“Cuando entro en un lugar, la gente sabe que hay alguien ahí. Lo que no saben es que… . somos como dos mil personas en una”, dijo Maya Angelou en una entrevista. A lo largo de su vida fue madre soltera, cantante, bailarina de calipso y probablemente, la primera mujer afroamericana que manejó un tranvía en San Francisco. Ése, cuenta, fue su primer trabajo rentado. Además, se convirtió en una reconocida militante por los derechos civiles, cercana a Malcom X primero y a Martin Luther King después. Viajó por el mundo, fue docente, se enamoró en varias oportunidades (en 1951, por ejemplo, se casó con un músico griego en una época donde el matrimonio interracial era una rareza). Pero sobre todo, Angelou es una reconocidísima escritora y poeta. Y la punta del iceberg de su obra es Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, publicada originalmente en 1969, cuando ella tenía cuarenta años. La buena noticia es que esta autobiografía permaneció largo tiempo descatalogada en castellano y ahora retorna, editada por Libros del Asteroide.
Aquí, Angelou recorre su vida desde que era una niña hasta los 17 años, cuando dio a luz a su hijo Guy. Nació en St. Louis, Missouri, en 1928, con el nombre de Marguerite Johnson. Sus padres la subieron en un tren a los tres años junto a su hermano Bailey, apenas un año mayor. El destino fue Stamps, en Arkansas. Allí los cobijó su abuela Annie Henderson, dueña de un almacén de ramos generales que le otorgaba un poco de bienestar económico en medio de la Gran Depresión. El padre volvió a llevar a los hermanos a St. Louis y la niña se quedó un tiempo con su madre y el novio de ella. Cuando tenía ocho años, el hombre, de apellido Freeman, la violó. Una bombacha cubierta de manchas reveló la brutalidad de lo sucedido: Freeman fue encarcelado y apenas salió, alguien lo molió a golpes. Ella había dicho en el juicio que el tipo la había violado sólo una vez, lo cual no era cierto. Se sintió responsable de la muerte de Freeman. Y de la mentira. Enmudeció durante cinco años.
Angelou no carga las tintas: es honesta, dueña de una mirada agudísima y un sentido del humor que no la priva de escribir cosas como “si bien el proceso de desarrollo de una muchacha sureña negra es doloroso, la sensación de estar fuera de lugar es como el óxido de la navaja que amenaza con cortarte el cuello”. La literatura se convirtió en su salvación. Leyó a chicos blancos como Shakespeare, Poe, Kipling. Pero jamás olvidó su raíz. Así se convirtió en una escritora de un metro ochenta y belleza exuberante, heredada de su madre, que le enseño a bailar.
Escribió esta historia alentada por su amigo, el enorme James Baldwin. Obviamente, ignoraba que sería un texto con una profunda influencia en la cultura norteamericana, de lectura obligatoria en las escuelas aún hoy. Completaría su obra autobiográfica con seis libros más.
Su método de trabajo consistía en alquilar una habitación de hotel y encerrarse allí, junto con un diccionario y una Biblia. La Biblia ha sido para ella una forma de adquirir pulso narrativo y ritmo leyendo versículos en voz alta. Pero también se nutrió de escritores y activistas como Frederick Douglass, narrador de origen esclavo, que vivió en Estados Unidos en el siglo diecinueve. “Cuando comencé a escribir Yo sé por qué canta… me di cuenta de que estaba siguiendo la tradición de Douglass, usando la primera persona del singular como modo de referir a la primera persona del plural. En cada ‘yo’ hay encerrado un ‘nosotros’”, dijo. Si lo personal es político, no es extraño que en ese “yo” entren todas las mujeres que han librado sus propias batallas. Las mismas que le escribían cartas que ella leyó hasta el fin de su vida, en 2014.
Hay que decirlo: Angelou le criticaba al feminismo su falta de conciencia de clase y por eso prefería el término “womanist”. En esa tensión entre el “yo” y el “nosotros” anidan las dos mil mujeres que ella fue. Y las puertas que Angelou abre a quienes sean tocadas por su palabra.Ó
Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado
Maya Angelou
Libros del Asteroide
Traducción de Carlos Marzano