Los pueblos originarios descubrieron, protegieron, domesticaron, criaron y reprodujeron cada una de las especies comestibles que se utilizan en la actualidad. Hoy, junto con los campesinos entienden “la diversidad cultural como inherente a la agricultura y garante de la estabilidad ambiental”. Por eso, el estudio afirma que el modelo de producción campesino-indígena “asegura más posibilidades para alimentar a la población, a diferencia de la uniformidad que impone la agroindustria”.
La investigación impulsa un modelo basado en la “soberanía alimentaria”, donde los pueblos decidan qué y cómo producir, y no las trasnacionales. Así , el protagonismo pasa por campesinos, indígenas, pequeños productores y alimentos sanos, sin transgénicos ni agrotóxicos. “Apoyar a la red campesina es la única opción realista que tenemos para acabar con el hambre y frenar el cambio climático”, afirma el Grupo ETC.