“No puedo más, tengo que cerrar esta etapa porque ya sabemos que no los vamos a recuperar vivos y empezar el duelo, para luego tratar de rehacer mi vida. Te juro que no doy más”. Con la misma crudeza con la que –antes que nadie-aseguró “todos están muertos y nos siguen mintiendo”, en referencia a los 44 tripulantes del ARA San Juan, Itatí Leguizamón, esposa del cabo Germán Oscar Suárez, le confesó a PáginaI12, que ya no quiere seguir hablando “de la desidia, de la miseria con la que se han manejado las autoridades de la Armada y del gobierno, porque hasta los mismos familiares de las víctimas, hasta las misma personas que vivieron y viven lo que yo vivo, me están marginando y cuestionando porque fui la primera en decir la verdad que todavía muchos se niegan a asumir”.
Oriunda de la provincia de Formosa, Itatí se instaló el año pasado en Mar del Plata, para estar cerca de la base naval que era sede de las actividades de su marido, nacido en Santa Fe. “Ahora me quedé sola, lejos de mi familia, sin futuro cierto y no puedo seguir peleando porque esta historia no se puede revertir, más allá de lo que podamos lograr a través de la Justicia”. La pareja formada por Itatí y Oscar se había instalado en un departamento alquilado en la ciudad de Mar del Plata “pero ahora me quedé sola, sin recursos, porque yo había dejado todo para seguirlo a él”. La voz de Itatí, que antes sonaba firme, dura, sin concesiones, ahora se quiebra por momentos, se pierde en largos silencios, aunque aclara: “No es contra vos, no es contra ustedes los periodistas, que siempre me acompañaron, pero yo no puedo más, no quiero más, tengo que pensar en cómo voy a seguir viviendo sin la persona a la que había elegido, sin la vida que tenía”.
El 23 de noviembre, cuando la Armada informó sobre la implosión ocurrida en el ARA San Juan, Itatí fue la primera que hizo saber del descontento generalizado, de la bronca de los familiares cuando escucharon el parte dentro de la Base Naval de Mar del Plata. Cuatro días después, en la puerta de la sede marplatense, la mujer aseguró que otros familiares la habían insultado y la habían querido golpear porque ella se llamó a sí misma “viuda” y llamó “viudas” a otras esposas de tripulantes del submarino. “Desde ese día no fui más a la base y hoy no puedo seguir yendo porque no tengo recursos ni ganas, a algunos la Armada les sigue dando alojamiento y ayuda, pero no es mi caso, yo me las tengo que arreglar sola y es lo que elegí”.
La función en el submarino de su esposo, el cabo Germán Oscar Suárez, era estar a cargo del SONAR (sigla que proviene del inglés Sound Navigation and Ranging, “navegación por sonido”). Itatí recuerda una vez más: “El sabía que su trabajo era de riesgo, que podía pasar lo peor, la muerte, y me decía que tenía que ser fuerte, pero es muy difícil”.