“Por más extraño que parezca, éste será mi primer recital en Buenos Aires”, señala desconcertado Eumir Deodato, al otro lado del teléfono, desde su casa en Florida. “A pesar de que en numerosas ocasiones me manifestaron el deseo de llevarme, nadie lo concretó. Por lo que ésta es la invitación más seria. No sé si le tenían miedo a mi propuesta, a la cantidad de gente con la que tocaba o al Fender Rhodes que usaba, debido a que era grande y difícil de transportar”. Si bien ya no gira con el mítico piano eléctrico, el legendario artista brasileño, creador de un sonido en el que el jazz dialoga con el R&B, el pop y el dance, así como productor y arreglador de figuras de la talla de Tom Jobim, Frank Sinatra, Aretha Franklin, Robert Flack, Kool and the Gang y Björk, debutará en Buenos Aires esta noche, a las 21 hs, en Niceto Club (Niceto Vega 5510), con una lista de éxitos indestructible. Aunque también habrá espacio para tributar a un amigo. “Porque sé que es muy conocido en la Argentina, esta vez incluiré en mi repertorio música de Baden Powell, quien ya no está más entre nosotros.”
–¿Trabaja en algún nuevo proyecto musical?
–Estoy trabajando con Lara Rizzotto. Se trata de una cantante brasileña espectacular que estudió en Berkley. Está sonando mucho en la radio. Hicimos un disco muy bonito en Brasil.
–Después de que su producción discográfica se tomara un hiato en los 90 y los 2000, usted lanzó en 2010 el álbum The Crossing, en el que colaboró Al Jarreau. ¿Qué tal fue la vuelta al ruedo?
–Al Jarreau es un amigo muy antiguo, que también se fue. Mucha de la gente a la que quiero se está yendo, lo que es difícil de creer. Pero creo que reencarnan en otra persona. Si bien en algún momento voy a morir, para mí es importante pensarlo así para encontrarle alguna razón a la vida. En la música moderna, hay mucha gente buena. Aunque no son promocionados, y más en esta época en la que el disco no va más. Se tornó en algo para coleccionistas. Me refiero al vinilo. ¿Qué es lo que resta entonces?: Internet. Sin embargo, la gente no lo paga porque no cree que haya posible fiscalización. Y eso mejoró muy poco. Sólo se benefician Taylor Swift o Justin Bieber.
–¿Y cómo se lleva con el formato digital?
–Lo que me importa es la sustancia que hay en los álbumes. Pero prefiero recrear mis clásicos a hacer música nueva. Por eso le puse más énfasis a los recitales. En ese sentido, hace muchos años uso Sibelius, que es el software para tocar que más me gusta.
–A sus 75 años, ¿cuál es su motivación musical en esta época?
–¿Quién te dijo que tengo 75 años? Ya no cumplí más luego de los 50… Hay mucha gente con la que tuve el placer de trabajar, artistas muy buenos con los que me entendí muy bien como Tom Jobim, con quien colaboré muchos años, o Björk.
–A propósito de Björk, ¿cómo fue la experiencia de trabajar con una artista que parece ajena a su órbita musical?
–Ella me llamó, pero yo estaba en Japón con Clementine, la cantante francesa. Si bien no la conocía, le conté a mi hija, que es joven, y me dijo que era muy famosa. Estaba preparando el segundo disco, Post (1995), en el que hice las orquestaciones de varias canciones. De todas ellas, me quedo con “Isobel”. Ese tema le gustó mucho a ella. Grabamos todo en Londres. Es una persona muy interesante, muy profesional (volvieron a encontrarse dos años más tarde en el álbum Homogenic, de la artista islandesa). Parece una estudiante de escuela, con sus zapatillas blancas y siempre jugando.
–¿Siente que los músicos y el público extranjero reconocen más su legado que en su propio país?
–No estoy de acuerdo, por más que viva desde 1968 en los Estados Unidos. De hecho, Björk me conoció por los arreglos que le hice a Milton Nascimento para su tema “Travessia”, con el que él participó en el Festival Internacional de la Canción de Río de Janeiro, y del que ella hizo una versión. Luego de escucharlo, consiguió mi número y me llamó.
–¿Por qué decidió tomar distancia del estereotipo de la música brasileña?
–En la época en la que me fui para los Estados Unidos, lo hice para trabajar con Luiz Bonfá, el guitarrista. En ese momento, todo lo consideraban bossa nova. Hasta la música jamaiquina. Así que estaba con muchas dudas sobre lo que debía hacer, y entonces decidí llevar adelante diversos estilos. Sólo que la bossa nova y la samba eran mi referencia. Después de que me vine para acá, los artistas brasileños me empezaron a respetar como arreglador. Y empezaron a llamarme.
“Si mi español es malo, mi portuñol es peor aún”, bromea Deodato. Además de participar en 500 discos, el artista nacido en Río de Janeiro, a quien se le considera uno de los articuladores del post disco, a partir de su rol de arreglador en himnos de Kool & The Gang como “Celebration”, alcanzó la fama mundial en 1973 al publicar su álbum Prelude, donde empuja a Strauss y Debussy hacia la pista de baile. “‘Also Sprach Zarathustra’, que se convirtió en mi mayor éxito, no fue pensado como tal”, recuerda el músico, quien grabó ese material junto al guitarrista John Tropea, los bajistas Stanley Clarke y Ron Carter, y el baterista Billy Cobham. “Sólo escribí algunas notas en una hoja de papel sin ningún acorde, porque realmente no había, y lo resolví con los chicos. Luego de ensayarlo, el productor, Creed Taylor, me dijo: ‘¡Esto es genial!”. Pero no creía mucho en él, pues aparte duraba nueve minutos. ¿Quién iba a ponerlo en la radio? Y encontraron la manera de reducirlo para que sonara ahí. Luego, cuando fui a Río, Airto Moireira me llamaba para avisarme en qué puesto de las listas radiales estaba”.
Mientras Prelude ganó el Grammy en 1974 como “Mejor performance de música pop instrumental”, “Also Sprach Zarathustra” es considerado un antecedente de la electrónica. “Lo que pasa es que el sonido de ese piano estaba acoplado a la electrónica, al igual que el de la guitarra”, afirma Deodato, quien en 1973 también editó su otro disco más popular: Deodato II, orientado hacia el jazz funk. “Muchos creen que me inspiré en la música de Wendy Carlos al momento de hacer ese tema. Pero no es cierto. Aunque sí escuchaba a Isao Tomita, cuya propuesta instrumental tampoco tenía que ver con esa canción”. No obstante, esa visión de futuro le valió el respeto y el reconocimiento de las nuevas generaciones de artistas y público. De lo que pueden dar fe el colectivo de techno Underground Resistance o el rapero Lupe Fiasco. “Una vez en Brasil toqué para más de 10 mil personas, y la mayoría del público era joven. Ahí sentí que mi carrera había dado un nuevo giro, y quise seguir adelante con eso. Al ver que estaban interesados en algo que no era bossa nova, sino un híbrido de jazz, me puso muy feliz. Son esas cosas que no tienen precio”.