reunión sirva para juntar masa crítica e intentar así aplacar al Gobierno pero no será suficiente. El veterano líder camionero lo sabe y medita el camino a seguir que incluye una negociación con la Casa Rosada para detener el embate pero también la posibilidad de participar, junto a Barrionuevo, del armado de la nueva CGT. Allí nace la posible candidatura de Pablo Moyano pero que en estos últimos meses se despegó del Consejo Directivo de la CGT, una actitud que tiene costos a la hora de negociar el futuro. Para colmo en la actual coyuntura se desvanece el sueño de Pablo de relanzar el MTA que supo conducir su padre. Esto implicará una fractura de la CGT que lejos de fortalecer al sindicalismo lo debilitará aún más.