Ediciones Al Arco, sello fundacional de la literatura deportiva, llega a los 15 años de vida y prepara una celebración a la altura con el lanzamiento de su nueva página web, la tercera edición del Concurso Nacional de Cuentos de Fútbol Roberto Santoro, la posibilidad cierta de alcanzar el centenar de publicaciones durante 2018, y lo que será su primera participación en la Feria Internacional del Libro con la distribuidora La Coop. “Lo que nació como un sueño es esta realidad nuestra y de todos los autores que escribieron para Al Arco, cuya colaboración fue esencial para el desarrollo de este proyecto”, explicaron Marcos González Cezer y Julio Boccalatte, responsables del sello.
La editorial, luego de la publicación durante un año de una revista del mismo nombre, nació a inicios de 2003 con el legendario De Puntín, una antología de 11 relatos que contó con la colaboración de Roberto Fontanarrosa (ilustraciones), Jorge Valdano (prólogo) y el uruguayo Eduardo Galeano (contratapa).
“Son 11. Juegan con palabras, en cancha de papel, y los dibujos de Fontanarrosa comentan el partido. Cada cual se luce según su maña y su manera, pero los 11 forman, juntos, un lindo equipo. Ojalá encuentren la hinchada que la buena prosa, como el buen fútbol, merece”, se aventuró entonces el inolvidable Galeano. Y así fue.
El suceso de ventas de De Puntín (la primera tirada se agotó a los pocos días de su aparición) confirmó lo que era una necesidad: la creación de un sello que se dedicara exclusivamente a la difusión de literatura vinculada al deporte. Y, a la vez, significó el eslabón inicial de la cadena de publicaciones: sin financiamiento externo, independiente y autónoma, resistiendo los vaivenes, la editorial se autogestiona.
Desde entonces, Al Arco viene sosteniendo la publicación de literatura deportiva a través de ficción, ensayos, biografías, investigaciones y otros géneros periodísticos.
Para celebrar sus 15 años, la editorial lanzó su nueva página web, edicionesalarco.com.ar; anuncia la tercera edición de su Concurso Nacional de Cuentos de Fútbol Roberto Santoro (las bases serán publicadas en los próximos días); y estará por primera vez en un stand de la Feria Internacional del Libro -del autor al lector-.
Para ello, se sumó a la editorial y distribuidora La Coop, impulsada por el mismo espíritu que Al Arco: la difusión de la literatura sin distinción de género; la defensa de un espacio de cultura, pensamiento y análisis.
Historia del sello
Al Arco editó la revista del mismo nombre, entre abril de 2001 y mayo de 2002. Fueron 12 números de una publicación original, de alta calidad gráfica y periodística, que cosechó mucho prestigio. Escribieron, entre otros, Eduardo Galeano, Fernando Niembro, Roberto Fontanarrosa, Enrique Macaya Márquez, Juan Pablo Varsky, Juan Sasturain, Gonzalo Bonadeo, Ezequiel Fernández Moores, Angel Cappa, Alejandro Fabbri, Víctor Hugo Morales, Daniel Arcucci, Rafael Bielsa y Julio Marini, además de varios de los mejores periodistas deportivos del país y de España, entre ellos Vicente Verdú (diario El País).
La intención, encarar el deporte desde un lugar más analítico, más descansado, se concretó a través de entrevistas con personajes propios del ambiente (desde Juan Román Riquelme hasta José Pekerman; desde Pep Guardiola hasta Jorge Valdano) y ajenos (como Augusto Roa Bastos), investigaciones, historias desconocidas y un fuerte componente de opinión a través de las firmas más destacadas. El proyecto contó con la colaboración de los autores de las notas y, luego, de su solidaridad para permitir la difusión. Fue una experiencia muy enriquecedora y sentó las bases para la creación del sello actual.
Ediciones Al Arco fue la continuación de aquella revista. Desde entonces, sostuvo su ritmo de publicaciones, es referencia ineludible del género y resultó legitimado por la colaboración de firmas prestigiosas y reconocidas. Así, entre muchos otros títulos (en general todos bien recibidos por el público y la crítica), el sello editó Picado Grueso, de Juan Sasturain (junto con Roberto Fontanarrosa y Osvaldo Soriano, emblema de la literatura “futbolera”); permitió la ópera prima de Horacio Pagani, “El fútbol que le gusta a la gente”, desde donde edificó buena parte del personaje mediático que se manifiesta hoy en la radio y la TV; y publicó la biografía de Juan Curuchet (Sangre, sudor y oro), el primer ciclista argentino en conseguir una medalla olímpica para la disciplina nacional (en la prueba Madison de los Juegos Beijing 2008).
El apoyo llegó también por parte de empresas diversas (Banco Provincia, Telefónica de Argentina, Aeropuertos 2000, Repsol-YPF y varias otras), que tuvieron participación publicitaria en algunos títulos; de la Secretaría de Deportes de la Nación y la Dirección de Deportes de la Ciudad de Buenos Aires, ambas declarando de interés nacional el libro Deportes, Desaparecidos y Dictadura, de Gustavo Veiga; y de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que declaró de interés cultural la Semana Al Arco, una serie de jornadas multidisciplinarias (presentación de libros y cortometrajes de fútbol, mesas redondas, exhibición de coleccionistas y fotografías), realizada en la bodega del legendario Café Tortoni a fines de 2005.
Asimismo, Al Arco participó con cuatro cuentos en la campaña de lectura “Leer también es una pasión”, organizada por el Ministerio de Educación y Cultura de la Nación en diferentes estadios de fútbol del país; recibió el premio Estímulo de Tea/DeporTEA; y organizó dos ediciones del Concurso Nacional de Cuentos de Fútbol Roberto Santoro, que contó con el auspicio del Ministerio de Educación de la Nación y al apoyo de la Secretaría de Deportes de la Nación. Con casi 100 títulos en la calle, Al Arco logró sacar al deporte de un circuito comercial y rutinario; lo reinterpretó como un hecho cultural para el que colaboraron solidariamente las firmas más prestigiosas del país; y se referenció como una alternativa válida, un nuevo canal de expresión. Detrás de cada libro está la intención de rescatar la cultura popular que gira alrededor no sólo del fútbol, sino de todos los deportes, y considerarla con la importancia merecida.