Desde Santiago
El cierre de la última jornada del paso del Papa Francisco por Chile, tuvo un episodio que eclipsó un periplo que dejó momentos inolvidables (como cuando pidió perdón y dijo sentir dolor vergüenza por los delitos de connotación sexual al interior de la Iglesia chilena), pero que tampoco logró concitar un apoyo mayoritario de la ciudadanía, aun cuando la religión católica –a la baja en los últimos años– sigue siendo la principal fe de los chilenos.
Se trata de los episodios protagonizados por el obispo de Osorno, Juan Barros, delatado como encubridor de Fernando Karadima, sacerdote y guía espiritual de mucho poder en la elite y que está acusado de pedófilo. Cada vez que el cura osornino se apareció en las intervenciones del Santo Padre, en Santiago, Temuco y ayer en Iquique, causó revuelo y críticas, convirtiéndose en una molesta piedra en el zapato. El punto cúlmine de esta historia se vivió minutos antes de que el pontífice hablara en Playa Lobito, en la ciudad limítrofe de Iquique.
Como es su estilo, Jorge Mario Bergoglio se salió del protocolo y fue a saludar a los fieles que llegaron para presenciar la misa, en ese momento, fue abordado por la prensa que le consultó por Barros, el Papa respondió que “son calumnias”, pues no ha visto ninguna prueba que lo acuse. Tal hecho, causó la indignación de los abusados de Karadima y de muchos otros que volvieron a descargar su malestar por las redes sociales.
“El día que me traigan una prueba del obispo Barros, ahí voy a hablar… No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia ¿Está claro?”, recalcó el máximo líder de la Iglesia Católica, como consignó La Tercera.
Sus dichos fueron considerados como un respaldo público al cuestionado Barros que se ha visto envuelto en crecientes protestas de fieles que exigen su salida.
Las declaraciones de Barros, minutos más tarde, agradeciendo “las palabras de ánimo del Papa”, solo echaron más leña al fuego. “Las palabras específicas me las guardo en el corazón. Fueron de apoyo y cariño”, agregó el obispo de Osorno.
Uno de los primeros en reaccionar fue Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Karadima. A través de su cuenta de Twitter, el querellante del caso del ex párroco de la Iglesia de El Bosque, compartió su molestia: “Como si uno hubiese podido sacarse una selfie o foto mientras Karadima abusaba de mí o de otros con Juan Barros parado al lado viéndolo todo. Estas personas desde arriba están locos y @Pontifex_es habla de reparación a las víctimas. Seguimos igual y su perdón sigue siendo vacío”.
En la otra vereda, el cardenal Francisco Javier Errázuriz dijo a TVN que “es una polémica inventada, que no tiene fundamentos” y agregó que “el Papa ha estudiado todo este asunto. Es un convencido de que el señor Barros no ha cometido ningún delito y, por lo tanto, no lo va a cambiar”.
Errázuriz también ha sido sindicado por las víctimas de Karadima como encubridor de los delitos, pues habría recibido las denuncias, pero jamás realizó acción alguna.
El tema escaló alto. Ayer en Lima, la siguiente escala de Francisco, en una reunión que buscaba analizar esta situación, el ex sacerdote mexicano Alberto Athié –quien ha investigado el caso de los Legionarios de Cristo– sostuvo que “las palabras y los gestos no sirven si no están acompañados por hechos”. “¿Cómo puede pedir perdón si está al lado del obispo (Juan) Barros?” se preguntó Athié, según cita Emol.
Para la ecuatoriana Sara Oviedo, ex vicepresidenta de la Comisión de Derechos del Niño de las Naciones Unidas, el Papa, en sus disculpas, no reconoció los alcances del delito, no anunció medidas para evitar que casos como el de Karadima vuelvan a ocurrir y no prometió la entrega de los acusados a la justicia mediante el código canónigo.
En este escenario, no está claro si estos episodios, la baja histórica de la adhesión de fieles a la Iglesia Católica, lo inhóspito del lugar escogido para la misa o las vacaciones de verano, afectaron a la concurrencia a la última misa de la gira por Chile de Bergoglio. Se esperaban 400 mil y se calcularon entre 50 mil y 80 mil los asistentes a Lobito. Una efervescencia menor que en otros países y que ya habían alertado los periodistas que cubren al Vaticano.
En la eucaristía, donde el pontífice coronó a la Virgen de La Tirana, que fue trasladada especialmente hasta Iquique para la ocasión, fue rotundo en entregar su apoyo a los inmigrantes que residen en Chile y que en Iquique y toda la región de Tarapacá son numerosos.
“No hay alegría cristiana cuando se cierran puertas”, dijo en la homilía, instando además a dar hospitalidad a los extranjeros, a aprender de todo lo que tienen que aportar y a condenar las injusticias que se cometen.
“Hermanos, Iquique es tierra de sueños, eso significa el nombre en aymara. Tierra que ha sabido albergar a gente de distintos pueblos y culturas que han tenido que dejar a los suyos, marcharse. Una marcha siempre basada en la esperanza por obtener una vida mejor, pero sabemos que va siempre acompañada de mochilas cargadas de miedo e incertidumbre por lo que vendrá”, agregó Francisco.
Junto a ello, destacó que los inmigrantes son la imagen de la “Sagrada Familia que tuvo que atravesar desiertos para poder seguir con vida… se debe buscar que la tierra de sueños, siga siendo también tierra de hospitalidad. Hospitalidad festiva, porque sabemos bien que no hay alegría cristiana cuando se cierran puertas; no hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar”.
Pero no fue todo. También condenó las injusticias contra los foráneos. “Estemos atentos a las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta. Estemos atentos frente a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares. Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos inmigrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles en regla. Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias… no tengamos miedo a dar una mano, y que nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia sean parte del baile o la canción que podamos entonarle a nuestro Señor”.
Otra de las actividades del Papa en Iquique, fue el encuentro con Héctor Marín Rossel, hermano de una víctima de la dictadura de Pinochet, quien tuvo la oportunidad de saludar al Pontífice. “En sus manos dejo la esperanza de encontrar a nuestros detenidos desaparecidos”, dijo Marín, quien además agradeció a la Iglesia Católica chilena “por su gran labor de promoción y defensa de los derechos humanos”, según relata La Tercera.
Por otra parte, el vocero del Vaticano, Greg Burke, sostuvo que Marín le comentó posteriormente que en la misiva también le pidió “que haga un llamado a las Fuerzas Armadas y al gobierno de Chile a colaborar en esta cruzada humanitaria que nos permitirá tener la paz espiritual que tanto necesitamos”.
Héctor Marín tenía 17 años la última vez que habló con su hermano Jorge de 19 en Iquique, el 21 de septiembre de 1973.
Una de las anécdotas de este viaje sucedió en pleno vuelo entre Santiago e Iquique. El Papa casó en el aire a Paula Podest y Carlos Ciuffardi, una pareja de tripulantes de cabina de Latam (ver aparte), que atendieron al Pontífice en su último viaje dentro del país. Previo a la llegada de Bergoglio al país, ambos habían expresado su intención de que el Papa los casara durante el vuelo, dado que consideraban el avión su hogar y no habían tenido la oportunidad de contraer matrimonio religioso. Según contaron, hace ocho años planearon su matrimonio por la Iglesia. Tenían todo listo pero ocurrió uno de los mayores terremotos de la historia que sacudió a Chile el 27 de febrero de 2010. “Se cayeron las iglesias, se cayó todo. Así que lo empezamos a aplazar, empezamos a trabajar, después llegaron las hijas”, contó Ciuffardi a Emol.
Otro momento curioso ocurrió cuando el Pontífice saludaba a los fieles, en ese momento una carabinera montada cayó desde su montura, mientras custodiaba el trayecto del Papa. Desde la policía señalaron que el caballo de la funcionaria se asustó con los gritos de los feligreses.
Al ver esto, el Papa Francisco pidió detener el Papamóvil para ayudar a la mujer, quien posteriormente fue trasladada en ambulancia hasta el Hospital, informó La Tercera.
Al finalizar la jornada, fue la propia presidenta de Chile, Michelle Bachelet, quien acompañó al Papa en su última actividad y agradeció a través de su Twitter la visita del Pontífice: “Las palabras y acciones del papa Francisco hacia los pueblos indígenas, quienes viven privados de libertad, los migrantes, jóvenes y nuestro pueblo en general, han sido un testimonio de esperanza en el futuro de Chile”.
Al mediodía, Francisco almorzó con el séquito papal en la “Casa de retiros del santuario Nuestra Señora de Lourdes” y minutos antes de las cinco de la tarde partió a Perú, en la segunda parte de un periplo que, al menos en Chile, dejó una huella de dulce y agraz y que todavía es muy reciente para afirmar si los mensajes entregados son capaces de lograr enmendar el camino de una Iglesia Católica que si bien sigue siendo potente, viene sufriendo la fuga de fieles y las pérdida de credibilidad como una hemorragia cada vez más difícil de controlar.