De Ushuaia a Alsina y de Buenos Aires a Camboriú, Bôas Teitas fue siempre el nombre de fantasía desde el cuál acuñó sus profundos deseos musicales el inquieto pero prolijo Martín Locarnini, conocido unánimemente como Locar en la escena punk a la que pertenece desde De Romanticistas Shaolin’s.
Bôas Teitas, que luego de haber sido publicado en Suecia acaba de sacar su cuarto disco, se formó en el fin del mundo –o en el principio, si dado vuelta estás vos– por Locar y su amigo Claudio Zárate, tras volver del viaje de egresados a Brasil: “Cuando sos del sur, te vas a un lugar que tenga cualquier cosa menos nieve”, explica. Luego Locar se mudó a Buenos Aires y Claudio a Alsina, ambos para estudiar en la UBA. Al poco tiempo, éste último pegó la vuelta rumbo al Beagle y aquél siguió agitando el proyecto en la escena porteña a través de una verborrea discográfica que incluyó tres larga duración e innumerables EP.
Esa intensidad tiene su explicación psicológica: “Creo que lo mejor de la banda se aprecia en las grabaciones. Tocar me resulta gozoso pero, al mismo tiempo, estresante. Al día siguiente de un show quedo cargado con muchos cuestionamientos que me hago, y eso me resulta problemático”, apunta el patagónico Locar, criado en Tierra del Fuego pero nacido en el pueblo santacruceño de Puerto Deseado.
Aunque en un principio Bôas Teitas se ganaba el oxígeno en cada pausa de los De Romanticistas Shaolin’s, ahora la dinámica es inversa: la vuelta del grupo encabezado por Federico Pertusi coincide con el rescate del viejo proyecto que ahora vuelve a la carga en formato de disco digital y revisionista. Mientras, Locar y el batero Ema López también comparten el grupo Los Andes con el ex Avant Press Juan Marioni y el ex Gran Prix Seba Rubin.
“Este álbum de Bôas Teitas surgió casi de manera visionaria de parte de Ema, quien en 2005, después de haber grabado nuestro primer larga duración, dijo: ‘El cuarto disco se va a llamar Volumen 4 y vamos a hacer todos los covers que nos gusten. ¡Terminó siendo una profecía autocumplida!”
A pesar del prejuicio que todo desconfiado descargaba sobre proyectos tributo, Locar banca la parada con dignidad artística: “El propósito fue grabar canciones que nos encantan, pero con una impronta personal. Sería ridículo hacer un calco, porque para eso ponemos las originales, que tan bien suenan. Sucedió, por ejemplo, con Ordinary World, de Duran Duran: nuestra versión no sonaba mejor que la original y la descartamos”, argumenta Locar.
“Después dimos un paso más allá de la mera versión gracias al impulso que nos dieron los hermanos Pertusi, en el sentido de que algunas letras valían la pena de ser escuchadas en castellano y, por qué no, reescritas”, reseña Locarnini. “Ciro aportó su pluma versionera para darle nuevos mensajes a Victoria, de The Kinks, que quedó casi como una canción glam de protesta, a medio camino entre New York Dolls y Sham 69. Lo mismo que pasó con Words (Don’t Come Easy), temón hecho por un tunecino que, para los que más de 30 y pico, es un guiño a aquellas melodías que siempre nos cautivaron en el dial sin tener idea quién la cantaba.”