Desde Corrientes
Bajar del avión en Corrientes y no entrar en una bola de fuego envolvente es de por sí un alivio, casi una bendición. Y si acaso llueve, mejor aún. Tal combinación climática activa un bienestar atípico para esta época del año. Un estado del ánimo que predispone bien, por ejemplo, para pegarse una vuelta por el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola y observar cómo la provincia se prepara para dar comienzo a una nueva edición de la fiesta nacional del chamamé, por vigésima octava vez. Noche fresca para los cánones de enero, entonces, y un paisaje humano –con sus circunstancias– que no dista de otros años: fernet, coca, cerveza y tereré; reposeras para evitar la dureza rockwell de las butacas; variopintas vestimentas con preeminencia del traje gaucho a la correntina, pulloveres en la espalda o camisas dentro del pantalón; familias enteras –entre bebés y abuelazos, todo lo que hay en el medio—; y un entramado gastronómico que va desde el poderoso chipa m`bocá hasta el liso y llano choripán, con una variante intermedia que los correntinos dieron en llamar “chorirrevolver”.
Así luce entonces el anfi la primera noche que, dada la lluvia, estuvo a punto de suspenderse. El comienzo, con las palabras del padre Zini –aquel al que Gieco y Tarragó le dedicaron “Pai Julián”—, se atrasa veinticinco minutos, y la gente es poca. Muy poca, viéndolo en perspectiva histórica. Lo que no es poco es la garra que pone el cura, y la devoción de todo un pueblo por la Virgen de Itati que custodia en el escenario las banderas de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, porque también es la fiesta del Mercosur. Bajo ese marco identitario se realiza el primer homenaje de los tres programados para la primera luna: el del Pocho Roch, genio y figura del chamamé, muerto el pasado 26 de septiembre, a lo 78 años. El autor de “Pueblero de Allá Ité” es devuelto a su tierra a través de cantores, músicos y amigos que han tenido que ver con su devenir. Se escucha “El milagro del atajo”, obra basada precisamente en la virgen negra. Se escuchan también “Taipero Puriahú”, que habla de la tríada chicharrón-mate-cigarro, y de las lluvias mesopotámicas (pero de octubre); y el clásico “Pueblero…”, mientras una brisa fresca endulza el medio ambiente, y el lugar se va poblando de a poco. Va pintando el payé.
Y van desfilando más músicos por el escenario Osvaldo Sosa Cordero. El grupo Alborada, el entrerriano Ricardo Dimotta, Gisela Méndez Ribeiro, Guitarra x 3, y Coquimarola y su Conjunto, que aprovecha el convide para homenajear a otro de los padres sagrados del chamamé: Mario del Tránsito Cocomarola, el autor de “Kilómetro 11”, que este año cumpliría 100. No falta aquel clasicazo, pero tampoco piezas menos hurgadas como “Mírame”, por caso. El tercer tributo tiene como destinataria a Marily Morales Segovia, especie de Chavela Vargas correntina que el cielo se llevó el último 12 de febrero. Dicho por los que saben, el homenaje del ballet oficial conmociona porque una mujer hace la mímica sobre su voz, y parece resucitarla en plena escena. Momento de emoción extrema en una noche que también mostrará a los hermanos Duarte y otro homenaje, en este caso a “Toto” Semhan, poeta, cantante y ferviente defensor del guaraní, fallecido días antes que Roch.
Casi siete mil personas –dicen– terminaron poblando la primera noche de la fiesta, cuya continuidad se vio interrumpida por el temporal que se precipitó sobre la región el sábado. La lluvia y el fresco empezaron a tornarse molestos. Mucho para vastas regiones del NEA, anegadas por el agua, y algo para la capital de Corrientes. Hubo que suspender la segunda noche, de hecho, y también las peñas pueblerinas programadas de día y a “sol abierto”. De todas formas (y por suerte) el cielo no es el único techo que cobija al chamamé. Bajo el resguardo de la fina loza del Museo de Ciencias Naturales, finos músicos alternan talentos en otra de las actividades satélite de la fiesta: el Mercado Chamamé.
El encuentro es efectivamente un encuentro en serio porque, a diferencia del vínculo impersonal que se da en los festivales masivos, aquí la cosa es cara a cara con los músicos. Al lado del Paraná, mientras estoicos pescadores soportan las inclemencias del tiempo con la mirada clavada en un crepúsculo sin sol, el trío Tají (Lapacho, en guaraní) genera una música introspectiva. Mucho de mundo interior hay en ella… mucho de litoral onírico fluye de este ensamble de guitarra, acordeón y violín que viaja lindo por los paisajes del Iberá, a través de piezas propias como el vals “En familia”, o “Siesta de enero”.
Entre mate, tereré y chipá en plan merienda, le toca el turno al Mauro Bonamino Grupo. Guitarrista, contrabajista, acordeonista y cantora (todos de riguroso negro, menos ella) comienzan su set con un bello instrumental propio llamado “Cuando nace un chamamé”. Y luego abrevan de Ramón Ayala, para hacer una versión muy libre de “Pan del agua”, y del tándem Tarragó Ros-Roch, con la mira puesta en “Caña con ruda”, mientras ciertos animales de la región (yaguareté, tapir, guacamayo colorado) parecen mirar lo que pasa, congelados en una foto. Al cuarteto le sucede un electroshock energético a través de Yangos, banda de Río Grande do Sul, que amenaza con convertirse en faro y referencia de la región. “Para nosotros el romanticismo es esto”, lanza el tecladista que, dado su histrionismo corporal, parece el eslabón perdido entre Jon Lord y Jerry Lee Lewis. El romanticismo para Yangos es, pues, una música tracción a sangre y alegría, con el foco puesto en una percusión compulsiva, que le quita protagonismo al mismísimo acordeón, en la mismísima Corrientes.
El pulso chamamecero vuelve a sus valores normales cuando interviene Gabriel Cocomarola, pero se altera de nuevo cuando la escena es tomada por un trío de nombre Guaú. Viene del Chaco, es esencialmente jazzero, pero va sorprendiendo según pasan los temas. Cuela entremedio la sabia gurania a través de “Mis noches sin ti”; la tremenda riqueza instrumental de “Cosechero”, de Ramón Ayala; o el clasicismo bien revisado del tándem Sosa Cordero-Damasio Esquivel, mediante otro clásico: “Alma guaraní”. Impecable jornada que (reforzada por una peña invitación de la casa en el Cantalicio Bar) muestra apenas el recorte inicial de un raid chamamecero que seguirá hasta el próximo domingo con Ramona Galarza, Lito Vitale, Antonio Tarragó Ros, el Chango Spasiuk, Luiz Carlos Borges, Ramón Ayala, Mateo Villalba, Los de Imaguaré y Mario Bofill, entre sus protagonistas centrales.