Los bailarines y bailarinas del Ballet Nacional de Danza hicieron ayer la más simbólica de todas sus funciones: fue en la calle, en la puerta del Ministerio de Cultura que hace una semana les anunció sus despidos y el cierre de la compañía, frente a decenas de personas que miraban, sacaban fotos y aplaudían conmovidas. Con la mayoría del cuerpo de baile presente, la “función” fue en tono de protesta y con la esperanza de que Pablo Avelluto, titular de esa cartera, revea su decisión de desafectar al primer y único ballet nacional de la historia de la Argentina, que además cumplía una función social. Su ahora exdirector, Iñaki Urlezaga, no estuvo presente, pero mandó su adhesión al igual que numerosas organizaciones sindicales y trabajadores de otros programas culturales y cuerpos artísticos, que apoyaron la acción con la firme idea de que “la cultura de un país no se negocia”.
La movida empezó cerca del mediodía, aunque una hora antes que eso ya se podía ver a los bailarines hacer su entrenamiento sobre la calle Alvear al 1600, que un rato después la Policía de la Ciudad cerró a circulación. Desde las ventanas del propio edificio ministerial, numerosos empleados de la cartera cultural vieron a sus compañeros despedidos empapelar las paredes con carteles y banderas, preparar el sonido y repartir volantes con una leyenda muy clara y muy concreta: “No al vaciamiento cultural”. Ninguna autoridad del ministerio se acercó al lugar de la concentración, pero al finalizar la movilización quedó claro que no la ignoraban: mientras sucedía, una decena de medios registraba a los bailarines llorando, bailando y luchando por sus puestos de trabajo y por “el derecho del pueblo Argentino a una cultura de calidad”.
“Vinimos hasta la puerta del ministerio para que Avelluto vea lo que hacemos y cómo llegamos a la gente. El ministro no vino nunca a una de nuestras funciones, así que creemos que no sabe ni siquiera qué es lo que está cerrando. Queremos que vea lo que podemos hacer y el compromiso con el que podemos hacerlo. Esperamos que revea su decisión”, dijo uno de los 60 despedidos a PáginaI12, que explicó además la importancia de la compañía: “Es muy difícil ver ballet por fuera de los grandes teatros y también por fuera de Buenos Aires, y nosotros lo hicimos posible. Recorrimos pueblitos de todo el país, de norte a sur, y también otros países, con funciones gratuitas para que cualquiera pudiera acceder. Eso no se puede sacar de un día para el otro”.
Vestidos de blanco y negro, con remeras escritas con consignas y reclamos, los intérpretes hicieron fragmentos de algunas de las obras de su repertorio, como La Traviata o El lago de los cisnes. Bailaron solos, de a dos o incluso en grupos, con la misma entrega con la que lo hicieron en su última función en el teatro Coliseo, el 30 de diciembre, un día antes de que les comunicaran sus cesantías. Al principio de la jornada colgaron sus zapatillas de baile de lado a lado del ministerio. Al final, hicieron un emotivo abrazo al edificio y prometieron seguir con su reclamo hasta ser escuchados o recibidos por alguna autoridad.
“La situación es desesperante. Nunca pensamos que esto iba a pasar. Los bailarines clásicos tenemos que empezar a estudiar desde muy temprana edad, antes de los 10, para llegar a trabajar y vivir de esto. No hay muchas personas que deban definir su futuro a los 8 años pero nosotros sí, porque esto es nuestra vida entera. Una cosa así (por los despidos) nos parte al medio, nos desarma por completo. No sabemos qué hacer”, expresó desolada otra de las bailarinas, que trabaja en la compañía desde su inicio, en 2013, cuando todavía el cuerpo de baile pertenecía a la cartera de Desarrollo Social.
Desde que se conoció la noticia del cierre del Ballet, confirmada fríamente por el propio Avelluto, ni él ni ninguno de sus funcionarios se comunicaron con los despedidos. Al cierre de esta edición, los trabajadores todavía esperaban una respuesta y explicaciones, ya que, según contaron ayer, antes de los despidos ya tenían programado todo el año con presentaciones en diversas ciudades.