Cincuenta y dos años pasaron desde que los hermanos María Luz, Roque, Silvia y Olga Rodríguez se separaron de la menor de sus hermanas, Marisa Vázquez, hasta que se volvieron a juntar todos ayer. Tras la muerte de su madre, Marisa, que entonces tenía ocho meses, fue llevada a la Casa Cuna, mientras que sus tres hermanas permanecieron juntas en un instituto para niñas y Roque en uno de varones. Después de toda una vida buscando a su hermana más chica, el 25 de noviembre, Silvia, que hoy tiene 57 años, pudo juntarse con ella gracias a los legajos de la Secretaría que encontró de casualidad cuando fue a buscar un certificado para estudiar portugués.

“En las cosas de la vida hay que aprender a sembrar y a cosechar. Yo siembro esperanza y cosecho esperanza. Yo quisiera cosechar la esperanza que de pequeña sembré, que es de poder encontrarte querida hermana”, escribió Silvia en una carta cuando terminó la escuela primaria. Pasaron los años y la fue transcribiendo, a medida de que las hojas se ponían viejas, de papel en papel. Ayer, desde su celular, Silvia volvió a leerla, en voz alta aunque quebrada, frente a la hermana que finalmente encontró después de 52 años. “Te despedí en la Casa Cuna, eras una beba de ocho meses –continúa la carta–. Recuerdo tu carita sonriente al verme, me tiraste los brazos y te alcé por última vez. Era una despedida y yo lo ignoraba. Hoy me pregunto cómo será nuestro encuentro, y lo imagino con muchas lágrimas, sonrisas y abrazos. Y las lágrimas serán de alegría.”

Los cinco hermanos se separaron cuando murió su madre. Silvia, María Luz y Olga fueron al Instituto de niñas Garrigós, y su hermano Roque Osvaldo al Martín Rodríguez, de Mercedes. Con ocho meses, la hermana más chica, llamada por sus padres biológicos Luisa Adela, fue enviada al Hospital Casa Cuna y dada en adopción cuando murió su padre. La familia adoptiva le dio el nombre de Marisa Sandra Vázquez, que sus hermanos biológicos desconocían. Con la llegada de Roque a Buenos Aires desde Tucumán, en donde vive, ayer los cinco hermanos volvieron a estar juntos. Fue en la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia. Luego del encuentro, cada uno contó su historia.

“Yo me vine de Tucumán con 5 años. Aunque les cueste creer, me acuerdo bien cómo era mi casa y recuerdo a mi hermanita de ocho meses”, contó Silvia, quien fue la más obstinada en la búsqueda. “Mi corazón y mi mente jamás dejaron de pensar y de sentir que algún día iba a poder verla”, continuó. Luego sintetizó todos esos años: “Toqué muchas puertas. Mis hijos me ayudaron comunicándose con Tucumán, pidiendo por la partida de nacimiento de mi hermana con el nombre y apellido que le pusieron al nacer y nos dijeron que no existía. Escribía al programa que buscaba gente, a la Casa Cuna, pero nada”, recordó.

Finalmente llegó al lugar indicado por azar: “Este año me anoté a estudiar portugués y vine aquí a buscar un certificado de estudios. Me dijeron que tenía que hacer la copia de mi legajo en la Secretaría Nacional de Niñez. Al recibirlo, me sorprendió que en la tapa estaban anotados todos los apellidos y nombres completos de mis hermanos. Y más me sorprendió porque estaba el nombre y apellido completo de mi hermana dada en adopción. Me quedé callada, ahogada en un llanto profundo y contenida por la señorita que amablemente me atendía”, dijo, replicando el llanto, esta vez acompañada de todas sus hermanas y su hermano.

“Acá me dijeron que llegué al lugar indicado. Y así fue que ellos empezaron la búsqueda, aclarándome que existía la posibilidad de que ella no quisiera comunicarse con su familia de sangre. Yo voy por el sí, les dije.” Poco después sonó el teléfono. “Tenemos una buena noticia para darte”, dijeron. “Y me recorrió un frío por el cuerpo”, relató Silvia.

Durante más de tres décadas, Marisa, que ahora tiene 52 años y dos hijos, vivió sin saber que era adoptada y que sus hermanos la buscaban. “Saber que me estaban buscando fue maravilloso porque es una historia de amor inmensa”, afirmó recordando el momento en el que lo supo. “Me enteré que era adoptada hace 14 años y de la peor manera, me contó mi madrastra. En ese momento no sabía que tenía hermanos. Cuando me enteré que era adoptada no pude hacer nada, no sabía qué hacer”. Un día llegó una carta a su casa, que como ella no estaba volvió al correo. “Yo pensé que era algo del banco. Cuando vi la carta me puse a llorar y le conté a mi esposo y a mi hija. Ella se ofreció y llamó por mí, porque yo no podía. Ella me dijo ‘quedate tranquila que es una hermana que te está buscando’.” Cuando se animó a llamar ella misma a su hermana la sorpresa se multiplicó: “Hablé con Silvia y me dijo que no tenía una sola hermana, sino que también tenía otros tres, dos mujeres más y un hombre”.

Roque, de 59 años, se mantuvo callado casi todo el tiempo durante la conferencia. Todavía asimilaba la realidad de tener una nueva hermana, a la que conoció ese mismo día, minutos antes de hablar con la prensa. Después de terminar el primario en el Instituto Martín Rodríguez, Roque se fue a vivir a Tucumán con su tía, la hermana del padre. “La verdad es que no tengo palabras porque fue muy difícil quedar sólo, abandonado. Muy duro”, contestó cuando le preguntaron por su experiencia. La verdadera respuesta, en realidad, estaba en la mirada que todo el tiempo sostuvo sobre Marisa, y en su indisimulable sonrisa. “Yo hasta que no llegué hasta acá y la vi no lo podía creer”, admitió María Luz, la más joven de los cinco después de Marisa, con 54 años. “Silvia siempre tuvo fe”, añadió. Olga, la más grande de los cinco, con 62 años, agregó una pieza más a la historia que entre todos fueron armando: “Cuando nos separaron, mi tía me quería llevar a mí a Tucumán. Pero yo le dije no, llevalo a mi hermanito que está solo, yo no quiero dejar a mis hermanas”.

Antes de terminar Silvia leyó otra carta. La última de tantas que le escribió a su hermana más chica. A diferencia de las anteriores, ésta llegó a las manos de Marisa inmediatamente. La escribió el día en que se iban a encontrar, el 25 de noviembre pasado. Las palabras tienen otro tono; la fuerza y las esperanzas están intactas. Los cinco hermanos pasarán juntos este fin de año. Como previó Silvia, las lágrimas serán de alegría.

Informe: Juan Funes.